Una obra adquiere relevancia particular porque profundiza un tema específico o porque consigue un análisis amplio asistemático de una problemática. El segundo aspecto es el caso de este libro que analiza de forma cuidadosa la coyuntura mundial impactada por la crisis sanitaria de la Covid-19 y los cambios que se vienen desarrollando en el contexto de lo que podríamos llamar una transición hegemónica del sistema mundial. Se trata de un estudio que abraza dos objetivos centrales: comprender la crisis actual y el orden mundial desde una perspectiva histórica y, al mismo tiempo, desarrollar una visión prospectiva de los escenarios futuros posibles y probables, y nos interpela sobre los desafíos para América Latina, para la Argentina (no por casualidad) y para la integración regional soberana, “activa y altiva”.2
Finalmente, y no menos importante, el lector podrá encontrar en este libro una proficua revisión bibliográfica de las diferentes corrientes del pensamiento geopolítico, así como una revisión conceptual y una sistematización teórica de los enfoques estratégicos, por lo que se constituye en un valioso instrumento de estudio e investigación. ¡En hora buena!
Río de Janeiro, 4 de agosto de 2020
1. Hemos utilizado las proyecciones del Banco Mundial: Global Economic Prospect, junio de 2020.
2. Expresión que acuñó el excanciller de Brasil Celos Amorim para referirse a la política externa brasileña durante los gobiernos del Partido dos Trabalhadores (PT).
Prólogo
Samuel Pinheiro Guimarães
Secretario general de Itamaraty (2003-2009)
Ministro de Asuntos Estratégicos (2009-2010)
La realidad es la única verdad.
Juan Domingo Perón
Conducir es difícil, porque no se trata solo de conducir. Se trata de organizar primero; segundo, educar; tercero para enseñar; cuarto para capacitar y quinto para conducir.
Juan Domingo Perón
Observa los acontecimientos sobriamente; mantén tu posición; enfrenta con calma los desafíos; oculta tu capacidad y gana tiempo; permanece libre de ambición y nunca reivindiques liderazgo.
Deng Xiaoping
Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas. Si te conoces más a ti mismo pero no al enemigo, por cada victoria sufrirás una derrota. Si no te conoces a ti mismo ni al enemigo, sucumbirás en cada batalla.
Sun Tzu
En este libro Miguel Ángel Barrios y Enrique Refoyo Acedo abordan fenómenos de gran interés para diplomáticos, economistas, políticos, empresarios, militares y académicos, y también para todos los argentinos y latinoamericanos, quienes, debido a la dinámica de estos fenómenos, se ven afectados en su vida diaria.
Estrategia y política, la soberanía, la pandemia, la geopolítica, el ciberespacio, las guerras híbridas, el mundo multipolar y la hegemonía son los temas principales que los autores tratan con elegancia, conocimiento y precisión.
Las referencias al pensamiento de Juan Domingo Perón, de gran importancia para la Argentina actual, también se acompañan de análisis del pensamiento de especialistas en estos temas, a veces importantes argentinos y españoles, pero menos conocidos, debido al énfasis dado en la literatura de ciencia política del pensamiento anglosajón.
En este prólogo, reconociendo con justicia la riqueza de información y la calidad de la obra, presento algunos comentarios sobre estos temas, que se han tornado estratégicos para la comprensión de la política mundial.
La hegemonía estadounidense y el ascenso de China
El fenómeno político, económico y militar más importante en la política internacional es la firme disposición de Estados Unidos de mantener su hegemonía mundial, su poder de imperio, frente al ascenso y la competencia china.
La hegemonía a nivel mundial es la capacidad de elaborar, difundir y hacer que la mayoría de los Estados acepten una visión del mundo en la que el país hegemónico sea el centro; de organizar la producción, el comercio y las finanzas mundiales para capturar una mayor parte del producto mundial para la sede del Imperio y para el uso de su población, y en particular de sus clases hegemónicas y sus altos funcionarios; de imponer la agenda de política internacional; de tener la fuerza, en su sentido más amplio, de castigar a los gobiernos de las “provincias” del imperio que se niegan a aceptar o desviarse de las reglas (informales) de su funcionamiento.
El mundo siempre ha sido organizado por imperios, nunca ha sido democrático; o los Estados, especialmente las grandes potencias de cada época, han aceptado que todos los Estados son iguales y soberanos, pero no han renunciado al uso de su fuerza para defender y promover sus intereses.
El imperio actual es el americano, que comenzó a construirse durante y después de la Segunda Guerra Mundial y que sigue en transformación diaria mediante su estrategia de mantener la hegemonía.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ejerció una hegemonía militar absoluta, cuyo mayor símbolo fue el monopolio nuclear; una hegemonía política, demostrada por la capacidad de organizar el sistema político mundial y reorganizar el sistema político interno de los enemigos; una hegemonía económica y tecnológica, ya que duplicó su producto bruto interno (PBI) durante la guerra e hizo enormes avances tecnológicos; una influencia ideológica amplia y universal, en competencia con la visión comunista, en la que el American way of life optimista, alegre y próspero había vencido la oscura visión nazi de la sociedad.
La característica principal del imperio americano es que, paradójicamente, se define a sí mismo como antiimperialista, pacífico, a favor de la soberanía y la cooperación entre los Estados. Sin embargo, asume el derecho a una excepcionalidad que sería necesaria, según Washington, para ejercer el liderazgo y la defensa de la comunidad internacional y, con ese fin, poder actuar, cuando lo considere necesario, incluso en contra de sus propias normas y principios.
El imperio americano trata a los Estados como provincias –a las que llama aliados–, provincias que tienen diferentes grados de importancia.
Fuera del imperio están sus adversarios: la República Popular China y la República Federativa de Rusia. Estos Estados adversarios se describen en los documentos oficiales del imperio como enemigos cuya intención, aunque oculta, es destruir a Estados Unidos y el mundo libre y sus valores sociales, políticos y económicos.
Ante este escenario, por su parte, China ejecuta una estrategia de política exterior con los siguientes objetivos: evitar confrontaciones militares con Estados Unidos; asegurar fuentes diversificadas de materias primas para la economía china; abrir mercados para sus exportaciones e inversiones; no interferir en los asuntos políticos o económicos internos de los demás países; no imponer condicionalidades políticas o económicas a su cooperación; fortalecer sus lazos con los países vecinos, en particular con Rusia.
Ocho presidentes estadounidenses, desde Richard Nixon hasta Barak Obama, ejecutaron una estrategia de compromiso, basada en la creencia de que “abrazar” a China política y económicamente gradualmente la haría más capitalista, más liberal y más occidental.
El énfasis en Asia (o sea, el reequilibrio de Asia-Pacífico), el eslogan de política exterior de Obama, tenía cuatro pilares: la asignación del 60% de la fuerza naval y aérea estadounidense a esa región, la negociación de la Asociación Transpacífica (TPP, por su sigla en inglés) excluyendo a China, y la explotación política de las disputas de China con sus vecinos, pero manteniendo contacto con ese país.