Geopolítica, soberanía y "orden internacional" en la "nueva normalidad". Miguel Ángel Barrios. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Miguel Ángel Barrios
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876918756
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más, orden es sinónimo de concierto; lo contrario del orden, el desorden, es desconcierto. Ahora bien, en el desconcierto, en la incertidumbre que le sigue, es imposible llevar adelante una vida regular, y acá surge la estrategia.

      Para planificar y regular la vida propia y la vida en sociedad se requiere un ordenamiento, porque es el ordenamiento el que nos da cierta seguridad, nos permite saber a qué atenernos, saber qué podemos hacer, qué podemos esperar y qué no podemos esperar.

      En este sentido, el orden es una condición de posibilidad de la vida social; lo contrario a la vida en sociedad es la vida entre los hombres, pero fuera de la sociedad con ellos, es decir, fuera de la sociabilidad.

      La raíz del conflicto radica probablemente en la escasez de los bienes, bienes en un sentido no solamente económico sino en el sentido de todo aquello que valoramos y deseamos tener: riqueza, pero también educación, prestigio, poder, influencia, etcétera. La escasez de los bienes –sea escasez en términos absolutos, sea escasez en términos relativos (porque los bienes existentes se encuentran desparejamente distribuidos)– es una de las raíces del conflicto.

      En cierta medida, esos contrarios que son la sociedad y el conflicto no obstante coexisten, pero siempre el conflicto debe encontrarse encauzado y regulado. En toda sociedad hay diferentes grupos y sectores sociales que tienen también una distinta posición a propósito de los bienes que todos o casi todos valoramos y, consiguientemente, en toda sociedad también existen distintos proyectos o propuestas o modelos de orden. Y aquí nos hallamos en la esencia de la estrategia, porque simultáneamente esos diferentes proyectos implican, para desarrollarse exitosamente, distintos grados de estrategia (Strasser, 1986: 20).

      No podemos divorciar la función del Estado del análisis del mundo social. Así como no hay sociedad sin orden, tampoco hay sociedad sin Estado, porque el Estado es el ordenador de la sociedad, la estructura o el estructurante de la sociedad.

      Al respecto, puede admitirse libremente que el Estado emerge como consecuencia de la existencia del conflicto y como necesidad a los fines de encauzarlo y regularlo pero no anularlo. En suma, el Estado es la estructura y la condición de posibilidad de una sociedad, pero también un instrumento de dominación política cuyo objeto es imponer ese orden que está en su función (Strasser, 1986: 22).

      Repetimos que las ciencias sociales se dedicaron más a atender aquellos fenómenos sociales repetitivos o aquellas supuestas estructuras que desde atrás los sustentaban. La estrategia y el poder, recíprocamente generados, se encuentran en la sociedad, pero fueron ignorados por las ciencias sociales. Y la consecuencia fue que la estrategia y el poder quedaron reducidos al ámbito de la doctrina militar y de la teoría del Estado, o a las distinciones clásicas entre poder y autoridad que estudió Max Weber.

      Antes de analizar específicamente la cuestión de la estrategia y la política, trataremos de circunscribir el concepto de estrategia. Este concepto ha evolucionado con la historia. Primero estuvo restringido al campo de la guerra, pero a partir de las legiones romanas y su “estrategia de pax” (un largo período de estabilidad dentro de los territorios conquistados por los romanos que abarca desde el año 29 a.C., cuando César Augusto declara el fin de las guerras civiles, hasta el 180 d.C., cuando murió Marco Antonio) comenzó a designar a la disuasión que ejercían las legiones desplegadas por los territorios conquistados.

      Fue Nicolás Maquiavelo quien, a comienzos del siglo XVI, ideó una estrategia basada en el ejército dedicado a la búsqueda de la unidad de Italia, para lo cual organizó la milicia florentina. En su libro Del arte de la guerra estableció las normas de funcionamiento e instrucción de dicho ejército como forma de garantizar la seguridad de la República Florentina frente a las amenazas que asomaban en los pequeños Estados italianos. Esta obra está considerada el primer tratado militar de la Edad Moderna y tuvo gran influencia hasta el siglo XIX. En El príncipe el florentino expuso la concepción estratégica que debe tener el gobernante, y para ello analizó las condiciones que deben prevalecer en un conductor.

