Doctrina mística de las letras y nombres
2. Los nombres comunes y expresables de los elementos, prosigue la tétrada, son: eones, Palabras, Raíces, Simientes, Pleromas, Frutos; en cuanto a las propiedades características de cada uno de ellos, están encerradas y comprendidas en el nombre de Iglesia.
La última letra del último de los elementos hizo oír su voz, cuyo sonido, saliendo del Todo, engendró unos elementos propios a imagen de los elementos de ese Todo: nuestro mundo y lo que ha existido antes de él provienen de los elementos engendrados de esa manera.
La letra misma, cuyo sonido se propagaba así hacia abajo, fue tomada arriba por su sílaba para que se completara el Todo; en cambio el sonido quedó abajo como algo arrojado fuera.
El Elemento mismo, de donde había descendido la letra a las regiones inferiores con su enunciación comprende treinta letras según la Tétrada; y cada una de estas treinta letras contiene en sí otras, que sirven para nombrarla; y estas últimas letras, a su vez, son nombradas por medio de otras, y así sucesivamente, de suerte que la multitud de letras llega hasta el infinito.
Comprenderás mejor de esta manera lo que ella quiere decir: por ejemplo, el elemento delta tiene en sí cinco letras, a saber, la delta misma, la épsilon, la lambda, la tau, y el alfa; estas letras a su vez se escriben por medio de otras letras, y estas últimas por medio de otras.
Si por tanto toda la sustancia de delta se extiende así hasta el infinito, por el hecho de que no cesan las letras de engendrarse unas a otras y de sucederse, ¡cuánto mayor aún será el océano de las letras del Elemento por excelencia!; y si una sola letra es así de inmensa, puedes comprender cuál será la cantidad de letras que supondrá el Nombre entero, puesto que, según la enseñanza del Silencio de Marcos es de letras de lo que está constituido el Pre-Padre.
Este es el motivo por el cual el Padre, viendo su propia incomprehensibilidad, ha dado a cada uno de los elementos –que Marcos llama también eones– la facultad de emitir su propio sonido, por el hecho de que es imposible que uno solo pueda resonar como el Todo.
3. Después de haber hecho conocer todo esto, la Tétrada dijo a Marcos: “Quiero mostrarte también la Verdad misma, porque la he hecho descender de las moradas superiores para que tú la veas desnuda y puedas contemplar su hermosura y también para que la oigas hablar y admires su sabiduría. Ves por tanto, arriba, su cabeza, que es el alfa y omega, su cuello que es la beta y psi, sus brazos y manos que son la gamma y ji, su pecho que es delta y fi, su cintura que es epsilón e ypsilón, su vientre que es dseda y tau, sus partes que son eta y sigma, sus muslos que son zeta y rho, sus piernas que son cappa y omicrón, sus tobillos que son lambda y xi, sus pies que son my y ny”.
¡He aquí, según el Mago, el cuerpo de la Verdad, he aquí la estructura del Elemento, he aquí el carácter de la Letra! A este elemento da él el nombre de Hombre: y es, según él, la fuente de toda Palabra, el principio de toda voz, la expresión de todo lo Indecible, la boca del Silencio silencioso. He aquí por tanto tu cuerpo. Pero tú, prosigue la Tétrada, alzando más arriba los pensamientos de tu espíritu, escucha, de la boca de la Verdad, la Palabra engendradora de sí misma y donadora del Padre.
4. Cuando la Tétrada habló de esta manera, la Verdad se fijó en Marcos, y, abriendo la boca pronunció una palabra, esta palabra fue un nombre, y este nombre es el que conocemos y hablamos: “Cristo-Jesús”; después de pronunciar este nombre, calló inmediatamente.
Cuando Marcos esperaba que la Verdad dijera algo más, apareció la Tétrada y dijo: “¿Has creído despreciable la palabra que has oído de la boca de la Verdad? El Nombre que tú conoces y crees poseer no es más que un Nombre antiguo, porque no posees más que el sonido de ese Nombre e ignoras su valor. Porque Iesous (Jesús) es un Nombre famoso que tiene sólo seis letras, conocido de todos los “llamados”, pero el Nombre, que se encuentra entre los eones del Pleroma, se compone de muchas partes, es de forma y tipo diferentes y conocido solamente de aquellos que son sus parientes, cuyas “Grandezas” están siempre ante él.
