Al hablar expresamos lo que somos. El periodista que relata la conversación con el entrevistado lo delinea a partir de sus propias respuestas. Cuando el decano de los forenses habla de cuando se ganó sus primeros “centavos”, no solamente se refiere a su primer sueldo sino que nos remite a la época en que los centavos eran de uso común. En una entrevista que le hice al escritor español Arturo Pérez Reverte hablamos sobre su experiencia como reportero de guerra. Le pregunté:
—¿Y el miedo?
—El miedo a qué.
—A morir, por ejemplo.
—O a que le vuelen a uno los huevos, sin morir. O a perder una mano o una pierna. El miedo existe continuamente, pero forma parte del trabajo y hay trabajos que llevan el miedo incluido en el salario. Lo importante es que no te paralice, que no se convierta en pánico.
La entrevista permite recrear esa frescura del diálogo que no es común en otro género. La misma respuesta del escritor puesta en formato de texto noticioso podría decir: “El escritor español Arturo Pérez Reverte considera que el miedo forma parte del trabajo de un reportero de guerra, pero que éste debe saber controlarlo para que no lo paralice”. En esencia el contenido es el mismo, pero la recreación del diálogo le da mucha mayor viveza.
La entrevista con el sacerdote confesor Anastacio Aguayo, que aparece en este libro, comienza así:
—¿Qué tan pecadores somos los tapatíos?
—De eso no puedo decir nada; de pecados, no.
—No me diga nombres, sólo si somos más pecadores que en otros lados.
—No puedo decirlo porque cualquier insinuación puede dar origen a faltar al sigilo y eso es muy delicado ante Dios. De pecados, ni una palabra.
—¿Ni aunque me diga el pecado y no el pecador?
—Ni en general.
Este texto en formato de noticia podría quedar así: “Anastacio Aguayo, sacerdote confesor, rehúye comentar qué tan pecadores somos los tapatíos”. Aunque la información es prácticamente la misma, el diálogo no solamente nos remite al contenido sino que al mismo tiempo nos deja ver el talante del personaje, nos muestra parte de su personalidad, nos dice lo que dice y otras cosas más.
Desde este punto de vista, procesar una entrevista periodística para publicarse en un medio escrito consiste en tejer, con las propias palabras del entrevistado, un relato que resalte algunos de sus rasgos más distintivos. No se trata de hacerle una fotografía con la pretensión de mostrarlo tal cual es, cosa que además resulta imposible. Se parece más bien a delinear una acuarela que permita al lector hacerse una idea de la esencia de la persona. Es plasmar un retrato trazado con sus propias palabras, un retrato hablado.
La entrevista como herramienta
Algunos autores coinciden en que la entrevista periodística tiene una doble función: es una herramienta básica del reportero y es también un género. Dice Bastenier que ella “se halla en la misma base de todo el quehacer periodístico. La inmensa mayoría de las informaciones que obtenemos han tenido como base una entrevista, el encuentro en estado puro entre el periodista y la fuente. Es como la materia prima a partir de la cual es posible nuestra profesión”.8
La entrevista es una herramienta muy útil, que bien manejada, nos permite obtener con cierta facilidad, en poco tiempo y a bajo costo, información clave para la elaboración de una noticia, una crónica o un reportaje. Un buen reportero es capaz de identificar con prontitud a la persona que tiene la información que necesita, es hábil también para hacer las preguntas pertinentes y así obtiene los datos que requiere. Se parece, si es bueno, a la mariposa que puede identificar a la distancia la flor que tiene el néctar, podrá llegar hasta ella y no se perderá en las ramas sino que sabrá exactamente cómo obtener lo que persigue. Un periodista que trabaja un reportaje sobre migración buscará, por ejemplo, a los académicos que desde hace años estudian el tema y en aproximadamente una hora, si no es que menos, habrá obtenido los datos y las conclusiones más relevantes que a ellos les han llevado años conseguir. Podrá “extraer” en un momento y de manera relativamente fácil el “néctar” de la información.
En este caso, lo importante es que el reportero pueda llegar pronto a la fuente de información aunque no necesariamente la conozca de antemano. Y por supuesto, deberá tener muy claro qué quiere saber para poder plantear las preguntas pertinentes. Si volvemos al caso del supuesto reportaje sobre migración, el reportero podría decir al investigador: “¿Me puede hablar sobre el tema de su investigación?”. En este caso el periodista habrá llegado a la fuente, pero una pregunta mal elaborada le dificultará, o incluso le impedirá, conseguir los datos relevantes.
La entrevista nos ayuda a focalizar la búsqueda de información. En ese sentido, nos permite tener el control sobre los temas y la información que nos interesa y no sólo depender de lo que algún personaje o institución quieren decir.
Es, pues, una herramienta muy útil, pero no es la única ni resuelve todo. Como cualquier instrumento de trabajo requiere destreza y responsabilidad. Tiene también sus riesgos. Su abuso y su mal empleo fomentan uno de los peores vicios del periodismo mexicano: la “declaracionitis”. Muchos periodistas se conforman con que alguien les diga algo y creen que ese “algo” es siempre periodístico. Son reporteros “ponedores” de grabadoras que se preocupan solamente por “cachar” algún dicho para reproducirlo sin más.
La entrevista es un recurso recomendable cuando importa el quién dice y el cómo dice, cuando la declaración es fundamental porque la pronuncia alguien que está en relación directa con algún hecho de interés público. Es aconsejable acudir a ella cuando la coyuntura pone al personaje en una situación clave, cuando interesa mostrar a una persona o cuando la prominencia del personaje hace que sus declaraciones sean relevantes.
Habrá que evitar la entrevista y acudir a otros géneros cuando queramos presentar el panorama completo de lo que ocurrió o de cómo ocurrió. En esas situaciones lo recomendable es recurrir al reportaje o a la crónica, aunque en ambos casos la entrevista podrá ser una herramienta básica para obtener la información que nos servirá de materia prima al elaborar esas piezas. La entrevista es desaconsejable, sobre todo, cuando el entrevistado no tiene nada nuevo que decir y el entrevistador, nada nuevo que preguntar.
La entrevista como género
Definiciones de entrevistas hay tantas como personas han escrito sobre ella. Para Manuel del Arco “no es, ni más ni menos, que una conversación llevada a la letra impresa”.9
Federico Campbell afirma:
Es un diálogo entre un periodista y un sujeto transcrito en forma de preguntas y respuesta […] Este formato lo reserva para un trabajo de redacción de mayor despliegue en el que importa la personalidad y la significación social del entrevistado. La idea de mostrar por escrito cómo se fueron eslabonando las preguntas y las respuestas pretende hacer ver ante el lector cómo es el entrevistado, qué piensa y cómo razona lo que piensa; es decir, el periodista trata de hacer un retrato”.q
Para Bastenier, la entrevista es un “subgénero” periodístico al que define como “un reportaje, pero efectuado a una persona”,w y agrega: “Una entrevista es siempre una auscultación, una interpretación del personaje por medio, en gran parte, del diálogo, y si es realmente buena ha de tener bastante de análisis y de perfil. ¿Qué mejor biografía que una entrevista donde el personaje diga lo que no estaba seguro de querer decir, y tenga que convencer al periodista de que lo que dice es verdad?”.e
Jorge Halperín afirma que la entrevista “es el arte del vínculo. La más pública de las conversaciones privadas”.r Hay otras definiciones con diferentes énfasis. A mí me parece que una entrevista como género periodístico en un medio impreso puede definirse como el relato que recrea una conversación