      Maquiavelo fue un precursor del rescate estratégico y del uso estratégico del poder, pero esa línea no tuvo continuidad. Así, la teoría de la estrategia se refugiará en el campo militar y la teoría del poder, en el campo jurídico-político. Podemos afirmar que todavía hoy el concepto de estrategia sigue siendo tributario del pasado y el presente militar, y que el concepto de poder permanece encerrado, de manera reduccionista, en lo económico y lo jurídico, aunque hubo significativos hallazgos y razones de rescate.

      La palabra “estrategia” deriva del término griego estrategos, que significa caudillo o jefe de la fuerza. Está formada por dos raíces, estratós (ejército) y agein (conductor). La estrategia en su origen era conocida como “la ciencia del general” (Ballesteros Martín, 2016: 35).

      En China, en el siglo V a.C., Sun Tzu escribe El arte de la guerra, un tratado de estrategia militar ampliado a otros campos del conocimiento.

      Uno de los grandes exponentes de la concepción estratégica fue Carl von Clausewitz (1780-1831). Este militar y teórico prusiano estableció una clara vinculación entre la estrategia y la guerra, pero también un orden de subordinación. De ahí su famosa sentencia: “La guerra es solo la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz, 1978: 291).

      Clausewitz definió la guerra como un acto de violencia destinado a obligar al adversario a hacer la voluntad propia. Lo que distingue a ese conflicto de los demás, añadió, es que la solución pasa por el derramamiento de sangre. También postuló que la estrategia es la instancia más abarcativa y que se refiere específicamente al conflicto. Este se basa en, e implica, el enfrentamiento de voluntades. Desde aquí se diferencia entre táctica y estrategia. La táctica funciona en un mayor nivel de concreción: se refiere al combate, y ese combate se corresponde en consecuencia con el enfrentamiento de fuerzas. Voluntad y fuerza, conflicto y combate, caracterizan los dos niveles en los que se desenvuelve la guerra.

      Sin duda, Clausewitz fue el gran pensador de la estrategia. Su estudio y sus reflexiones sobre la guerra, su análisis minucioso sobre las campañas de Napoleón y su experiencia de combate explican la importancia de su obra. Hasta mediados del siglo XIX fue el autor que más profundizó en el conocimiento de la estrategia mediante su análisis, así como de las operaciones y las tácticas de las guerras napoleónicas y de sus antecedentes. En general, la estrategia de la que trata posee un eje de reflexión: la batalla principal y sus consecuencias, lo que denominó “auténtico centro de gravedad de la guerra” (Clausewitz, 1978: 53).

      Clausewitz decía que la guerra no pertenecía al campo de las artes o de la ciencia, sino al de la existencia social. “Es un conflicto de grandes intereses”, resuelto con derramamiento de sangre, y solamente en eso se diferencia de otros conflictos. Sería mejor si, en vez de compararlo con otra arte, lo comparamos con el comercio, que es también un conflicto de intereses y actividades humanas. Y se parece mucho más a la política, la que a su vez puede ser considerada una especie de comercio en gran escala. Más aún, la política es el seno en el que se desarrolla la guerra (Clausewitz, 1978: 91).

      Antes de Clausewitz hubo pensadores de la guerra, pero más volcados a la naturaleza táctica, los tableros estratégicos, la base de operaciones, los factores logísticos, las líneas interiores. La táctica buscaba diseñar una disposición que funcionara eficientemente en el combate. Friedrich von Bülow y el barón Antoine-Henri Jomini, entre otros antecesores de Clausewitz, intentaron formalizar la conducción del combate (Delamer, 2005: 4).

      El suizo Antoine-Henri Jomini fue un destacado estudioso de la guerra y un profundo analista de las campañas de Napoleón. Dividió “el arte de la guerra” en cinco ramas generales: “Estrategia, gran táctica, logística, táctica de detalle, y arte del ingeniero y del artillero” (Jomini, 1991: 98-99). El teórico prusiano Bülow, en su libro El espíritu de la guerra moderna, de 1799, dice:

      El arte de la guerra tiene dos ramas: la estrategia y la táctica. La primera es la ciencia de los ejércitos fuera del campo visual. Comprende todas las operaciones de la guerra y es parte de la ciencia militar, cuyas relaciones se encuadran con