Y la ñerez autodefensiva hace por sobre todas sus vicisitudes y tropiezos el regio retrato obliterado, más infrafílmico y derivativo que realista, de un Clint Eastwood de western clásico o suburbano a la mexicana, el que de seguro nos merecemos: un señorón muy dueño de sí mismo posando incólume a perpetuidad en el porche de su idílica hacienda sobre una añosa silla poltrona, lucidor sombrero modelo rústico empotrado en la cabeza, puro a la boca y rifle de mira telescópica cruzado sobre las piernas, siempre “Pegado al rancho” y al frente de él, siempre añorado tanto por sus familiares que partieron por la mañana para que los asaltaran o para testimoniar la grandeza de los restos, como por sus contertulios de la cantina El Búho (en efecto con un simbólico búho en jaula) en vías de senil desaparición, a la egregia espera de los plomazos bienhechores del expeditivo Duelo de Titanes al amanecer, que debería conjuntar al estoicismo de Los imperdonables (Eastwood, 1992) con el darwinismo conservadurista de Gran Torino (Eastwood, 2008), cual enésima despedida a un Rancho Grande con matones de ¡Ay, Jalisco no te rajes! (Joselito Rodríguez, 1941) que se soñaban habitantes populares de Un mundo perfecto (Eastwood, 1993), todos juntos e igualados para siempre en una santísima trinidad Violencia-Narcotráfico-Temeridad, con la misma depravada e imperdonable ñeromueca elegiaca.
La ñerez insatisfecha
En La prima (Producciones Circe - Promotora de Espectáculos Cinematográficos - Expendables 435 - Barandal Post - Inbursa, 94 minutos, 2016), ambicioso si bien vulgarcísimo e inenarrable duodécimo largometraje acaso testamentario del abogado michoacano excuequero y otrora funcionario fílmico oficial en el forzoso semirretiro aunque vuelto duro polemista experto en legislación cinematográfica y aspectos culturales del Tratado de Libre Comercio de 63 años Víctor Ugalde (de La Lechería, 1987, y Para que dure no se apure, 1989, o Mi compadre Capulina / Poninas dijo popochas, 1989, a Hoy no circula, 1993, y ¿Me permites matarte?, 1994; guion de la ficción política de retaguardia aunque muy excepcional en su época Intriga contra México / ¿Nos traicionará el Presidente? de Fernando Pérez Gavilán, 1988; cortometraje: Un día sin auto, 1994), con libreto póstumo del magnífico novelista-dramaturgo católico pero sobrevaloradísimo guionista fílmico de encargo buenoparatodo Vicente Leñero (1933-2012) basado en la magistral novela realista portuguesa El primo Basilio (1878) de José María Eça de Queirós (1845-1900) ya adaptada con seriedad infructuosa por el cine mexicano en 1934 (bajo la dirección del efímero Carlos de Nájera y con estelar de Andrea Palma entre el joven Ramón Pereda y el viejo Joaquín Busquets), la joven rica y bonita dama guanajuatense Luisa (Natasha Esca) vive no obstante en el pavor de la más completa insatisfacción sexual y amorosa, bien casada por conveniencia con el arribista viejo arquitecto bizco de bisoñé coqueto Jorge Carballo (Jesús Ochoa), cómplice cerdesco de su homólogo aún más cerdesco el Cacique Gordo del atrasado lugar (Ernesto Gómez Cruz), imposibilitada para tener hijos con esa pareja dispareja y autogrillándose (“Me sentía la mujer más feliz de Guanajuato”), aunque envidiando en vano las libertades y los aventureros descubrimientos eróticos de sus amigas mayores, una despampanante Leonora León o Leo (Isabel Madow) que le pone los cuernos con medio mundo a su ridículo marido calvo a escondidas vengativo jefe de sicarios Pepín (José Carlos Rodríguez) y cierta ajada solterona Encarnación Encarna (Leticia Huijara) apenas en trance de atrapar nupcialmente al lúbrico ruco millonario Don Acadio (Sergio Kleiner), pero