Al equipo humano de las vicerrectorías Académicas y de Investigación y, en especial, a sus vicerrectores Luis David Prieto y Luis Miguel Rengifo respectivamente por alentar el proceso. A Germán Mejía, decano de la Facultad de Ciencias Sociales, a Janneth Aldana, directora del Departamento de Sociología, y a Martha Márquez, directora del Instituto Pensar, por el apoyo decidido a dos de sus profesores-investigadores para realizar campo y dedicar tiempo para la escritura. A la actual directora del Doctorado en Ciencias Sociales Humanas, Amada Carolina Pérez, por acoger este proyecto editorial en el seno de la Colección Tejidos y al equipo de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana, dirigida por Nicolás Morales, por hacer posible toda la artesanía de la publicación.
A los nueve investigadores e investigadoras que, con base en sus trayectorias, experticias y experiencias de investigación en Buenaventura, contribuyeron con sus capítulos a la construcción del libro. A los evaluadores anónimos de la primera versión del libro por sus aportes constructivos a su mejoramiento y al profesor Santiago Arboleda por honrarnos con un prólogo. A la profesora Margarita Echeverry del Departamento de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, a Luis Fernando Gómez, a Andrés Pacheco, a Verónica Riascos, a Jhon Erik Caicedo, a Adriel Ruiz y a los jóvenes de la Escuela de Comunicación Popular Ubuntu, por el bonito tejido investigativo que resultó en la producción del documental Somos resistencia. Al investigador Alex Grulli, quien nos acompañó en una estancia investigativa que le sirvió para su tesis de maestría en Cooperación y Desarrollo en la Universidad Politécnica de Valencia sobre procesos de oralitura en Buenaventura. A Erika, la coinvestigadora del proyecto, por su compromiso total en estos años de complicidades investigativas, su sensibilidad ético-política con la gente y su capacidad para leer el territorio fueron decisivas.
Sin el apoyo, tiempo y generosidad de todos y todas, el proyecto que da vida a este libro hubiera sido imposible.
LOS EDITORES
PLUS-DOLOR Y POÉTICA DE LA VIDA
Buenaventura está imaginada y planificada para la reproducción del capital y el sostenimiento de otras vidas: de vidas no afrocolombianas. Gerenciado directamente por la Presidencia de la República, el Plan Maestro 2050 consiste en la radicalización del proyecto de muerte contra las comunidades propietarias de estos territorios rurales y urbanos, a través de la consumación del ecogenoetnocidio, con renovadas prácticas neocoloniales de la blanquitud, como ideología estructurante de la realidad, en su engranaje transnacional y de colonialismo interno nacional.
Cuando menos, a partir de los años treinta, se escuchan voces en el Pacífico que han denunciado la violencia y la exclusión estructural socio-racista, proponiendo al Estado y al país, caminos democráticos, de justicia social. El plan regional del parlamentario guapireño Sofonías Yacup, luego publicado en su libro Litoral recóndito (1934), es representativo de estas búsquedas. Desde finales de los años cincuenta, hasta el momento de su muerte, el 21 de enero de 1972, monseñor Gerardo Valencia Cano, obispo de Buenaventura, “el hermano mayor”, como le llamaban los nativos, se opuso abiertamente al oprobio de la destrucción y la dependencia. Acusado de ser un “cura rojo”, por los gobiernos del Frente Nacional, antecedió el destino por el que luego descenderían los presidentes Jaime Roldós y Omar Torrijos, en tiempos no muy lejanos, en que los aviones en pleno vuelo, como de papel, se caían por el peso de los personajes que llevaban. Valencia Cano, en conjunto con sus grupos de trabajo, dejó en funcionamiento una institucionalidad educativa, comunitaria y económica sustentable para el mantenimiento de los ecosistemas y la autonomía colectiva. Además, legó un amplio programa, aún vigente, por recuperarse. Defendió e imaginó la vida en Buenaventura y en el Pacífico, desde una postura utópica, posible. Mostró la construcción de futuro en presente, en el día a día.
