Extra Point. Ludmila Ramis. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ludmila Ramis
Издательство: Bookwire
Серия: Goodboys
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013645
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por unas escasas horas a pesar de que sé que al final es inútil porque, cuando abra los ojos, todo seguirá igual y veré que no puedo cambiarlo. Mi pasado seguirá convirtiéndose en mi presente, y mi futuro volverá a verse amenazado con ser una réplica de lo que, de forma constante, tengo el infortunio de vivir. Nada variará a excepción de que consiga más dinero o deje de transferir la mitad de todo lo que gano a Mila.

      Mi celular vibra y por un momento me convenzo de que no es necesario contestar; pero con cada segundo que pasa, me imagino un rostro que puede necesitarme: Mei, Kendra, Dave, Shane…

      —No sueles tardar en contestar —señala una familiar voz a través de la línea.

      —Tú no sueles llamar a esta hora. —Reduzco el paso al que voy—. Es mi fin de semana libre.

      —Ya no lo es. Tengo trabajo para ti, un cliente de último minuto, ¿lo tomas o debo llamar a alguien más?

      —¿De cuánto es la paga?

      —No hay paga esta vez, es más como una especie de favor... —Sé que quiere añadir algo más, pero se retiene—. Sin embargo, si necesitas dinero…

      —Lo haré —interrumpo—. Lo que sea que necesites sabes que lo haré.

      Como siempre, dejo que la jefa cuelgue primero.

      Capítulo II

      Mugunghwa

      Zoe

      Mi madre murió cuando cumplí once.

      Ese es uno de los principales motivos por los cuales estoy aquí, porque a pesar de ser criada por personas que considero mi familia, el recuerdo de Anne Murphy persiste y persistirá en mi antigua ciudad. No es como si me hubiera marchado porque no quiero recordarla, pero estaba rodeada de gente que aún, luego de tantos años, me sigue mirando con lástima.

      Me gusta recordar a mamá, pero no con los ojos afligidos que me persiguen mientras camino por la calle siendo un constante recordatorio de la pérdida y no de la alegría que ella trajo a mi vida.

      Siete años observada de la misma manera fueron suficientes.

      Kansas Shepard, la mujer que solía ser mi niñera, me regaló su Jeep todoterreno cuando cumplí diecisiete. Al principio, lo rechacé; los automóviles son grandes emisores de gases contaminantes que destruyen el planeta, en parte responsables por el cambio climático y nocivos para la salud humana. Objeté que, como futura estudiante de Ecología, tenía que dar el ejemplo; pero al final tuve que aceptarlo porque no podía cargar con más de ocho cajas de mudanza y Gloria en mi bicicleta.

      No era mi opción terminar en Owercity. A pesar de que cursé los primeros meses de la carrera en la BCU —por estar indecisa acerca de a dónde partir y si sería capaz de alejarme de mi familia—, en el fondo, siempre supe que quería irme lejos. Sin embargo, Bill Shepard, mi padre adoptivo, consiguió trabajo como suplente del entrenador de los Sharps de la OCU. Me matriculó ahí y me rogó que considerara venir dado que, según su otra hija, está experimentando el síndrome del nido vacío y se rehúsa a soltarme como tuvo que hacerlo a regañadientes con Kansas. Conseguir el pase de una universidad a otra no fue un problema gracias a su posición.

      Bill tiene esposa, pero como regalo de cumpleaños le pagó un viaje all inclusive de tres meses alrededor de Australia. No sé si fue con la intención de deshacerse de la mujer por un rato o si lo hizo de corazón, pero Anneley está correteando canguros o intentando capturar a Nemo desde la semana pasada.

      Mientras tanto, yo estoy aquí con una posible Dory. Blake sigue inconsciente en el sofá, ¿y si hice que perdiera la memoria?

      Mantengo la espalda erguida, incómoda, mientras espero a Akira. Ella subió las escaleras hace veinte minutos con la excusa de ponerse pantalones, pero tengo la teoría de que es muy indecisa para elegir su atuendo, su cuarto es un desastre o se metió en su armario para intentar encontrar la puerta a Narnia. Sin mucho que hacer, curioseo alrededor para no pensar que dejé el todoterreno en medio de la calle con mi mascota en dentro.

