Un segundo núcleo se relaciona con aquellas pesquisas preocupadas por los significados y efectos de las agendas de desarrollo global en los proyectos comunitarios del Pacífico sur, así como con las resignificaciones culturales y políticas de dichas agendas localmente. El debate aquí lo configura la pregunta por cómo las narrativas noratlánticas sobre el desarrollo, así como sus lógicas, discursos y prácticas glolocales han desconocido, invisibilizado o negado las visiones de desarrollo conectadas con prácticas culturales de orden ancestral, afectando con ello lugares, vidas y redes comunitarias. La literatura que nutre este núcleo coloca en el centro del debate las tensiones del desarrollo en el Pacífico colombiano. En esta literatura se abordan fricciones que conectan a distintos agentes, con distintos capitales y capacidad de incidencia, por ejemplo, las agencias estatales, las comunidades indígenas, los consejos comunitarios, los grupos empresariales, los actores armados, las redes del crimen; además, visualizan las formas diferenciadas de materialización de despojos y exclusiones en los territorios. Aquí podemos destacar los trabajos de Escobar (2010), Ducon (2010), Jiménez y Delgado (2008), Loingsigh (2013), Hoffman (2001), Leal y Restrepo (2003), Codhes (2013), Rosero (2002), Proceso de Comunidades Negras (PCN) (2007, 2012). A través de este conjunto de lecturas, se puede comprender cómo Buenaventura ha sido expresión de las ambigüedades del desarrollo, en cuanto se presenta como un lugar conectado a las agendas dominantes del desarrollo como puerto económico, pero también como un espacio desarticulador, en muchos sentidos, de procesos territoriales e iniciativas comunitarias.
Un tercer núcleo de estudios ha realizado una caracterización histórica o coyuntural de las violencias y de las afectaciones diferenciadas, generadas por el conflicto en el territorio y en los tejidos culturales y organizativos. Este núcleo proporciona una lectura de largo plazo sobre las dinámicas de conflictividad política, social y armada con la idea de que en el Pacífico colombiano se configuran y reconfiguran unos regímenes de violencias glolocales y unas geografías y circuitos de terror zonificados. En estos regímenes y circuitos resultan notorias las disputas de actores armados legales e ilegales por corredores estratégicos dentro y fuera del territorio y por mantener hegemonías sobre poblaciones y recursos. Además, ambos se caracterizan por ser generadores de violencias estructurales y culturales y articuladores de una diversidad de daños (históricos, psicosociales, territoriales, culturales, organizativos, políticos, individuales). Este núcleo está fundamentado en una literatura que aborda críticamente las incapacidades estatales para contener las geografías del terror con particulares impactos en poblaciones más vulnerables (líderes, mujeres, jóvenes, niños y niñas). Aquí podemos situar las perspectivas de Oslender (2004), Human Rights Watch (2014), CNMH (2015a), Guzmán y Moreno (2007), Loingsigh (2013). El aporte de esta literatura ha sido central para reconocer la interacción constante entre los niveles macro y micro del conflicto en el Pacífico, es decir, entre los regímenes de violencias y los circuitos de terror que terminan afectando a las iniciativas con las que trabajamos y provocando posiblemente respuestas de afrontamiento con significativa resonancia.
Un cuarto núcleo está relacionado con la comprensión de las acciones colectivas, tanto las comunitarias como las desplegadas por colectivos y movimientos en el Pacífico sur, así como sus potenciales y dificultades. El énfasis de este núcleo ha sido la historización y mapeo de las múltiples acciones de reivindicación en torno a derechos étnicos, culturales y territoriales. Además, este núcleo se ha preocupado por la identificación de los efectos del reconocimiento de los derechos territoriales y la forma en que ello reconfigura o no los órdenes estatales locales. En este conjunto de discusiones destaca el papel de los liderazgos, los imperativos organizativos, la riqueza y potencia de los repertorios de acción, los alcances de los marcos de oportunidad política para estas acciones y las alianzas entre organizaciones tejidas a nivel local, regional, nacional e internacional. En este núcleo podemos agrupar trabajos como los de PCN (2007), Grueso (2010), Hoffman (2002), Domínguez (2017), Espinosa (2014) y Castillo et ál. (2009). Ahora bien, estas perspectivas, permiten leer el Pacífico en una doble condición estratégica: por una parte, como un espacio para las aperturas de capital y los megaproyectos; por otra parte, como lugar para el despliegue de formas de lucha movilizadas en la defensa de la vida y la recuperación de los territorios.
Finalmente, un quinto núcleo de reflexiones gira sobre los repertorios locales de memoria como formas de territorializar la vida en medio de ordenes violentos. El centro aquí es el balance de los repertorios, artefactos y dispositivos construidos y movilizados por diversas iniciativas y colectivos de memoria en procesos de reterritorialización. Aquí destaca una visión sobre repertorios que cubren actos de desobediencia civil, defensa de espacios públicos, conmemoraciones, marchas, puestas en escena, y utilización de lenguajes alternativos y creativos. En el balance de estas experiencias sobresale la memoria como vehículo de denuncia y resistencia creativa; además, se plantea un vínculo potente para nuestros intereses, y es el de la relación entre identidad y memoria. Esta perspectiva sostiene el posicionamiento de las iniciativas de memoria como espacios para la construcción de comunidades emocionales (Jimeno, 2010), donde el sufrimiento y su afrontamiento devienen en experiencias compartidas. Cobra particular importancia desde este núcleo el análisis del lugar ocupado en estas iniciativas por la Iglesia, los jóvenes y las mujeres, y la forma en la que desde ellos son rehabitados los lugares de dolor, resignificados los espacios arrasados y revitalizadas ciertas prácticas tradicionales. En este último núcleo tenemos para la región, entre otros, los trabajos del CNMH (2015a, 2015b), Grueso (2010), Parrado y Jaramillo (2020) y Jaramillo et ál. (2019).
El valor de las memorias transformadoras
Entonces en Colombia son unas huellas de africanía que llegan a hacer memoria [...]. Cuando intentamos no dejar de lado el cuero, el tambor, yo entiendo esto [como] remembranza. Es recordar todas esas memorias históricas que nos han servido demasiado a todos los procesos [...]. Recordamos para saber lo que sufrimos, para buscar una estrategia, para no sufrir lo mismo para —cuando venga el opresor— saber ya cómo hacerle el lado [...]. La memoria histórica nos ayuda también para eso y, dentro de un marco del conflicto armado, entra más todavía a darle relevancia a aquellos que cayeron luchando por nosotras y por nosotros [...]. Creo que desde allí abordamos nosotros el tema de la memoria histórica.
Entrevista a miembro del Grupo Arambeé, 2017
Testimonios como el que anotamos como epígrafe de esta parte del capítulo introductorio aparecen varias veces en las entrevistas que hicimos a distintos actores comunitarios de Buenaventura durante el trabajo de campo. Ellos escenifican el sentido, los alcances o los límites de unas memorias que no han dejado de performar, a través de lo corporal y lo narrativo, a grupos y colectivos. La peculiaridad del Grupo Arambeé consiste en “narrar mediante el cuerpo ciertas situaciones que se vivieron en el puerto, buscando la reivindicación de prácticas tradicionales y la construcción de propuestas artísticas que involucren relatos del pasado y del presente” (Jaramillo et ál., 2019, p. 111).
Esta memoria no se estanca ni se momifica, sino que se canta, baila, narra, cocina, poetiza, corporaliza en un sinfín de repertorios y registros. Es una memoria viva en la comunidad. Pero podría uno preguntar: ¿por qué este apego al pasado, a los ancestros, a aquello de lo que no quedan más que huellas