Navegando en patín a vela. Ricard Pedreira Font. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ricard Pedreira Font
Издательство: Bookwire
Серия: Deportes Acuáticos
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788499108858
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      – ¿Y ahora?

      – Siéntate más adelante. Junto a mí.

      – ¿Volvemos a ceñir?

      – Volvemos a ceñir.

      – ¡Ahora vamos a volcar el patín! Manuel se queda aterrorizado.

      – ¿Sabes nadar?

      – Sí.

      – ¿Llevas el chaleco?

      – Sí… – dice con un hilo de voz.

      – ¿Y estamos cerca de la playa?

      – Bien – asiente Manuel. Se van a proa los dos. El patín se detiene con la suave brisa, que ya empieza a refrescar.

      – ¡Tírate al agua!

      – ¿Yo?

      – ¿Quién? Se miran.

      Manuel se tira.

      Ricardo se va hacia el obenque medio y tira de él con todo su peso. Que es bastante.

      El patín oscila y termina por volcar. Ricardo, hábilmente no permite que el palo del patín se hunda. Queda medio echado en el agua. Pasa al patín que reposa en el agua y se queda allí, de pie. Y se ríe.

      – ¿Ves?Ricardo tira de la escota, que no ha soltado, hasta que el nudo hace tope y el patín vuelve a su posición inicial.

      – Bravo – dice Manuel, un poco asustado.

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      Figura 2.12. Patín medio volcado.

      – ¡Otra vez! Ricardo repite la operación hasta que el palo se va hacia el fondo y el patín queda con los flotadores al aire.

      – ¡Sube!

      – ¿Yo?

      – ¿Quién si no? Manuel sube en el patín volcado.

      – Se está bien aquí…

      – En caso de problemas, no lo abandones. Nunca. Te explico. Ahora hay que desvolcarlo… con la misma escota.

      – Bien… Ricardo a través del agua saca la escota de la polea, dentro del agua y por uno de los costados, y la ata a la base del obenque medio del flotador de barlovento.

      – Subiremos al otro, al flotador de sotavento.

      – ¿Subiremos?

      – Cuida de dejar unos 3 metros libres para tirar… un nudo sencillo basta… un cote…

      – ¿Ahora subo?

      – Te ayudo… Haciendo equilibrios… Claro que sí…

      – Quién dijo miedo…

      – Ahora con la escota… Cuélgate, deja caer todo tu peso… Y el mío… Te ayudo. La bancada de sotavento, en la que están de pie Manuel y Ricardo, comienza a hundirse y la otra empieza a levantarse.

      – ¿Lo ves?

      – Sí… – dice aterrorizado Manuel, viendo que la bancada contraria se le viene encima.

      – Sigue tirando, tirando, suave…

      – Que viene… Que viene…

      – Ahora hay que separarse, dejar que el patín caiga al agua y sujetarlo por la proa, para que el viento haga flamear la vela… Ambos suben trabajosamente encima del patín, mojados pero contentos.

      Manuel mira a Ricardo.

      – Es… fácil…

      – Es fácil. Hay que recordar los pasos, pero así estarás seguro en el agua. Siempre. Puedes volcar y… no pasa nada.

      – Nada, nada… – dice Manuel todavía un poco tocado y mojado.

      – Ahora un apunte de seguridad – dice Ricardo –. Si han de venir a buscarte para remolcar, desata la escota de las poleas y de la vela, y ata un extremo a la primera bancada. El otro extremo dáselo al remolcador. Tu siéntate atrás y déjate llevar. Mañana lo probaremos con la lancha…

      – Bien.

      – Otro ejercicio. Vete, vamos los dos al palo y caza la escota.

      – Estamos proa al viento.

      – Déjate llevar sin hacer nada.

      – Estoy navegando… hacia atrás.

      – Estás ciando. Con olas y viento perpendicular a la playa podrás entrar sin sobresaltos.

      – ¡Qué bien! – dice incrédulo Manuel.

      – Volvamos…

      – ¿A la playa?

      – Fíjate en las olas otra vez… Las tres marías… o cuatro, no te fíes.

      – Déjalas pasar. Detén el patín si hace falta. ¡Adelante, tú solo! Manuel deja pasar las tres olas y caza la vela. El patín arranca.

      – Mantén el patín perpendicular a las olas…

      – ¿Cómo lo hago? – grita con cara de velocidad.

      – Pon un pie en el agua a uno u otro lado para maniobrar el patín. Manuel pone un pie en el agua. Ricardo compensa con su cuerpo.

      – ¡Tierra! Hemos llegado.

      – Como dijo Rodrigo de Triana al llegar a América.

      – ¿Y besó la tierra?

      – No lo sé…

      – Ha sido… emocionante.

      – Mañana, tú solo. Se miran sonrientes. El viento sigue soplando.

      A la mañana siguiente…

      – El patín proa al viento para subir las velas fácilmente. Puño de escota… Ballestrinque. Sujetar el grillete. ¡Arriba la vela!

      – «Con un ballestrinque y un cote, no se escapa ningún bote».

      – Siempre la misma rutina, para no olvidarse nada… ¡Tira del flexor! Tira de la relinga. Y la cola de pato… Hoy, tú solo. Yo te seguiré en la lancha.

      Se miran.

      – A mí no me mires. Mira el rompiente. Una ola… Dos… Tres… ¡Empuja!

      Manuel salta sobre el patín. Una ola rompe y lo deja calado.

      – A barlovento – grita Ricardo mientras corre hacia la lancha. Manuel ya está lejos. La lancha lo alcanza.

      – ¡Vira, vira!

      – ¿Qué?

      – Ahora el ballet, recuerdas… Avanzando por la bancada, arrastrando el culo… con perdón. Y nos levantamos… Paso por la segunda bancada… Y vuelvo hacia atrás, empujando la vela con la mano… Manuel hace un saludo, con cara de felicidad.

      – No está mal –le dice Ricardo–, pero has de empujar la vela todavía más. Virarás más deprisa. No hay que vacilar. Ahora hacia atrás. Siéntate hacia atrás… Más. Suelta