–Pues yo no soy así. No me atrae la perfección.
–De acuerdo. ¿Entonces por qué es?
Le parecía un hombre atractivo, a pesar de ser muy normal. Sus amigas se habían enamorado de hombres normales y agradables, de buenos tipos, y las envidiaba por ello.
–¿Qué te pasó? –le preguntó ignorando su pregunta.
–Un accidente en una obra. Me caí por un puente y casi me rompí todos los huesos del cuerpo. Me llevó mucho tiempo recuperarme.
Jo sentía que había algo más en esa historia; seguro que pasó semanas o meses en el hospital y cientos de horas haciendo rehabilitación.
–¿Tienes mucho dolor ahora?
–Sé cuándo va a llover, pero estoy bien –esbozó una sexy sonrisa–. ¿Quieres ver mis cicatrices?
Ella se vio queriendo decir «sí» para seguirle la broma, pero también para permitirse bajar la guardia aunque solo fuera por un momento, para recordar cómo era ser como todos los demás.
–Tal vez en otra ocasión.
–Estaré aquí un par de años. Tengo mucho tiempo.
–Pero luego te irás a hacer otro proyecto.
Él asintió.
–Es la naturaleza del negocio. He visto gran parte del mundo y viajar es emocionante.
–Yo prefiero quedarme en un mismo sitio –dijo ella admitiendo una verdad–. Me costó mucho encontrar este pueblo.
–¿Qué te gusta de él?
–La gente. Son muy amables y cálidos, como el clima. Es una ubicación genial.
Lo que no le dijo fue que ahí podía fingir que todo era verdad, que ella era como todos los demás, que su pasado nunca había sucedido. Ahí era simplemente Jo, la propietaria de un bar.
–Pues muéstramelo. Soy el nuevo, ¿no me merezco, al menos, una vuelta por el pueblo?
Ella lo miró y se vio tentada a flirtear, a acariciarlo y dejarse acariciar. Hacía años que no estaba con un hombre, años desde la última vez que se había permitido ser tan vulnerable. La última vez las consecuencias habían destruido a gente y por su gran deseo de amar y ser amada un hombre había muerto.
–No puedo –respondió con brusquedad–. No es por ti... no es nada personal. Lo siento, pero así tiene que ser.
Will asintió lentamente y se levantó del taburete lanzando un billete de diez sobre la barra.
–La cerveza corre por cuenta de la casa.
–No, gracias. Solo acepto invitaciones de mis amigos.
Y con eso se marchó. Ella lo vio alejarse cojeando y, cuando la puerta se cerró tras él, le dio un vuelco el estómago y se preguntó si acabaría vomitando.
Le había hecho daño, y lo sabía. Pero también se había hecho daño a sí misma, aunque no había tenido elección. No podía arriesgarse. En esa ocasión, habría demasiado que perder.
–Me encanta este pueblo –dijo Tucker al cerrar el correo electrónico–. Nos han aprobado los permisos antes de lo previsto –miró a Nevada–. ¿Has tenido algo que ver con esto?
–Aunque me encantaría llevarme el mérito, no. Ya te lo he dicho. Todo el mundo está emocionado con el proyecto porque traerá mucho empleo y turistas a la zona. Estas obras no tienen nada negativo.
Sus palabras tenían sentido, pero la facilidad con que estaba marchando todo le hacía tener cierta aprensión. Cada obra en la que había trabajado había tenido problemas y prefería enfrentarse a ellos directamente y lo antes posible para así poder solucionarlos y seguir adelante con el proyecto.
–No te preocupes.
–Preocuparme me hace bueno en mi trabajo –se levantó y fue hacia la cafetera–. ¿Quieres?
–Claro.
Ella se levantó y acercó su taza. Tucker se movió hacia ella. Ella se echó a la izquierda y él a la derecha, de modo que los dos fueron en la misma dirección y casi se chocaron. Nevada retrocedió con una velocidad cómica.
–Lo siento –susurró.
–Estás un poco nerviosa.
–No lo estoy –respondió a la defensiva, más que indignada.
–Es un tráiler muy pequeño, así que vamos a chocarnos mucho.
–Soy consciente de eso y no tengo ningún problema.
–Pues estás actuando como si lo tuvieras.
Ahora se mostró furiosa.
–Estás viendo más de lo que hay.
–¿Ah, sí?
Alzó la barbilla.
–Sí –acercó su taza–. ¿Podría tomarme mi café, por favor?
–Creo que te sientes atraída por mí y no sabes cómo sobrellevarlo.
Ella abrió la boca y volvió a cerrarla.
–¿Estás loco?
–Nunca me ha evaluado ningún profesional, pero creo que no.
–Todo esto es por lo que pasó y estábamos de acuerdo en olvidarlo.
Le llenó la taza, dejó la cafetera en su sitio y se apoyó contra el escritorio de Will. Hacerla de rabiar era mucho más divertido de lo que se había esperado.
–No soy yo el que ha sacado el tema.
–Estabas pensando en ello.
–Yo no, pero tú sí. Y mucho.
Un rubor tiñó sus mejillas.
–No del modo que crees. Estás intentando demostrar algo. Pues bien, no puedes. Te he olvidado y...
Dejó de hablar y apretó los labios.
–¿Que me has olvidado?
–Cierra la boca.
–¿Que me has olvidado?
–Te juro, Tucker, que te achucharé a Ethan.
–Esto se pone cada vez más interesante –le gustaban los derroteros que estaba tomando su conversación–. Con eso estás diciendo que te sentías atraída por mí.
Ella soltó la taza y se cruzó de brazos. Sus marrones ojos brillaban de furia.
–Me acosté contigo. ¿Qué creías?
–Que soy irresistible.
–Hoy no.
–Sigues sintiéndote atraída por mí.
Ella puso los ojos en blanco.
–¿Qué pasa contigo? Trabajamos juntos y es un proyecto a largo plazo. ¿Por qué intentas ponerlo difícil?
–Es algo natural en mí.
–No me siento atraída por ti.
–Venga, no pasa nada, puedes decírmelo. Te guardaré el secreto. Me deseas.
–Solo deseo poder pasarte por encima con el coche.
Tucker sentía curiosidad sobre si ese enfado era real o era una forma de autoprotección. Ella se mostraba cauta y recelosa a su lado y eso era algo que él no se habría esperado. ¿También sentía la química que existía entre los dos?
Hizo todo lo que pudo por recordarse que trabajarían juntos y que una relación supondría una complicación que ninguno de los dos necesitaba, pero aun así, Nevada era inteligente, divertida