–No digas eso, Keaton. Tus padres te adoran. Saben lo mucho que trabajas. Saben cómo eres.
Keaton sonrió de medio lado y Honor sintió pena por él. En realidad, eran muy parecidos. Ambos tenían objetivos y luchaban por ellos. Y, en el fondo, él seguía buscando la aprobación y la aceptación de sus padres.
Y en esos momentos existía la posibilidad de que su hermano gemelo le quitase el puesto. Honor podía entender que se sintiese mal. Y sabía que debía intentar olvidarse del error que había cometido y asegurarse de que Keaton no se enterase jamás.
Sonó una alarma en la cocina y ella se puso en pie.
–La cena está lista –consiguió decir sin que le temblase la voz–. Vamos a la mesa.
En su lugar, Keaton la siguió hasta la cocina.
–¿Te puedo ayudar?
–Llévate la ensalada. Ah, y deja la botella de vino en la mesa. Creo que esta noche la vamos a necesitar.
Él sonrió de nuevo, en esa ocasión con algo más de ganas.
–Buena idea.
Hablaron de trabajo durante la cena, y ya habían recogido la mesa y estaban poniendo el lavaplatos cuando Honor decidió tocar un tema más personal.
–Keaton, he estado pensando.
–¿Sí?
–Pongamos fecha a la boda. Una fecha de verdad. Pronto. No hace falta que organicemos una gran fiesta. Los dos trabajamos demasiado como para hacer nada demasiado complicado. Yo sería feliz con una ceremonia en casa de tus padres, en el salón con vistas al lago. ¿Qué te parece?
–¿Qué tal el próximo verano?
Ella tomó aire.
–Si pedimos permiso mañana, tal vez podríamos hacerlo antes, quizás a finales de enero o principios de febrero. Pocas personas, un cóctel en vez de un banquete rodeados de desconocidos… ¿Qué te parece?
–Veo que lo has estado pensando mucho.
Keaton volvía a evitar responder con claridad y eso la enfadó. ¿Acaso no deseaba que consolidasen su relación?
–Por supuesto –le respondió–. Tenemos que poner fecha, Keaton. Llevamos así demasiado tiempo.
Él hizo una mueca.
–Enero es demasiado pronto.
Honor empezó a protestar, pero él levantó una mano para interrumpirla.
–No, escúchame. Los dos estamos muy ocupados ahora en el trabajo como para organizar una boda para el mes que viene. Además, no sería justo para mamá. Ya sabes lo mucho que le gusta organizar las celebraciones con tiempo.
Honor se preguntó si para Keaton la felicidad de su madre era más importante que la suya. Intentó apartar aquello de su mente. Nancy era una mujer cariñosa, adorable, que la había acogido en su familia desde el principio. Era una actitud infantil pensar que Keaton estaba anteponiendo a su madre, aunque lo sintiese así.
–¿No te quieres casar? –le preguntó, no pudo evitarlo.
–Sí, quiero –dijo él–. ¿Ves? Ya estoy practicando para el gran día.
Ella sonrió.
–Mira, ¿por qué no lo reflexionamos antes de tomar una decisión?
La agarró por la cintura y se inclinó hacia ella para besarla, pero Honor apartó la cara en el último momento. Después, para arreglarlo, le mordisqueó el cuello. No había podido evitarlo. Ya no quería medias tintas con él. Lo quería todo. Quería que su amor fuese apasionado. No quería besos automáticos. ¿Y si hacían el amor? No quería ni pensarlo, sobre todo, después del recuerdo que tenía de Logan grabado en su mente.
Se apartó de él.
–Es tarde –le dijo.
–¿Quieres que me marche? –le preguntó Keaton sorprendido.
–Lo siento. Estoy cansada y creo que esta noche prefiero estar sola.
Keaton apretó los labios. Era el único modo en el que expresaba su enfado o irritación.
–Creo que no voy a entenderte jamás, Honor. Tan pronto insistes en que nos casemos como me echas de tu casa. ¿No te habrás enfadado porque no quiero que nos casemos tan pronto?
–No, por supuesto que no. Lo siento. No debía haber insistido en el tema de la boda. Ahora no es el momento. Estoy cansada. Nos veremos mañana en el trabajo.
–Por supuesto.
Keaton se dio la media vuelta, pero Honor supo que estaba molesto con ella.
–¿Keaton? –lo llamó.
Él se detuvo y se giró hacia ella.
–¿Sí?
De repente, Honor se sintió tremendamente vulnerable. La noche anterior había hecho algo terrible, pero acostarse con Keaton esa noche habría sido como traicionarlo todavía más.
–Vamos a estar bien, ¿verdad?
Él la miró a los ojos y Honor contuvo la respiración.
–Por supuesto –le dijo.
Y se marchó.
Capítulo Cinco
Honor casi no pudo dormir y, cuando llegó al trabajo temprano a la mañana siguiente, comprobó con fastidio que ya había alguien en su despacho. De hecho, el visitante no deseado estaba sentado a un escritorio que no había estado allí el día anterior, al que habían dejado espacio llevándose sus sofás. Frunció el ceño al entrar y sintió que se le hacía un nudo en el estómago al reconocer a Logan Parker.
Se preguntó cómo había podido darse cuenta tan pronto que era él, cuando dos días antes lo había confundido con Keaton. ¿Sería por el ángulo de su cabeza, por la posición de sus hombros? A primera vista, podría haber sido su gemelo, pero Honor estaba segura de que no lo era.
–¿Qué estás haciendo en mi despacho? –inquirió mientras entraba.
Él levantó la cabeza y la miró a los ojos.
–Nuestro despacho –le respondió con calma antes de volver a clavar la vista en la pantalla del ordenador.
–No puedes estar hablando en serio –espetó ella.
–No lo he decidido yo. Al parecer, el despacho que quería darme Douglas está siendo renovado, así que no estaré aquí para siempre.
–¿Y no ha podido encontrarte otro lugar?
Logan señaló la zona abierta de trabajo que había al otro lado de la puerta, donde estaba su equipo de diseño, no cabía nadie más.
–Háblalo con el jefe si tienes algún problema.
–Por supuesto que lo voy a hacer –replicó Honor mientras colgaba su abrigo en la percha que había en un rincón y se dirigía a su ordenador.
Se sentó y abrió el ordenador, pero no pudo obviar al hombre que tenía enfrente. Al final, dejó de fingir que estaba trabajando.
–¿Me puedes decir qué estás haciendo exactamente aquí?
Logan cerró su ordenador y la miró.
–Ayer Douglas estuvo explicándome la estructura de la empresa. Siente curiosidad por lo que yo hago en Nueva Zelanda y le gustaría barajar la posibilidad de incorporar algunas de mis ideas a Richmond Developments. Dado que tú eres la jefa del equipo de diseño, pensó que debía hablarlo contigo.