La Asamblea General es el órgano de las Naciones Unidas donde los Estados debaten, de manera democrática, las cuestiones actuales. Propone soluciones y, mediante la formación de una “opinión pública mundial”, influye en las políticas, iniciativas y decisiones de las grandes potencias. Sin embargo, la Asamblea General no puede discutir temas que están siendo examinados por el Consejo de Seguridad, que son los más urgentes e importantes, y sus resoluciones no son vinculantes incluso para los Estados que las aprueban.
La Corte Internacional de Justicia arbitra las cuestiones que los Estados les remiten. Su composición contribuye a resolver estas cuestiones mediante decisiones jurídicas, que serán imparciales y equitativas. Pero Estados Unidos no acepta la jurisdicción de la Corte.
Los organismos especializados de la ONU examinan y comparan datos nacionales, publican información y estudios técnicos y proponen soluciones sobre temas específicos. Las agencias organizan la negociación de acuerdos para regular las relaciones entre los Estados en asuntos de su competencia. Dichos acuerdos son teóricamente imparciales y equilibrados, y ninguna de las partes se beneficiaría más que las demás.
El “mundo ideal” es el objeto de la construcción y deconstrucción de las grandes potencias, bajo el liderazgo del Estado imperial, que está creando nuevos instrumentos, nuevas teorías, para que ese “mundo ideal” lo auxilie en sus políticas y acciones en el “mundo real”. El concepto y la práctica del derecho a intervenir es una de estas construcciones recientes.
El mundo descripto anteriormente es el “mundo ideal” de la diplomacia en el que los diplomáticos, especialmente los de los Estados periféricos, creen y trabajan, y en el que luchan por la paz, negocian acuerdos y evitan conflictos armados. Los diplomáticos del imperio y las potencias actúan en este “mundo ideal” de acuerdo con sus objetivos en el “mundo real” y no se dejan engañar por la retórica pacifista.
Entretejido con el “mundo ideal”, donde no se cree que no haya espionaje ni subversión ni conspiración, donde los grandes Estados son buenos y generosos y los pequeños colaboran y dan las gracias, existe el “mundo real” del imperio.
Los ideólogos políticos internacionales buscan, voluntaria o involuntariamente, ocultar la existencia del “mundo real”, donde operan las agencias de inteligencia y subversión, incluido el uso de todas las técnicas de guerra híbrida, con su perfidia, su violencia, su falta de respeto por ley, como instrumentos de sus Estados en la disputa por la hegemonía, la riqueza y el poder.
Los eventos del “mundo real” a menudo se descartan como el fruto de las “teorías de la conspiración”. Sin embargo, el presupuesto aparente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) es de 15.000 millones de dólares, y el de la Agencia de Seguridad Nacional, la más sofisticada y secreta de las agencias estadounidenses, es de 10.000 millones. Hay al menos otras diecisiete agencias de inteligencia estadounidenses y cada estado importante tiene el suyo. Después de los ataques del 11 de septiembre, el presidente George Bush Jr. revocó las leyes que prohibían a los agentes estadounidenses contratar criminales y matar a líderes políticos, lo que revela el tipo de actividad en la que participan estas agencias.
En el “mundo real” está el imperio, con su centro en Washington, con sus provincias (que son Estados nacionales) y sus adversarios, Rusia y China. En el “mundo real”, los Estados llevan a cabo una lucha diaria, que es la política internacional, donde tienen lugar presiones, represalias, sanciones, agresiones, crímenes, espionaje, desinformación, manipulación de opiniones, articulaciones, traiciones, persuasiones, subversión, cooptación, para lo cual el ciberespacio es un área amplia y poderosa de actividad y acción, y cuyo objetivo es contribuir a la apropiación de una porción más grande del producto mundial en beneficio de su sociedad, y del poder para su Estado, que garantiza esta apropiación (y no alcanzar el poder en abstracto).
Tanto el “mundo ideal” como el “mundo real” de nuestros días fueron creados por Estados Unidos de América y no por la “comunidad internacional”.
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En el ejercicio de su hegemonía global, al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos reanudó el proyecto del presidente Woodrow Wilson de crear una organización de Estados nacionales, la Liga de las Naciones, pero con disposiciones que garantizarían la perpetuación de su hegemonía. Los objetivos de Estados Unidos de la posguerra fueron los siguientes:
Obtener la adhesión de la Unión Soviética, la segunda potencia ganadora, a la ONU.
Obtener la adhesión de los principales aliados, Reino Unido y Francia, al sistema de poder consagrado en la Carta de la ONU.
Obtener la adhesión de todos los Estados a las Naciones Unidas.
Promover la desintegración de los imperios coloniales, especialmente británicos y franceses, a través de la ONU y su IV Comisión, para la descolonización.
Otorgar a Estados Unidos el poder de evitar cualquier acción político-militar de la ONU y mantener su independencia para actuar unilateralmente.
Mantener sus tropas estacionadas en Europa y Asia.
Desarmar permanentemente a sus mayores competidores, Alemania y Japón, a través de sus Constituciones nacionales.
Evitar la difusión del conocimiento de la tecnología de fabricación de armas nucleares.
Crear un sistema financiero internacional con el dólar como moneda de reserva y para uso general en transacciones internacionales.
Crear un sistema de comercio global basado en la cláusula de nación más favorecida, trato nacional, aranceles y consolidación.
Crear un sistema para enmarcar, monitorear e inspeccionar las economías nacionales a través de un organismo multilateral “exento”.
Reconstruir las economías europeas para hacer frente a la Unión Soviética y la influencia política soviética en Europa occidental.
Garantizar el acceso a los medios de comunicación de todos los países para participar en la construcción de imágenes sociales, políticas y económicas en sus sociedades y Estados.
Sería difícil clasificar a Estados Unidos como la sede de un imperio en decadencia cuando se enumeran las victorias políticas, económicas, militares e ideológicas que ha logrado desde la Segunda Guerra Mundial, a saber:
La disolución de los imperios británico y francés, a partir de 1957.
La victoria sobre el desafío cubano desde 1960, a través de la Alianza para el Progreso y la implantación de las dictaduras militares modernizadoras.
La aceptación de todos los países para desarmar la energía nuclear y conferir, con su adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear, a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad el oligopolio nuclear en 1968.
La apertura gradual que China hizo a las megacorporaciones multinacionales, que comenzó en 1979.
La retirada de las tropas soviéticas de Europa del Este en 1985.
La desintegración territorial de la Unión Soviética en 1991.
El desarme permanentemente de sus mayores competidores, Alemania y Japón, a través de sus Constituciones nacionales.
Crear un sistema de comercio global basado en la cláusula de nación más favorecida, trato nacional, aranceles y consolidación.
Crear un sistema para enmarcar, monitorear e inspeccionar las economías nacionales a través de un organismo multilateral “exento”.
Reconstruir las economías europeas para hacer frente a la Unión Soviética y su influencia política en Europa occidental.
Garantizar el