4 Guido, nació en San Román (Delfinado), el año 1083, de una noble familia. Abrazó la vida cartujana en 1107, y como era aficionadísimo al estudio, halló sus mejores delicias en la transcripción y corrección de códices antiguos. A los tres años de haber entrado en la Orden fue elegido Prior de la Gran Cartuja, y dio gran impulso a la Orden. Estaba Guido ligado con santa amistad con personajes célebres y santos de su tiempo: entre las cartas de San Bernardo se hallan dos (la 11 y la 12) dirigidas a Guido. También frecuentó correspondencia con Pedro el Venerable, Abad de Cluny. Murió con fama de santo el día 27 de julio de 1137, a los 54 años de edad.
5 Bajo su dirección se formaron hombres consumados en virtud, entre los que descuella san Hugo, monje cartujo y obispo de Lincoln. Escribió Basilio un opúsculo en alabanza de la vida solitaria y eremítica.
6 Riffer fue el XIV General de la Cartuja. Su generalato es célebre no solo por la revisión de los estatutos, mas también por los privilegios que, en favor de la Orden, obtuvo del papa Clemente IV. Murió con fama de santo, el día 29 de agosto de 1267.
7 Guillermo Raynaldi, natural de Aubernia, era Prior de la Cartuja de Valbonne cuando en 1367 fue elegido General. Cuéntase de él que rehusó un capelo que le ofrecía el papa Urbano V, y que a la muerte de este Pontífice de los veintiséis cardenales que se reunieron para la elección de Papa, once dieron su voto a Raynaldi. También rehusó el titulo de Abad e indulto de comer carne en caso de enfermedad que le quería conceder el Papa. En su tiempo se incendió la Cartuja y él cuidó de reedificarla. Murió el 5 de junio de 1402.
8 Después de la muerte del Prior General Dom Guillermo Raynaldi, acaecida el 5 de junio de 1402, fueron elegidos Priores Generales, por una parte Dom Esteban de Sena, y por la otra Dom Bonifacio Ferrer, hermano de San Vicente Ferrer. Esteban fue secretario de Santa Catalina de Sena, y como a tal escribió la mayoría de los diálogos de la santa. Bonifacio (su elección tuvo lugar el día 23 de junio) era amigo, consultor y embajador de D. Pedro de Luna (Benedicto XIII) a quien reconoció durante algún tiempo, de buena fe, por Papa legítimo. Entre otras obras, escribió Bonifacio: Tractatus de caeremoniis monachorum cartusiensium. Como ambos Generales eran sumamente piadosos, bastó que se les propusiera la idea de renunciar el cargo para que al instante lo ejecutaran gustosos.
9 En 1140 reconoció toda la Orden por General de la misma al Prior de la Gran Cartuja. Bajo su autoridad se reúne anualmente el Capitulo general en el que, a mayoría de votos, se deciden los intereses de la Orden.
10 Nació en Valencia en cuya Universidad cursó Teología y se graduó de Doctor. A los 18 años de edad tomó el hábito de cartujo en Porta Cœli, pero su escasa salud le obligó a abandonar el monasterio. Entró entonces en la Compañía de Jesús en donde desempeñó los cargos de Rector y Maestro de Novicios. Habiendo mejorado de salud obtuvo del papa Gregorio XIII permiso para volver a la Cartuja. Profesó en Scala Dei el 17 de enero de 1510. Fue Prior de varias Cartujas. y varón de tantos méritos que fue promovido al obispado de Urgel. Escribió varias obras, una de ellas, a saber, el Libro de la oración, vertida al francés, la cita san Francisco de Sales en su Introducción a la vida devota. Murió el 22 de septiembre de 1610.
11 Natural de Forcall (diócesis de Tortosa). Tomó el hábito en la Cartuja del Val de Cristo por los años de 1656, y allí mismo tuvo los cargos de Procurador, Vicario y Prior. Fue también Prior de otras Cartujas (Vía Cœli, S. José y Scala Dei), y Visitador extraordinario de algunas Cartujas de Francia, Italia y España. A su acendrada piedad reunía una gran erudición, y una elocuencia poco común. Compuso dos tratados con el fin de defender los nuevos estatutos, pues había aún algunos monjes que no estaban resueltos todavía a recibirlas. Asistió al Capítulo general de 1688, y pronunció en él un notable discurso.