      Ahora que sé que no maté a alguien, me fijo en la pared de la chimenea. No la hubiera ignorado si no hubiera pensando que podría ir a la cárcel: a simple vista solo parece una silueta femenina en tonos pasteles sobre un fondo blanco; pero cuando me acerco, veo el relieve de palabras en otro idioma que bordean la figura y abarcan toda la pared en un sutil tono hueso. El perfil y torso de la mujer está hecho y relleno con pequeñas mugunghwas, la flor nacional de Corea del Sur.

      No sé por qué recuerdo eso y no cómo hacer RCP. Mi instinto de supervivencia es nulo.

      Recorro los símbolos con las yemas. Como apenas puedo lidiar con mi propio idioma, me imagino que cuentan una historia, canción o poema con el que Akira creció.

      —Simbólico, introspectivo y sutil —clasifico, como de costumbre.

      Este mural tiene mi aprobación, lo cual en términos artísticos no vale un comino porque apenas puedo recordar los colores primarios. Me gusta apreciar el arte, pero crearlo se me hace imposible. Soy del tipo que dibuja los cuerpos de las personas con palillos y círculos para representar sus cabezas, y van desnudos o con una falda hecha con un triángulo.

      —¿Por qué?

      —Simbólico, porque representa algo propio de una cultura. —Paso el peso de mi cuerpo de un pie al otro—. Introspectivo, porque desemboca una reflexión interna sobre qué es lo que significa. Y sutil, porque no es llamativo. De lejos parece tan simple que puede ignorarse, pero si te acercas no puedes negar su complejidad. Me recuerda a las personas. ¡Y está precioso! Dejaría que el artista me lo tatúe en una nalga.

      Me río de mi propio comentario, pero al instante me callo y giro, despacio, con las manos bajo mi mentón.

      —Lo siento tanto —digo por vigésima vez, pero esta vez sé que puede escucharme.

      No quiero saber cuánto tiempo estuve mirando la pared como si hubiera reencarnado en un florero mientras él volvía en sí. Me coloco el cabello tras las orejas y me acerco, preocupada, al ver que se está frotando la cadera, adolorido.

      —Estaba distraída porque miré por el espejo retrovisor y vi el terrario de Gloria vacío, entonces me di vuelta por un segundo para ver dónde estaba, ¡y lo siguiente que supe es que te estaba usando para trapear el asfalto! Soy una mala conductora. Lamento tu contusión de segundo gra… —El vómito verbal se detiene cuando me mira.

      Benditos sean esos globos oculares.

      Deseo saber cuánta melanina hay en sus iris y la forma en que se distribuye para obtener la intensa, perspicaz y «vuelacalzones» mirada que tiene este sujeto. Sin embargo, se encarga de reventar la burbuja cuando desliza sus ojos a lo largo de la cicatriz que va desde mi sien derecha a mi mentón. Doy un paso atrás y ladeo la cabeza, haciendo que el mismo mechón que empujé tras mi oreja caigan como una cortina sobre la irregularidad.

      Estoy acostumbrada a apartar el pelo de mi cara porque en Betland todo el mundo conoce la cicatriz y aprendieron a ignorarla; pero aquí es diferente. Con él y con todos lo será. Las verdaderas heridas no se cosen, se curan por sí solas. Es injusto, pero se abren en lo que dura un latido y sanan en lo que se cura un corazón. Sin embargo, a pesar de tener una cicatriz sé que aún no sané; es complicado hacerlo cuando la gente me mira de la forma en que lo hace él.

      —En verdad, lo siento. —Llevo las manos a mi espalda y me aclaro la garganta—. Si tu codo, cadera o cualquier parte del cuerpo empieza a doler, déjame pagarte la consulta al médico. Es lo menos que puedo hacer, pero considera elegir a uno ya recibido, no a Akira. Ella ya te había declarado muerto a las 14:31.

      Le sonrío en un intento de aligerar el ambiente, pero sus ojos continúan vagando por mi rostro, como si pudiera conocer mi historia sin que se la cuente. Estoy tan incómoda que me planteo la idea de subir al Jeep y conducir de vuelta a casa, pero sus labios me detienen. Se curvan, no lo suficiente para ser una sonrisa, pero sí para quedar en camino a ella.