Rodolfo Walsh en Cuba. Enrique Arrosagaray. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Enrique Arrosagaray
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789874039446
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tu relación con Walsh?

      Timossi: A Walsh le debo haberme conectado con este mundo del periodismo. Yo era amigo de él desde la época en la que nos reuníamos en lo de Poupée, en Buenos Aires -rememora en su des­pacho habanero, sencillo, lleno de papeles y sobre todo de libros. Se despatarra en su silla a lo argentino, piernas abiertas y cruza­das, el trasero al borde del asiento, los hombros al ras del respal­do y la espalda encorvada. Por este rato abandona el “óie chico” y recupera el “vos” y el “che”, aunque se le infiltra por momentos al­gún “contigo” o algún “dime”­-. A mí me ingresó al mundo inte­lectual Paco Urondo, y al periodístico, Rodolfo. Así conocí y traté al propio Paco, a David Viñas, a Zulema Katz que era la esposa en ese momento del director de teatro y televisión David Stivel, a Carlos del Peral, a Juan Fresán, a Poupée Blanchard, a Rodolfo Walsh, a Susana Lugones…

      ¿Te referís a Pirí?

      Timossi: Sí, Pirí Lugones. Como ves, allí ya hay tres o cua­tro muertos; y también estaba Quino. Jugábamos a Los cadáveres Exquisitos; era un juego inventado por el surrealismo francés: uno decía una frase, que se anotaba; otro decía otra, y otro, otra, que no necesariamente tenían que ser concatenadas y que de pronto producían o un poema o un chiste fenomenal.

      ¿Cómo recuerda usted, Poupée, eso de “Los cadáveres…”?

      Poupée Blanchard:“Los cadáveres exquisitos”. ¿Timossi se lo contó?, de él sí me acuerdo mucho porque además vivía cerca de casa. Venía al negocio a cada rato. Pirí tuvo un corto romance con él. Pirí una vez le festejó un cumpleaños con una cena japonesa sentados en el piso, y entonces, como quiso poner las velas, que no tienen que ver con la tradición japonesa pero sí con las nuestras, y no encontraba dónde poner esas velas -porque no había torta-, que serían veintidós o veintitrés, las ató a todas juntas, las encen­dió y con la mano se las acercó para que las soplara. Eso era tan típico de Pirí. Tan graciosa mujer.

      Ese juego era surrealista. Se dividía la concurrencia en dos. De un lado de una hoja se ponía la primera parte de una presunta fra­se y los otros escribían la otra parte. Cuánto más retorcida mejor.

      Y después quedaría cualquier cosa…

      Poupée Blanchard: ¡Noooooooooo! ¡Salían de las cosas más interesantes!

      En ese grupo también había un estudiante de medicina, de tra­yectoria más oscura, por lo menos en comparación con la fama que tomaron Urondo, Quino o Walsh. Y aunque si bien es cierto que no compartió la fama, Carlos Barés sí compartió las noches de los viernes, las charlas, la amistad con Walsh y durante algún período, muchas noches y días continuados con Pirí Lugones.

      ¿Usted también concurría a las reuniones en lo de Poupée?

      Barés: Sí, claro. Las reuniones eran los viernes e iban Miguel Brascó, García Lupo, un abogado socialista al que la mujer lo lla­maba Corchito -no recuerda el nombre o prefiere olvidarlo-, Pirí Lugones, Lili Mazzaferro venía a veces, Juan Fresán, Timossi, Carlos Peralta que lo acusaba a Lupo de haber pertenecido a la Alianza…-es decir, de haber sido fascista o poco menos. En ese tono era la burla.

      ¿En ese momento lo conoce a Walsh?

      Barés: Yo lo conozco a él en el 58, vía Poupée, y no pasa mu­cho hasta que se va a Cuba… Yo andaba con una amiga de Poupée, Pirí Lugones.

      ¿Qué aristas en común tenía usted con Walsh?

      Barés: Nuestro tema era la literatura, pero como él era un tipo muy curioso, trataba que le contara cosas de las materias que yo iba rindiendo. Se preocupaba, era muy curioso. Una curiosidad genuina. Lo científico le llamaba la atención. Cuando él vuelve de Cuba nos vemos menos regularmente. Pero siempre había al­gún café… Apenas me recibí comencé mi especialización en psi­quiatría y eso le interesaba. Le interesaban algunas personas y siempre me preguntaba sobre las características psíquicas de una persona así o asao. Era un gran intuitivo. Él trabajaba muy bien a sus personajes y deducía cómo podían ser en otros aspectos. Él quería redondear y entender bien a ese personaje.

      ¿Se hablaba de política en las reuniones?

      ¿Pero había militancias políticas?

      Barés: ¿Militancias? No recuerdo, no. Creo que nadie.

      Sabemos del viejo trabajo del Partido Comunista entre los intelec­tuales y del entusiasmo del PC con Frondizi…

      Barés:…todos conocíamos gente del PC pero no venían a esas reuniones… Gelman. Juan Gelman era el militante -subraya el militante-, pero nunca vino o tal vez alguna vez suelta, pero no; a veces venía una chica, Electra Peluffo, que era hija del psiquiatra Peluffo, funcionario del PC, pero esa chica venía a veces…-dilu­ye la posibilidad de algún trabajo orgánico.

      Simpatías, sí con lo de Cuba. Todos simpatizábamos. Antes del triunfo sabíamos lo de Sierra Maestra y cuando Rodolfo de­cide ir, pero…

      Lili Mazzaferro no anda bien de salud pero ese pesar no le impide siempre estar muy elegante. Tiene en su andar un aire aristocrático como Poupée, aunque putée en cada oración, tam­bién como Poupée. Hay, evidentemente, cierta matriz común con la Blanchard aunque haya abismos en las simpatías políticas. La Mazzaferro, cara afilada, voz ronca, cabellos cortos, se siente más cómoda en el campo que en la ciudad. Siente placer por estar con sus plantas y siempre que puede, aún hoy, se va de su casa capi­talina en Colegiales. La política no le interesaba y menos la mi­litancia, hasta que asesinaron a su hijo veinteañero en 1971. No mucho tiempo después de ese día se hizo militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y luego montonera.

      Ella recuerda las caras divertidas en aquellas reuniones del 58, tan informales y tan impredecibles y ratifica su desinterés por la política en aquellos días aunque sólo admite una excepción: “era tan fuerte lo que uno sentía por otras cosas, por Cuba por ejemplo”.

      ¿Lo de los cubanos en la sierra lo conocían y lo admiraban desde antes del triunfo de la revolución?

      ¡¡Pirí era una católica de mierda!! -lo enfatiza para duplicar la importancia del giro-. Cuando yo me separo, le pido a Pirí que me salga de testigo, y se negó -por sus prejuicios religiosos-. ¿Sabe quiénes fueron mis testigos de separación? Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson.