En defensa de Julián Besteiro, socialista. Andrés Saborit. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Andrés Saborit
Издательство: Bookwire
Серия: Historia y Sociedad
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788417893279
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su hermana Mercedes, un sobrino de ambas y algún otro, muy pocos más. Las referencias publicadas por el doctor Olaso, reproducidas incluso en prensa socialista por la noble intención que las guiaba, carecen en absoluto de fundamento. El párroco de Carmona no intervino en el sepelio civil de Julián Besteiro ni tenía por qué hacerlo, desde ningún punto de vista. Fue la viuda de Besteiro, cumpliendo la voluntad de su esposo, quien decidió lo que era preciso hacer, y el alcalde de Carmona quien señaló la hora, muy intempestiva, para evitar que hubiese trabajadores en la fúnebre comitiva.

      MI OFRENDA A JULIÁN BESTEIRO5

      Las deportaciones y la ley de fugas, practicadas por el Gobierno Dato-Bugallal, se extendían por toda España en aquellos tenebrosos días del año 1921.

      El alcalde de Baeza, puesto de acuerdo con las autoridades locales, trazaba en su despacho la criminal maniobra por la que serían atrapados y eliminados definitivamente después determinados elementos de las organizaciones locales de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista.

      Un funcionario municipal, discretamente escondido, escuchó cuanto preparaba el monterilla, avisando a tiempo a las dos presuntas víctimas, que pudieron escapar, vagando por los campos, bajo crueles temperaturas, atravesando ríos, hasta llegar a una estación ferroviaria sin importancia, para abordar un tren que nos condujera a Madrid.

      Llegados a la Casa del Pueblo de Madrid, en lamentable estado, obtuvimos la solidaridad de nuestros camaradas para hacer frente a nuestro derrotado ajuar, y gracias al bueno de Lucio Martínez, a quien conocíamos por haber estado en Baeza en viaje de propaganda, pudimos llegar hasta el Congreso de los Diputados, donde, en la sala de visitas, nos escuchó el querido compañero Julián Besteiro, tomando nota de cuanto manifestábamos.

      La entrevista, larga y cordial, nos dejó una impresión imborrable. Besteiro nos entregó algunas cantidades de su bolsillo particular, para hacer frente a la situación y no regresar tan pronto a Baeza. En sus palabras encontramos inmensa confianza, aliento moral para seguir la lucha.

      Llamó Besteiro a Saborit, diputado como él, informándole rápidamente de lo sucedido en nuestro pueblo, de lo que ya tenía antecedentes recibidos en la secretaría del Partido Socialista, y todos juntos pasamos a visitar al ministro de la Gobernación en el despacho del Gobierno en el Congreso.

      Las incidencias de tal entrevista vivirán eternamente en mi recuerdo. Besteiro, transfigurado, enérgico, anonadaba a Bugallal, haciéndole responsable de la política de atropellos que se cometía en la provincia de Jaén. Exigía rotundamente garantía para nuestras vidas, al regresar a Baeza. Bugallal no la daba. Se limitaba a decir que se informaría de todo, y se lo comunicaría a Besteiro, sin aceptar la versión recibida hasta comprobarla con la que dijeran las autoridades locales y provinciales.

      Finalmente, se convino esperásemos en Madrid hasta que el ministro respondiera a Besteiro dándole garantías para nuestro regreso. Pero antes de terminar la entrevista, surgió una pregunta desconcertante de Saborit a Bugallal: «¿Sabe usted, señor ministro, en dónde está Baeza?» Malhumorado, el ministro respondió: «Hombre, sí, en la provincia de Jaén.» «Bueno; pero cerca de Villacarrillo.» Y Saborit dejó clavado así el caso bien reciente entonces del maltrato sufrido por Besteiro en Villacarrillo, donde estuvo para presenciar la lucha electoral en un domingo en que se elegían los concejales en esa localidad, sin que el caciquismo local permitiera a Besteiro, diputado a Cortes y catedrático, ni siquiera poder saludar a los camaradas de aquella organización. Detenido en las peores condiciones, le pusieron en libertad cuando la farsa electoral había terminado, conduciéndole a la estación de Baeza, con dirección a Madrid.

