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© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
E-pack HQN Susan Mallery 1, n.º 235 - febrero 2021
I.S.B.N.: 978-84-1375-649-3
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Créditos
Dedicatoria
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A mis amigas de Facebook.com/SusanMallery:
Habéis ayudado a darle forma a Fool’s Gold.
Le habéis dado nombre a personajes, habéis puesto en común ideas y sugerencias para ayudarme a crear tramas, e incluso habéis ejercido de equipo de animadoras de Fool’s Gold.
¡Gracias por vuestra amistad y por vuestro apoyo!
Capítulo 1
Nunca accedas a ir a una entrevista de trabajo si el entrevistador te ha visto desnuda.
Nevada Hendrix estaba segura de que ese consejo estaría bordado en alguna almohada o que sería el texto de algún póster, pero, por desgracia, nadie lo había compartido con ella. Ahora, frente a Tucker Janack por primera vez después de diez años, descubrió que era un consejo muy, muy, acertado.
Había tenido todo pensado, había pulido su curriculum, había practicado sus respuestas ante distintas preguntas, se había comprado una chaqueta nueva e incluso había pagado un extra en la peluquería para que le aplicaran un tratamiento de brillo en el pelo. Ella, que siempre que había podido había evitado las cosas de chicas, había acabado hundida por un antiguo amante y por un tratamiento capilar de brillo.
–Hola, Nevada.
–Tucker.
Tuvo la precaución de no mostrar ningún tipo de emoción porque sabía que quedarse con la boca abierta y tener mirada de asombro no la harían parecer una mujer competente.
–Esperaba encontrarme a tu padre –admitió. Después de todo, en la llamada que había recibido sobre la última entrevista le habían dicho específicamente que hablaría con el señor Janack y ese no era el nombre con el que asociaba a un chico al que había conocido en la universidad.
–Dirijo el sector de construcción y me encargo de la contratación personalmente en este proyecto –respondió él indicándole que tomara asiento.
Se encontraban en una sala de reuniones en un hotel de Fool’s Gold. Ronan’s Lodge, conocido para los lugareños como Ronan’s Folly, era un edificio de preciosa construcción con carpintería tallada a mano y elegante mobiliario; todas ellas, cosas que se habría detenido a admirar en distintas circunstancias, pero resultaba que ahora mismo no podía ver más que al hombre que tenía sentado al otro lado de la mesa.
El paso del tiempo había sido amable con Tucker. Seguía siendo alto, aunque eso no debería ser ninguna sorpresa... No muchos hombres suelen encoger. Su cabello era oscuro y con las ondas justas para evitar que resultara demasiado guapo. Esos ojos oscuros, su mandíbula cuadrada y ese ápice de sonrisa en su apetecible boca seguían exactamente tal y como los recordaba.
Eh... no, nada de apetecible. Se trataba de su posible jefe... o no... dependiendo de lo que él recordara del pasado.
Maldijo para sí y se preguntó por qué su padre no podía haberse ocupado de ese proyecto.
–Ha pasado mucho tiempo –dijo él esbozando su típica y sutil sonrisa, la misma que la había hecho sentirse la chica más especial del mundo, aunque todo había resultado ser una mentira y le había roto el corazón hasta el punto de que ese dolor se hubiera vuelto irreversible.
Respiró hondo, apartó todos los recuerdos del joven Tucker y estiró los hombros.
–Como puedes ver en mi curriculum, he estado ocupada. Al terminar la universidad, trabajé en Carolina del Sur durante un par de años aprendiendo todos los aspectos de la construcción. Construimos muchos espacios comerciales y, antes de marcharme, estuve al cargo de un edificio de cinco plantas.
Tal vez para él eso resultaba insignificante, pero para ella era todo un orgullo.
–Lo terminamos antes de tiempo y por debajo del presupuesto inicial con los mejores resultados de inspección que la empresa había tenido nunca.
Él asintió,