La humildad es otra actitud que favorece el diálogo. La preparación del tema tiene como objetivo la posibilidad de sostener un diálogo de altura en función del público, pero cuando el entrevistador plantea la conversación en términos de un coloquio entre eruditos corre el riesgo de que su entrevista no sea interesante para el público en general. Si el periodista ya lo sabe todo sobre el tema o sobre la persona que tiene enfrente, se puede ahorrar la entrevista y pasar directamente a escribir un libro. Es, de nuevo, un asunto de equilibrio. El periodista tiene que saber mucho del tema, pero al mismo tiempo debe ser humilde y mantener una cierta dosis de ingenuidad. Con ello conseguirá que su texto contenga los elementos básicos que le permiten a cualquier lector entender el tema a la vez que le aportará al lector enterado datos novedosos.
Rudos y técnicos
Algunos periodistas consideran que una buena entrevista es un pleito. Creen que su tarea es hacer enojar al entrevistado, cuando de lo que queremos es hacerlo hablar. Por supuesto que no se trata de ser condescendiente con él ni que nuestra principal preocupación sea que pase un buen rato. En muchos casos habrá que hacerle preguntas duras que no le gusten y tal vez se moleste, pero no es su enojo lo que buscamos de entrada. Otros periodistas confunden su tarea y buscan ridiculizar al entrevistado o intentan convencerlo de algo. Pero no es tarea del periodista convertir a nadie sino conocer qué piensa y por qué piensa así una persona, por qué hizo o dejó de hacer algo. Es mostrar un punto de vista que puede ser distinto del suyo.
Además, la rudeza es poco productiva en términos informativos. Con preguntas agresivas “lo más probable es que se produzcan respuestas hostiles, agresivas, distorsionadas y limitadas y no producirán la “verdad”.;
Bastenier afirma que las entrevistas “no son justas de gladiadores en las que el periodista centra todo su esfuerzo en demostrar al lector —al entrevistado sí que ha de demostrárselo— lo inteligente que es, lo mucho que sabe del asunto, cómo acorrala al personaje y le obliga a confesar sus culpas; entre otras cosas, porque si se le acorrala es seguro que no confesará nada”.z
Rosa Montero tampoco está de acuerdo con los “boxeadores” de la entrevista. Se inclina, en cambio, por los entrevistadores
que quieren entender a sus entrevistados, que se esfuerzan en atisbar sus interiores, en deducir cuál es la fórmula íntima del interlocutor, el garabato esencial de su comportamiento y su carácter, y en esto, el afán de comprender y de saber, el periodista es como el novelista que, al desarrollar sus personajes, está explorando los extremos del ser e intentando desentrañar el secreto del mundo. Esta vertiente literaria es la que a mí más me interesa de las entrevistas, tanto a la hora de leerlas como a la de hacerlas. Por eso detesto al periodista enfant terrible, al reportero fastidioso y narciso cuya única ambición consiste en dejar constancia de que es mucho más listo que el entrevistado cuando en realidad siempre es mucho más tonto, porque no aprende nada […] Prefiero el tono íntimo, y esos momentos casi mágicos en los que, por quién sabe qué rara y efímera armonía de las voluntades, te parece haber podido conectar con el interior del otro. Son instantes en los que los entrevistados suelen decir cosas que jamás han dicho, en los que el tiempo parece suspenderse y las palabras construyen mundos.x
El diálogo
“El entrevistador es el responsable de la dirección que tiene que tomar la entrevista”,c afirma Keats. Por ello debe conducirla activamente en una aparente paradoja que consiste en llevar al entrevistado por el camino que hemos previsto, pero al mismo tiempo estar alerta porque suelen aparecer nuevas rutas a veces mucho más interesantes que las que habíamos diseñado. Habrá momentos para dejarlo hablar y salirse del tema y tendremos también que forzarlo a regresar y conducirlo al meollo del asunto. De ahí la necesidad de estar interesado y mantenerse atento, de preguntar, repreguntar y devolver respuestas. A algunos entrevistados les cuesta expresar con claridad sus ideas. Otros, en cambio, dan rodeos intencionalmente para no decir lo que piensan. En ambos casos es de gran ayuda plantear: “Lo que usted me quiere decir es tal cosa” o “Si yo escribo que usted dice tal cosa ¿sería correcto?”. Así los obligamos a precisar.