      RAFAEL MIRA

      II BESTEIRO, OBRERISTA

      NI REFORMISTA NI HUMANISTA

      La rigidez de principios del Socialismo obrerista que Pablo Iglesias había impreso al Partido Socialista fue la que atrajo a Besteiro. Hasta entonces el Socialismo español, con la excepción de Vera y Verdes Montenegro, que actuaron muy esporádicamente, el Partido Obrero había carecido de un verdadero profesor de doctrina marxista. Besteiro lo fue, y lo fue sin decirlo, sin alardear de ello nunca. Sus conferencias interpretando y explicando la obra de Carlos Marx será muy difícil superarlas. Fue marxista en los momentos en que serlo no era popular. Nunca halagó a la muchedumbre ni utilizó en sus intervenciones dentro y fuera de la organización obrera procedimientos desleales. Cuando ocupaba la tribuna en la Casa del Pueblo parecía estar en cátedra delante de sus alumnos. Siempre era el profesor y nunca dejaba de ser el compañero. Casi nadie entre nosotros le llamó «don Julián», sino Besteiro campechanamente como a él le gustaba. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que se encontraba más satisfecho entre modestos y sencillos correligionarios que entre ciertos colegas de profesión, de muchos de los cuales se sentía distanciado por un abismo, aunque figuraron también en las filas socialistas.

      Besteiro estudió el marxismo en Alemania, en las fuentes de origen; pero no fue un fanático de Marx. Con razón dijo más de una vez que si Carlos Marx hubiera podido sobrevivir a su propia obra hubiera estado constantemente analizando y poniendo a prueba sus principios. El marxismo no es un dogma, es «un método, es un modo de acción, es un camino para investigar la verdad en los problemas históricos y sociales, un camino a seguir sólida y reciamente para operar una verdadera transformación social», según sus propias expresiones.

      Cuando el marxismo se puso de moda entre nosotros, es decir, cuando un grupo de intelectuales más o menos averiados se apodera de esa bandera para iniciar la desventurada era de consignas, mitos y tendencias arbitrariamente dibujadas, Besteiro no quiso ser confundido con esos elementos, muchos de ellos de origen turbio, y apenas sí cultivaba los temas de la filosofía marxista. Fue entonces cuando nació —propagada por auténticos reformistas— la leyenda del reformismo de Besteiro, de su fabianismo, olvidándose quienes lo decían de que en 1917 había votado en contra de que el Partido Socialista tuviera ministros en el caso de que triunfara aquel movimiento, como lo hizo años después, en 1930 cuando se trató de designar a los que ocuparon carteras en el Gobierno de la República.

      No hay un solo hecho que demuestre el reformismo de Besteiro. Por el contrario, toda su obra, toda su actuación, están impregnadas de un profundo sentido revolucionario, de una devoción son límites por la clase trabajadora, en cuyos destinos tenía fe y confianza. «El alma del Socialismo —escribió ya en 1912— no es el alma de la Universidad; es el alma del taller»,1 expresando con esa frase cómo iba a desarrollar su acción en el Partido Socialista, al solicitar su ingreso.

      Tampoco fue partidario de un Socialismo humanista, cuya crítica hizo frecuentemente con fina elegancia. Véase un ejemplo:

      Por eso yo, cuando aparece en nuestras filas, o fuera de ellas, un hombre que habla de Socialismo con un énfasis místico y como si a cada una de sus palabras le precediese el brillo de las zarzas que ardían en Sinaí, e invoca a cada momento los estados íntimos de la consciencia moral y los refinamientos de la sensibilidad, yo desconfío; desconfío porque para ser socialista eso no vale, eso queda oculto como un sentimiento interno e inicial de las actuaciones. Por entusiasmo místico y sentimental se puede llegar a una posición de superioridad protectora, adoptando la actitud de derramar los beneficios de la sabiduría y de la bondad sobre las masas, cuando son estas las que tienen que emanciparse por sí mismas, según les palabras de Marx. O se puede, en un impulso de sentimentalidad, adoptar actitudes que tienen una apariencia radical, pero que en el fondo no valen absolutamente para nada.

      La política de reformas fue defendida por él, como lo fue siempre por Pablo Iglesias, pero sin darle un sentido de colaboración con la burguesía. Ni Iglesias ni Besteiro formaron parte de ningún organismo oficial de carácter intervencionista, aunque defendiera esas táctica como principio esencial de la actuación obrera para garantía de sus intereses de clase.

      ESPIRITUALIDAD DEL PROLETARIADO

      El primer discurso que Besteiro pronunció en el Congreso de los Diputados, en 1918, después de salir del presidio cartagenero, está esmaltado