– ¿Y ahora?
– Siéntate más adelante. Junto a mí.
– ¿Volvemos a ceñir?
– Volvemos a ceñir.
Levantar un patín medio volcado
– ¡Ahora vamos a volcar el patín! Manuel se queda aterrorizado.
– ¿Sabes nadar?
– Sí.
– ¿Llevas el chaleco?
– Sí… – dice con un hilo de voz.
– ¿Y estamos cerca de la playa?
– Bien – asiente Manuel. Se van a proa los dos. El patín se detiene con la suave brisa, que ya empieza a refrescar.
– ¡Tírate al agua!
– ¿Yo?
– ¿Quién? Se miran.
Manuel se tira.
Ricardo se va hacia el obenque medio y tira de él con todo su peso. Que es bastante.
El patín oscila y termina por volcar. Ricardo, hábilmente no permite que el palo del patín se hunda. Queda medio echado en el agua. Pasa al patín que reposa en el agua y se queda allí, de pie. Y se ríe.
– ¿Ves?Ricardo tira de la escota, que no ha soltado, hasta que el nudo hace tope y el patín vuelve a su posición inicial.
– Bravo – dice Manuel, un poco asustado.
Figura 2.12. Patín medio volcado.
Patín en «chocolatera» o quillas al sol
– ¡Otra vez! Ricardo repite la operación hasta que el palo se va hacia el fondo y el patín queda con los flotadores al aire.
– ¡Sube!
– ¿Yo?
– ¿Quién si no? Manuel sube en el patín volcado.
– Se está bien aquí…
– En caso de problemas, no lo abandones. Nunca. Te explico. Ahora hay que desvolcarlo… con la misma escota.
– Bien… Ricardo a través del agua saca la escota de la polea, dentro del agua y por uno de los costados, y la ata a la base del obenque medio del flotador de barlovento.
– Subiremos al otro, al flotador de sotavento.
– ¿Subiremos?
– Cuida de dejar unos 3 metros libres para tirar… un nudo sencillo basta… un cote…
– ¿Ahora subo?
– Te ayudo… Haciendo equilibrios… Claro que sí…
– Quién dijo miedo…
– Ahora con la escota… Cuélgate, deja caer todo tu peso… Y el mío… Te ayudo. La bancada de sotavento, en la que están de pie Manuel y Ricardo, comienza a hundirse y la otra empieza a levantarse.
– ¿Lo ves?
– Sí… – dice aterrorizado Manuel, viendo que la bancada contraria se le viene encima.
– Sigue tirando, tirando, suave…
– Que viene… Que viene…
– Ahora hay que separarse, dejar que el patín caiga al agua y sujetarlo por la proa, para que el viento haga flamear la vela… Ambos suben trabajosamente encima del patín, mojados pero contentos.
Manuel mira a Ricardo.
– Es… fácil…
– Es fácil. Hay que recordar los pasos, pero así estarás seguro en el agua. Siempre. Puedes volcar y… no pasa nada.
– Nada, nada… – dice Manuel todavía un poco tocado y mojado.
Remolque en el agua
– Ahora un apunte de seguridad – dice Ricardo –. Si han de venir a buscarte para remolcar, desata la escota de las poleas y de la vela, y ata un extremo a la primera bancada. El otro extremo dáselo al remolcador. Tu siéntate atrás y déjate llevar. Mañana lo probaremos con la lancha…
– Bien.
– Otro ejercicio. Vete, vamos los dos al palo y caza la escota.
– Estamos proa al viento.
– Déjate llevar sin hacer nada.
– Estoy navegando… hacia atrás.
– Estás ciando. Con olas y viento perpendicular a la playa podrás entrar sin sobresaltos.
– ¡Qué bien! – dice incrédulo Manuel.
Vuelta a la playa
– Volvamos…
– ¿A la playa?
– Fíjate en las olas otra vez… Las tres marías… o cuatro, no te fíes.
– Déjalas pasar. Detén el patín si hace falta. ¡Adelante, tú solo! Manuel deja pasar las tres olas y caza la vela. El patín arranca.
– Mantén el patín perpendicular a las olas…
– ¿Cómo lo hago? – grita con cara de velocidad.
– Pon un pie en el agua a uno u otro lado para maniobrar el patín. Manuel pone un pie en el agua. Ricardo compensa con su cuerpo.
– ¡Tierra! Hemos llegado.
– Como dijo Rodrigo de Triana al llegar a América.
– ¿Y besó la tierra?
– No lo sé…
– Ha sido… emocionante.
– Mañana, tú solo. Se miran sonrientes. El viento sigue soplando.
Navegando solo
A la mañana siguiente…
– El patín proa al viento para subir las velas fácilmente. Puño de escota… Ballestrinque. Sujetar el grillete. ¡Arriba la vela!
– «Con un ballestrinque y un cote, no se escapa ningún bote».
– Siempre la misma rutina, para no olvidarse nada… ¡Tira del flexor! Tira de la relinga. Y la cola de pato… Hoy, tú solo. Yo te seguiré en la lancha.
Se miran.
– A mí no me mires. Mira el rompiente. Una ola… Dos… Tres… ¡Empuja!
Manuel salta sobre el patín. Una ola rompe y lo deja calado.
– A barlovento – grita Ricardo mientras corre hacia la lancha. Manuel ya está lejos. La lancha lo alcanza.
– ¡Vira, vira!
– ¿Qué?
– Ahora el ballet, recuerdas… Avanzando por la bancada, arrastrando el culo… con perdón. Y nos levantamos… Paso por la segunda bancada… Y vuelvo hacia atrás, empujando la vela con la mano… Manuel hace un saludo, con cara de felicidad.
– No está mal –le dice Ricardo–, pero has de empujar la vela todavía más. Virarás más deprisa. No hay que vacilar. Ahora hacia atrás. Siéntate hacia atrás… Más. Suelta