Éste volvió al Pleroma, y, sin duda, como se nos da a entender, no tuvo el valor de descender por segunda vez. Envió a ella al Paráclito, esto es, al Salvador, en tanto que el Padre le daba toda virtud y ponía bajo su dominio todas las cosas (Mt. 11:27; Lc. 10:22), y los eones hacían los mismo, a fin de que “por él fueran hechas todas las cosas, las visibles y las invisibles, los tronos, las divinidades y dominaciones” (Col. 1:16). El Salvador por tanto fue enviado a ella con sus coetáneos, los Ángeles. Dicen que Acamoth (la Madre) habiéndole mirado respetuosamente, se cubrió primero con un velo por reverencia; y después, cuando le vio con todos sus frutos, corrió a su encuentro y recibió una virtud con su aparición. Él la preparó con una formación según la gnosis y efectuó la curación de sus pasiones, apartándolas de ella; pero no pudo despreciarlas, porque no era posible hacerlas desaparecer como las de la primera Sabiduría, porque habían arraigado como hábitos vigorosos en ella. Las colocó aparte, las mezcló y las coaguló; y de una pasión inmaterial las convirtió en materia incorpórea; después produjo en ellas unas propiedades y una naturaleza, para permitirles formar unas combinaciones y unos cuerpos, de manera que tuvieran dos sustancias, a saber, una mala salida de las pasiones y otra procedente de la conversión, que estuviera mezclada de pasión; por eso dicen que ha sido el Salvador el que ha realizado virtualmente la obra del Demiurgo.
En cuanto a Acamoth, libre de su pasión, concibió con gozo de la visión de las Luces, que estaban con el Salvador, es decir, de los Ángeles que le acompañaban; habiendo quedado embarazada con su vista, dio a luz, según ellos, los frutos a imagen de esos Ángeles, dicho de otra manera, un parto espiritual a semejanza de los guardianes del cuerpo del Salvador.
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El Demiurgo y el origen del Universo
1. Por tanto había, según ellos, tres elementos: el elemento que provenía de la pasión, es decir, la materia; el elemento procedente de la conversión, es decir, lo “animal”, y, en fin, el elemento dado a luz por Acamoth, es decir, lo “espiritual”. Acamoth se encargó entonces de la formación de esos elementos. Sin embargo no tenía ella poder para formar el elemento espiritual, porque este elemento le era consustancial. Y tuvo que dedicarse a la formación de la sustancia salida de su “conversión”, es decir, de la sustancia psíquica y fue la causa de las enseñanzas procedentes del Salvador.
En primer lugar, según ellos, formó de esta sustancia psíquica a aquel que es el Dios, el Padre y el Rey de todos los seres, tanto de los que le son consustanciales, es decir, de los psíquicos,9 a los que llaman de la derecha, como de los que han salido de la pasión y de la materia y que ellos llaman de la izquierda.10 Dicen que este Dios formó todo aquello que está tras él, movido, sin saberlo él, por su Madre. Por eso le llaman o bien “Madre-Padre”, o “Sin Padre”, o “Demiurgo”, o “Padre”; dicen de él que es el Padre de los que están a la derecha, es decir, de los psíquicos, y Demiurgo de los que están a la izquierda, o sea, de los hílicos,11 y Rey de los unos y de los otros. Porque, según ellos, esta Enthimesis, habiendo resuelto hacer todas las cosas en honor de los eones, realizó sus imágenes, o más bien el Salvador las hizo por medio de ella. Ella ofreció la imagen del Padre invisible, desconocid12 por el Demiurgo; por su parte, el Demiurgo ofreció la imagen del Hijo Unigénito, de la misma manera que los Ángeles y los Arcángeles hechos por el Demiurgo ofrecieron la imagen de los demás eones.
2. Por tanto, según ellos, el Demiurgo llegó a ser el Padre y Dios de los seres exteriores al Pleroma, por ser el autor de todos los seres psíquicos e hílicos.