Este libro se sitúa en dicha tradición de interpelación propositiva; por ello, impugna el patrón de sometimiento, de fatalidad histórica para este pueblo: lo deconstruye para la comprensión de todos y discute salidas, valorando la imaginación social y la creatividad, articulada desde la movilización de la memoria, a través de diferentes expresiones artísticas y simbólicas que no solo denuncian, sino que retan y señalan posibilidades para la vida digna, bajo el imperativo de la responsabilidad colectiva y el bien común, profundamente triturado por la violencia, pero defendido y restablecido con girones de experiencias, sueños, ilusiones y esperanzas.
Los siete capítulos cumplen con lucidez el propósito de enfrentar el memoricidio y evitar al máximo el triunfo total de la mentira, los eufemismos y la impunidad enarbolada como trofeo por los expoliadores, que catapultan su victoria con el silenciamiento y el olvido. A lo largo de estas páginas, renovamos la consciencia de que siempre será una victoria parcial, mientras quede humeante el recuerdo, la evocación y la memoria de la ignominia y de la crisis humanitaria perpetua, reeditada como herencia colonial en la coyuntura actual. Esta rearticulación, recreación e invención incesante de sentidos sociales de liberación es el combustible que define la idea de diáspora africana y, en general, de muchos pueblos en exilio.
La memoria así cultivada da cuenta de sistemas de pensamiento, como el muntú o el ubuntu, fundados en afroepistemologías y sabidurías, presentes en filosofías y espiritualidades que despliegan el tiempo, articulados a los ciclos vivenciales de la naturaleza o a territorios limitados por los mandatos que imponen los dones o atributos de los montes, las aguas, los vientos, la luna y el sol. Son unas cosmologías que pueden operar incluso como sustratos inconscientes en los jóvenes y en las generaciones totalmente urbanas, manifiestas en visiones temporespaciales que perturban e intervienen la concepción rectilínea del tiempo, de la modernidad capitalista antropocéntrica, en su carrera de acumulación sin fin, sin límite alguno. El libro contribuye a enriquecer estas reflexiones.
Esta memoria y su ordenamiento es consustancial a las formas de conversar y narrar los acontecimientos, en los relatos de ayer y hoy. Esto ha sido escrutado por el escritor Alfredo Vanín, a lo largo de su obra ensayística, especialmente en su bello texto Las culturas fluviales del encantamiento (2017). Se trata de la defensa encantada de la vida, de exorcizar el desencantamiento, la destrucción de la metáfora, de la poética de la vida planetaria, cuyo núcleo son las oralituras (Yoro Fall, 1992), las filosofías cantadas, como patrimonio vivo. Memorias que son sutura y aliciente, material para vivir el presente, diseñar el futuro inmediato e imaginar el mediano y largo plazo, desde el dolor de lo sucedido y la felicidad de continuar en pie, una compleja simbiosis de sentimientos y emociones, impronta del plus-dolor. Es un sufrimiento encriptado en el horizonte esperanzador de un mañana mejor, inclaudicable; un afianzamiento del ser colectivo ecobiocéntrico, holístico, que sitúa la felicidad y alegría como lugar y territorio cotidiano de existencia y no como una meta que se consigue con el tiempo.
La alegría y la felicidad de estar siendo en esta comprensión de la vida se debe sobreponer siempre al terror, al padecimiento y a la adversidad. Es una clave histórica constatable existencialmente en la experiencia afrodiaspórica y en su actitud creativa de transformar las circunstancias dolorosas, sin olvidar lo esencial: la enseñanza transformada en pedagogía y didáctica social para su mantenimiento y conservación dinámica en la tradición oral, que puede devenir en historia oral o escrita, como práctica consuetudinaria de suficiencia íntima y reexistencia. Se trata de las autosanaciones y autoproducciones históricosociales, forzadas por el colonialismo de larga duración. Autoreparaciones colectivas estructurales, que no han dependido de las políticas públicas del Estado para continuar con sus modos de comunidades biosistémicas, sabrosamente conectadas con múltiples presencias: visibles, invisibles, humanas y no humanas. Un torrencial sentipensamiento cósmico de la vida, que hoy exige