aun así la linda Luisa tendrá que enfrentar “la peor tormenta que cambiaría mi vida”, cuando en su regia mansión deba alojar como respondona auxiliar desafiante a la resentida sirvienta sexagenaria heredada de una tía beata del marido Juliana (María Rojo), cuando por las tardes se vea obligada a tomar clases de computación para su obsequiada laptop con el otoñal amigo pianista de bar siempre secretamente enamorado de ella Sebastián (Julio Bracho), cuando durante dos meses sea abandonada por su marido que ha partido a Barcelona para montar un pabellón cultural de feria (en realidad para darse la gran vida mujeriega en Europa) y, sobre todo, cuando hasta su casa llegue a visitarla su desenfadado primo lejano chilango Basilio (Mark Tacher), quien ipso facto se desentiende con gusto de sus ligues al lado de insípidas gringas güeras y le tiende a la suculenta parienta (“Primita de mi corazón”) un cerco de disímbolos recuerdos infantiles jugando a tirarse a la alberca y de actuales rosas rojas para seducirla, algo que logrará con un poco de tiempo y sin dificultad, venciendo sus escasas resistencias morales y haciéndola que cambie en seguida su look por uno superatractivo de cabello planchado con fleco, atropellando su pudibundería provinciana y el miedo a transgredir sus ya laxos principios religiosos (“Me gustas aunque sea pecado” / “Ardamos juntos”), y pese a las dificultades para copular a gusto (“¡Ya soy una adúltera!”) fuera del ámbito doméstico, en donde reina la feroz Julieta, la cual, malaconsejada por su hipócrita amiga recoleta Virginia (Angélica Aragón), ha conseguido ganarse los favores de su ingenua patrona y que ahora, aprovechando unas cintas rocambolescamente grabadas (“Aquí hay un video de usted con su primo”) de la tórrida pareja fajando y una copia de sus chateos íntimos (“Están todos los correos electrónicos, leyéndolos uno se calienta”) le exige como chantaje por su silencio veinte mil dólares a su ama, quien, de pronto rechazada amatoriamente por el veleidoso Basilio que se regresa a la capital, queda presa de la criada en su propia casa, invirtiendo sus roles, debiendo ocuparse de las rudas labores manuales como limpiar el piso o planchar la ropa, y siendo incapaz de prostituirse provechosamente con el de inmediato entusiasmado Cacique Gordo dispuesto a pagar la grosera suma por una chupadita (vuelta mordida y fuga en calzoncillos), se verá también a merced como único auxilio del leal Sebastián, capaz de cualquier canallada para obtener los favores de Luisa, como entrar por fractura a la mansión de los esposos Carballo para intimidar a la vieja bruja Juliana, haciéndola perecer desnucada cuando se le pase la mano a un sicario por él contratado, y saliéndose con la suya, por mero azar, luego de que, en la rumbosa boda de Encarna y Don Acadio, el histérico marido infiel de regreso Jorge muera baleado accidentalmente por el provecto literato Ernesto Neto (Alejandro Camacho), el vetarro amante hipermadreado de Leonora, permitiendo que sea por fin providencialmente conjurada la ñerez insatisfecha.
La ñerez insatisfecha intenta con nula sutileza hacer una adaptación / reaclimatación con cambio de género de la inmortal obra de Eça de Queirós, en general y en detalle, en todos sus aspectos y enfoques, pues no se trata de hacer una versión fiel al espíritu del original de esta historia de seducción y chantaje, como lo fue la anterior versión mexicana arriba mencionada, así como la clásica versión silente del portugués Georges Pallu (El primo Basilio, 1922), del argentino Carlos Schliepper (El deseo, 1944) o las más recientes del brasileño Daniel Filho (El primo Basilio para televisión, 1988, y para