En la década del noventa, tampoco fue fecundo en los temas del Capítulo II. En 1993, March y Simon publicaron la revisión de su obra y una síntesis (March & Simon, 1993.a; 1993.b). Dijeron: “‘Organizations’ trata de la teoría de las organizaciones formales, los sistemas de coordinación entre individuos y grupos cuyas preferencias, información, intereses y conocimiento difieren. ‘Las teorías de la organización’ describe la delicada conversión de conflictos en cooperación, la movilización de recursos y los esfuerzos de coordinación que posibilitan la supervivencia conjunta de una institución y sus miembros. Esta contribución a la supervivencia es lograda por el control de la información, identidades, historias e incentivos. Organización y canales de información. Forma los objetivos y las lealtades de sus participantes. Crea historias compartidas –una organización ética que incluye creencias comunes y prácticas estándar–. Ofrece incentivos para los comportamientos apropiados” (March & Simon, 1993.a; 1993.b). La culminación de esa revisión fue memorable: “Cuando escribimos el libro, pensamos la clase de preguntas que parecían importantes. Todavía lo hacemos. Esperamos que ese fundamento haya sido implantado para investigaciones importantes del futuro. Pensamos que estas expectativas han sido justificadas. Imaginamos que a esta altura ambos estaríamos retirados. Esa idea fue ilusoria. Todavía hay algunas cosas por hacer y nos despierta gran agitación y aflicción por nuestros colegas, porque no estamos preparados aún para dejarles a ellos toda la diversión” (March & Simon, 1993.a; 1993.b). Por los asuntos y temas que trataron, así como sus ampliaciones, es conveniente recordar sus recomendaciones: “En general –y sin mucha calificación– estamos de acuerdo en dejar que el texto original hable por sí solo” (March & Simon, 1993.a; 1993.b). En 1997, publicó la cuarta edición de El Comportamiento Administrativo, que estamos comentando (Simon, 1997.c). En ese mismo año se publicaron las clases y discusiones realizadas por Simon en la Universitá Commerciale Luigi Bocconi, de Milán (“Raffaele Mattioli Lectures”). En esas reuniones Simon criticó la teoría de la firma (“...provee solo una caricatura de las empresas reales...”) y expresó: “La dirección de negocios está principalmente ocupada con una alta gama de tareas que yo denomino de diseño –diseño de productos y de estrategias para marketing, finanzas, producción y otras– y el éxito de los negocios depende en gran medida de cómo esas tareas son realizadas” (Simon, 1997.h). Publicó, también en 1997, el volumen 3 de la ya comentada Modelos de Racionalidad Limitada, al que tituló Razonamiento empírico en el campo económico, y en uno de sus artículos compendiados, observó: “Los intentos de una economía institucional para explicar el comportamiento organizativo únicamente basado en términos de agencia, información asimétrica, costos de las transacciones, oportunidad y otros conceptos descritos por la economía neoclásica ignoran los mecanismos de organización clave como autoridad, identificación y coordinación, de ahí que sean seriamente incompletos” (Simon, 1997.d).
En el año 2002, se publicó un artículo (de manera póstuma) en el que especificó la manera en que las tecnologías de la información (computador, comunicaciones, ancho de banda) afectan a las instituciones, los sistemas técnicos (máquinas, redes electrónicas) y los usuarios (también considerados sistemas complejos multicelulares), estableciendo la necesidad de aprender a ejercer una “inteligente selectividad de captura de esa montaña de datos y a comunicar la información de modo que no se exponga al silencio de los destinatarios”. Indicó, en ese sentido: “Hoy en día, ese es el cometido del diseño de organizaciones. Organizar es combinar esfuerzos humanos eficientemente, factorizar la empresa en funciones separadas pero independientes y asegurar la buena coordinación de su desempeño. Una organización eficaz y sus edificios equilibran la oportunidad para un debate reflexivo en lugar del mutuo intercambio de ideas e información. Este equilibrio se pierde si el diálogo ahoga el silencio. En nuestro tiempo, es improbable que el silencio ahogue el diálogo” (Simon, 2002.f).
02. Ya se mencionó que, cuando Simon incorporó su aguda crítica a los denominados “principios de administración”, su concepción como “proverbios” (28) y sus aseveraciones acerca de la inherente inconsistencia conceptual y frágil estructura lógica que aquellos poseían, los enunció sin que haya tenido experiencia alguna en la práctica y se publicaron un año antes de esta obra que comentamos (Simon, 1946.a).
La controversia que suscitó esta crítica a la teoría dominante de la época (Gulick & Urwick, 1937; Gulick, 1937; Urwick, 1937.a; 1937.b; 1937.c; 1945; 1956) desembocó en una contienda intelectual pública, años más tarde, entre Simon y Urwick, especialmente en relación con el denominado criterio del “alcance del control”. En sus réplicas, Simon trató a su ocasional contendiente casi despectivamente como “...el Coronel Urwick” (Simon, 1957.e).
Se los llame “postulados”, “criterios”, “principios” o “proverbios” de administración o de organización, lo cierto es que Simon, con el tiempo, fue cuestionado (1) por considerarse que las ciencias de la administración (tal vez excesivamente así denominadas) debían tener la forma de conocimiento ordinario sin que puedan existir bases para argumentaciones definitivas que permitan demostrar que un concepto es superior a otro y que es esto lo que debiera requerir la disciplina en lugar de intentar reemplazar doctrinas administrativas por leyes científicas (Lindblom & Cohen, 1979); y (2) por la visión positivista de sus argumentos, que generó propuestas de investigación sobre noventa y nueve doctrinas administrativas a través del tiempo y la propuesta de que estas deberían constituirse en el verdadero objeto de estudio de la disciplina (Hood & Jackson, 1990).
El resurgimiento de la teoría de los “principios” y en especial del polémico “alcance del control” provocó, a partir de la década del noventa, una serie de posiciones que reivindicaban la posición de Urwick (Hammond, 1990; Williamson, 1990; Mier & Bohte, 2000) y la controversia con respecto a ambas posiciones a partir de investigaciones de campo en seiscientas burocracias (Theobald & Nicholson-Crotty, 2005) y de la “resurrección” de la teoría a partir de la posición académica (Sharp & Housel, 2004), a raíz de un escándalo en el Departamento de Salud de la Universidad de Oklahoma.
Está claro que, en sus comentarios al Capítulo II, Simon retoma