5. Por tanto estas veinticuatro letras,33 en uso entre vosotros, son emanaciones figurativas de tres Virtudes que contienen el número total de los elementos de arriba.
Las nueve consonantes mudas son figuras del Padre y de la Verdad, que son mudos, es decir indecibles e inefables. Las ocho semivocales simbolizan al Logos y a la Vida, porque son como una vía intermedia entre las mudas y las vocales y reciben tanto la emanación, de lo que está encima de ellas, como la elevación de lo que está debajo.
En fin, las siete vocales representan al Hombre y a la Iglesia, porque saliendo del Hombre es como la voz ha formado todas las cosas: porque el sonido de la voz los ha envuelto con una forma. El Logos y la Vida tienen por tanto el número ocho, el Hombre y la Iglesia el número siete, el Padre y la Verdad el número nueve.
A causa de la cuenta deficiente, el que estaba junto al Padre descendió, enviando fuera a aquel de quien se había separado, a fin de enderezar lo hecho, para que la unidad de los Pleromas, poseyendo la igualdad, fructifique en todos y produzca una sola Virtud procedente de todos. Así el número siete ha recibido el valor del número ocho y se han hecho tres lugares semejantes para recibir las Ogdóadas, porque, al venir el número ocho tres veces, ha manifestado el número veinticuatro. Y los tres elementos que Marcos dice estar unidos por syzygias (parejas) a tres virtudes, y que hacen así el número seis, de donde derivan los veinticuatro elementos así doblados y multiplicados por la cifra de la indecible tétrada dan también ese mismo número 24.
Según él, estos elementos pertenecen al Innominable; pero se revisten de las tres virtudes a semejanza del Invisible. Imágenes de estos elementos son las letras dobles de nuestro alfabeto: añadiendo estas letras a los veinticuatro elementos se obtiene por analogía el número treinta.
6. El fruto de este cálculo y de esta economía apareció, según él, a semejanza de la imagen en aquel que después de seis días (Mt. 17:1), subió a la montaña en cuarto lugar y llegó a ser el sexto; a continuación descendió y se detuvo en la Hebdómada, cuando era la célebre Ogdóada y tenía en sí el número total de los elementos, número que manifestó el descenso de la paloma, cuando vino a bautizarse, y es el alfa y la omega, que hacen el número 801. Por eso dice Moisés que el hombre ha sido creado el día sexto (Gn. 1:31) y por eso la economía ha tenido lugar también el día sexto, que es la Parasceve, día en que el segundo hombre apareció para regenerar al primero; y el principio y el fin de esta economía tuvo lugar en la hora sexta, en la que fue clavado al madero. Porque el Entendimiento perfecto conociendo que el número seis posee una virtud de creación y regeneración, ha manifestado a los hijos de la luz34 la regeneración realizada por medio del número insigne aparecido en el segundo Adán.
De aquí proviene que las letras dobles posean también ellas un número insigne, según Marcos, porque el número insigne mezclado con los veinticuatro elementos produce el Nombre de treinta letras.
7. Y el número insigne utilizó como ayuda la Magnitud de siete números, tal como dice el Silencio de Marcos, a fin de que se manifieste el “fruto de su libre decisión”. Según la Magnitud, debes comprender que este número insigne al presente es el que ha sido formado por otro número insigne anterior, que separado en partes, ha quedado truncado y fuera, y que por su propia virtud y prudencia, por medio de la emisión que de él proviene, ha colocado un alma en nuestro mundo (este mundo que comprende siete virtudes a imitación de la virtud de la Hebdómada), y ha hecho de ella el alma del universo visible.
Se sirve él de esta obra como de una cosa producida por él mismo; y, en cambio, las demás cosas, siendo imitaciones de realidades inimitables, están al servicio de la Enthimesis de la Madre. El primer cielo hace oír el sonido de alfa, el siguiente cielo