Capítulo II
Generalidades sobre el rito cartujano
Disposición material del templo
Las iglesias cartujanas están situadas dentro de la clausura, y, por lo mismo, jamás pueden penetrar en ellas las mujeres. Aun los mismos hombres, rara vez, y desde la tribuna o coro alto, asisten a las funciones que en ellas se practican.
Los templos cartujanos constan de dos partes: el santuario y la nave. En el santuario, situado en el ábside del templo, se halla el altar mayor, o diríamos con más propiedad, el único altar del templo, pues las capillas para celebrar misas privadas están fuera de la iglesia, esparcidas por diferentes lugares del monasterio.12 Son tradicionales en las iglesias de la orden cuatro grandes candeleros colocados en la entrada del santuario. Junto al muro de la parte de la epístola, se levanta a manera de trono, con su tarima y doselete, la silla para el celebrante, y en la parte opuesta, o sea, adosado al muro de la parte del Evangelio, está el atril para cuando el diácono canta el Evangelio, así en la Misa como en el oficio de Maitines por la noche.
A lo largo de la nave, y ocupándola por completo, se extiende el coro de los religiosos, dividido en dos partes desiguales: la mayor que, partiendo desde el santuario, se alarga hasta más de la mitad de la nave, está reservada a los monjes o religiosos de coro, y la otra es la destinada a los hermanos conversos o religiosos legos. Hay una sola hilera de misericordias o sillas corales en cada lado, adosadas a los muros del templo. En el centro del coro de los monjes, se levanta un atril de regulares dimensiones, en el que se cantan las lecturas y oraciones del Oficio canónico, y la epístola de la Misa. Separa el coro de los monjes del de los legos un tabique de unos tres metros de altura: una puerta situada en el centro del mentado tabique comunica ambos coros, en caso conveniente.
Ceremonias generales
En la Cartuja, casi no se conocen las genuflexiones. Lo mismo al entrar que al salir del templo, o al atravesar por delante del altar, esté o no en él el Santísimo Sacramento, el cartujo nunca hinca la rodilla, y sí solo inclina profundamente el cuerpo. Esta inclinación es tan grave y solemne, que inspira gran devoción. El ordinario de la Orden, al prescribir que el sacerdote se incline en la Misa, lo hace con palabras tan majestuosas como estas: Reverenter et cum gravitate inclinat; Inclinat profunde et reverenter; Facta profunda inclinatione; Inclinat sensim et cum magna gravitate; Profunde inclinatus Sanctum Sacramentum veneratur.
Además de esta inclinación tan majestuosa y reverente, es práctica cotidiana del cartujo la postración, que consiste en echarse, luego de haberse arrodillado, sobre uno de sus costados (generalmente, el derecho), y apoyar el codo en el suelo. En esta posición, reza el sacerdote la preparación y la acción de gracias de la Misa, y los demás casos, las preces de antes y después de la comunión. Asimismo, se postra el coro en la Misa conventual durante la consagración del cáliz, y durante la comunión del celebrante.
La postración fue prescrita en 1222. No se halla, de ella, vestigio alguno anterior a esa fecha. De los Statuta Jancelini, se desprende que durante la consagración, la comunidad permanecía en pie, pues dicen: Quando autem elevatur hostia, si stantes oramus, accipimus veniam. Los canónigos de Lyón, aun en el siglo xvi, permanecían en pie durante la elevación, y como alguien pretendiera que tal costumbre se hiciera desaparecer, los canónigos recurrieron a la legítima autoridad, y obtuvieron conservar la antigua costumbre.13
La liturgia cartujana nunca prescribe el signar y sí solo el santiguar, así es que lo mismo al Evangelio que en los demás casos, la señal de la cruz se forma a fronte ad umbilicum, et ab humero sinistro ad dexterum, como dicen los Estatutos de la Orden. Para formar esta cruz, como en los demás casos en que el sacerdote la forma sobre la oblata, o bendice alguna cosa, están extendidos los tres primeros dedos (pulgar, índice