Él separó la una de la otra las dos sustancias, que se hallaban mezcladas entre sí, y, de incorpóreas que eran, las hizo corpóreas; fabricó entonces los seres celestes y los terrestres, y llegó a ser el Autor de los seres psíquicos e hílicos, de los seres de la derecha y de la izquierda, de los que son ligeros y pesados, de los que tienden hacia arriba y de los que tienden hacia abajo. Dispuso siete cielos, sobre los cuales, según ellos, se encuentra Él.
Por eso le llaman la “Hebdómada”, en tanto que llaman Ogdóada a la Madre, es decir, a Acamoth, quien posee así el nombre de la fundamental y primitiva Ogdóada, la del Pleroma. Estos siete Cielos son, según ellos, de naturaleza inteligente: los Ángeles. El Demiurgo mismo es también un Ángel, pero semejante a un dios. De la misma manera el Paraíso, situado sobre el tercer cielo es, según ellos, el cuarto Arcángel por su virtud. Y Adán recibió algo de él, cuando estuvo allí.
3. Aseguran que el Demiurgo se imaginó que todas estas creaciones las producía él de sí mismo, pero en realidad no hacía más que realizar las producciones de Acamoth: Hizo un cielo sin conocer el Cielo, modeló a un hombre sin conocer al Hombre, hizo aparecer una tierra desconociendo la Tierra, y así, en todas las cosas, ignoró, según ellos, los modelos de los seres que hacía. Ignoró incluso hasta a su Madre misma. Se creyó a sí mismo el ser todas las cosas. La causa de una tal presunción se debió, según ellos, a que la Madre decidió producirle como cabeza y principio de su sustancia y Señor de toda la obra de su creación. A esta Madre llaman también Ogdóada, Sabiduría, Tierra, Jerusalén, Espíritu Santo y Señor en masculino. Ella ocupa el lugar Intermedio: y está sobre el Demiurgo, pero por debajo y fuera del Pleroma, por lo menos hasta la consumación final.
Sustancia de la materia
4. La sustancia hílica por tanto, según ellos, ha surgido de tres pasiones: del temor, de la tristeza y de la turbación. En primer lugar, del temor y de la conversión han salido los seres psíquicos; pretenden que el Demiurgo ha tenido su origen de la “conversión”, en tanto que del temor proviene el resto de la sustancia psíquica, a saber, las almas de los animales mudos y de los hombres.
Por este motivo el Demiurgo, demasiado débil para conocer lo espiritual, se creyó el único Dios y dijo por boca de los profetas: “Yo soy Dios, y no hay otro dios fuera de mí” (Éx. 20:5; Is. 45:5, 6; 46:9). En segundo lugar, de la tristeza han salido, según su enseñanza, los “espíritus del mal”. De ella han tenido su origen el Diablo, al que ellos llaman también “Gobernador del mundo”;13 los demonios y toda la sustancia del mal. Pero dicen que, mientras el Demiurgo es el hijo psíquico de su Madre, el Gobernador del mundo es la criatura del Demiurgo; sin embargo el Gobernador del mundo conoce lo que hay sobre él, por ser un “espíritu” del mal, en tanto que el Demiurgo lo ignora, por ser de naturaleza psíquica. Su Madre reside en el lugar supraceleste llamado el Intermedio, el Demiurgo, en cambio, en el lugar celeste llamado la Hebdómada; en cuanto al Gobernador del mundo, habita en nuestro mundo.
En tercer lugar, del pasmo y de la turbación han surgido como de cosa menos sensata, tal como dijimos anteriormente, los elementos corpóreos del mundo;14 la fijación del terror ha dado como fruto, la tierra; el movimiento del temor ha dado el agua; la coagulación de la tristeza ha producido el aire; en cuanto al fuego, se halla en todos los elementos como su muerte y corrupción, de la misma manera que la ignorancia, según ellos, se halla oculta en las tres pasiones.
Origen del hombre
5. Cuando el Demiurgo15 autor del mundo, creó también al hombre, “del polvo de la tierra” (Gn. 2:7), tomado no de esta tierra seca, sino de una sustancia invisible y de una materia fluida e inconsistente. En este hombre, dicen, insufló después al hombre psíquico. Y tal es el hombre que fue hecho “a imagen y semejanza”. Primeramente, según la imagen, el hombre es hílico, próximo a Dios, pero sin ser consustancial a él. Después,