Si las evasivas sobre un tema son constantes, podemos confrontar directamente: “¿No quiere hablar de este tema?”.
Con muchas personas la conversación fluye de manera muy natural. Pero algunos entrevistados padecen de incontinencia verbal y otros, en cambio, sufren de estreñimiento oral y responden con monosílabos. Hay los que pretenden impresionar al mundo con respuestas rimbombantes o exageradamente técnicas. Otros buscan entrevistar al entrevistador y no falta el que quiere tomarle el pelo. En cada caso el periodista tendrá que ser hábil para maniobrar y llevar la conversación a buen puerto.
Se trata de generar una interacción creativa entre el entrevistador y el entrevistado que cuando funciona bien los sorprende a ambos porque aparecen cosas que ninguno de los dos habían imaginado y que fueron posibles gracias a ese ir y venir de las ideas. Una buena entrevista establece un diálogo auténtico. El periodista logra que el entrevistado reflexione, que producto de ese proceso descubra cosas que no había expresado y, sobre todo, que las diga.
Normalmente comenzamos con preguntas básicas y ligeras. Luego, vamos profundizando paulatinamente hasta llegar a las preguntas más difíciles en las que se abordan los temas más complejos. De ahí regresamos a preguntas más suaves para terminar el encuentro. Pero no es regla. En algunas ocasiones tendremos que empezar con las preguntas más incómodas. Saber plantear el ritmo de la conversación es una de las habilidades que debe desarrollar el entrevistador.
El momento de la entrevista es complejo pues el reportero debe estar concentrado en muchas cosas a la vez. Tiene que escuchar, analizar lo que le están diciendo, procesarlo, anotar, pensar en la siguiente pregunta, vigilar que la grabadora funcione, estar atento a la reacción del entrevistado y al entorno. “Al mismo tiempo, tanto entrevistador como entrevistado, están tratando de sacar las implicaciones de lo que se está diciendo, y ambos están reaccionando el uno ante el otro social y afectivamente. La tarea del entrevistador es balancear estas exigencias”.v
Dice Grijelmo:
Una vez metidos en la conversación, el entrevistador no debe permanecer pendiente sólo de formular la siguiente pregunta, sino que ha de escuchar con atención los argumentos de su entrevistado, para repreguntar cuantas veces le parezca necesario. Cuando tenga transcrita la charla para su publicación, no puede toparse en ningún momento con la sensación de que el entrevistado “se ha escapado vivo”, como dice la jerga […] Nada más dramático que reproducirla y no encontrar, por ejemplo, un buen titular. Si no ha dado aún con el título, el entrevistador no puede levantarse de la silla ni permitir que lo haga su interlocutor”.b
Durante el proceso, el reportero deberá registrar no sólo las respuestas del entrevistado sino también las reacciones que sean significativas: sus pausas, sus énfasis, sus titubeos, su tono de voz, sus risas. Igualmente irá “leyendo” su lenguaje no verbal.
Cuando nosotros interactuamos con otra persona no nada más comunicamos un contenido sino que también indicamos cuáles son nuestros sentimientos hacia la otra persona. Las respuestas no verbales son poderosas transmisoras de actitudes y emociones. Nos informan sobre qué es lo que cada persona siente hacia la otra: frialdad o calor, hostilidad o amistad, cercanía o distancia, dominación o sumisión, etc. En nuestros propios encuentros sociales cotidianos inferimos del lenguaje corporal de la otra persona —tal como la postura, proximidad, gestos, mirada y más— una actitud interpersonal hacia nosotros. Así también, al mismo tiempo, la otra persona está interpretando nuestras respuestas no verbales”.n
El reportero deberá también registrar algunos elementos significativos del entorno. No se trata de hacer una relación notarial de la vestimenta del entrevistado o