Voleibol táctico. Cristòfol Salas Santandreu. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Cristòfol Salas Santandreu
Издательство: Bookwire
Серия: Voleibol
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788499108186
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(“C”), presencia de adversarios (“A”) y ausencia de incertidumbre en el medio al ser este deporte practicado en un espacio domesticado (“I”).

      La clasificación planteada por Parlebas (1988) sería posible completarla si se tuviesen en cuenta dos tipos de relaciones planteadas por algunos de los autores citados, entre ellas la establecida con el espacio y la participación sobre el balón (Hernández-Moreno, 1988 y Hernández- Moreno, Castro, Cruz, Gil, Hernández-Melián, Quiroga y Rodríguez, 1999).

      La relación con el Espacio estará en función de si es compartido por los equipos “E”, o no lo es “E”. Entre los deportes en los que el Espacio es compartido se encuentran el fútbol, el rugby o el baloncesto. Entre los que el Espacio no es compartido dada la existencia de una red, se encuentran el

      tenis, el voleibol, el padel o el voley-playa. A estos deportes según Devís (1990) y Méndez-Giménez (2000) también se les puede denominar de cancha dividida.

      Independientemente de la socialización del espacio compartido frente al no compartido, se nos plantea la posibilidad de distinguir los deportes de equipo en función de la participación sobre el balón, la cual puede ser simultánea, si los dos equipos pueden intervenir sobre el balón a la vez, o alternativa, si un equipo ha de esperar la intervención del equipo contrario para poder intervenir. En este caso distinguiremos el carácter “P = participación”. Si la participación es simultánea el carácter no aparecerá subrayado, frente al carácter “P” cuando la Participación sea alternativa.

      Existe la posibilidad de establecer una última diferenciación al ser considerada la Relación entre compañeros, ya que es posible diferenciar un grupo de deportes en el cual los jugadores no tienen la posibilidad de pasarse la pelota, siendo su relación de menor “calidad” que la del grupo o familia de deportes en el que los jugadores si pueden relacionarse de manera directa a través de la existencia de los pases. Este hecho nos lleva a proponer una pequeña modificación de la clasificación primigenia de Parlebas (1988) y acomodada posteriormente por Hernández-Moreno (1988) (figura 7). En esta clasificación propuesta hace aparición el nuevo rasgo: el carácter “R” en el caso de que la Relación incluya la existencia o posibilidad de realizar pases entre compañeros, frente al carácter “R” cuando esta posibilidad no exista.

      Tanto la participación como la relación o comunicación con el móvil, como así lo afirman Hernández-Moreno et al. (2002), son rasgos que podrían ser obviados, sin embargo, para la realización de la presente clasificación nosotros los tendremos en consideración, dado que estimamos que las diferencias que presentan son lo suficientemente importantes como para ser tratadas. En este mismo sentido Méndez-Giménez (2000:3) realiza la siguiente afirmación: “... siguiendo la clasificación de Ellis (1983) y de Almond (1986), en el grupo de juegos deportivos de red o de cancha dividida (...), encontramos los deportes que comparten una serie de características comunes, de intenciones básicas y de principios tácticos similares...”; y por lo tanto, pertinentes de un análisis que considere estas diferencias.

      En esta nueva clasificación, el frontón por parejas, por poner un ejemplo, quedaría englobado dentro de la familia de los deportes en los que el espacio es compartido (“E”), con participación alternativa (“P”), pero con ausencia de pase entre compañeros (“R”),5 mientras que los deportes en los que existe una red pertenecerán a aquellos en los que el espacio no es compartido (“E”), y la participación de los equipos es alternativa (“P”). En este tipo de deportes es importante establecer la distinción en función del otro carácter antes citado, la relación, en función de la posibilidad de que los jugadores de un mismo equipo tengan la posibilidad de pasarse la pelota. Esta relación nos diferenciará estos dos grandes grupos: la familia del voleibol, con una relación más directa por la existencia del pase entre compañeros, y la familia del tenis, en la cual la relación entre compañeros podríamos considerarla como indirecta por la ausencia de pase entre compañeros.

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      Respetando la intención de separar estas mismas categorías de deportes se encuentra Méndez-Giménez (2000), quien entre los juegos deportivos de cancha dividida (JDCD) separa los jugados sin implemento de aquéllos jugados con implemento, siendo el implemento la raqueta.

      A partir de lo expuesto hasta ahora, se puede deducir que el voleibol pertenece a una familia de deportes de equipo de situación sociomotriz dada la existencia de compañeros y de adversarios, con espacio separado, uso alternativo del móvil y de relación directa entre compañeros dada la posibilidad de la realización de pases entre los jugadores de un mismo equipo, y cuya especificidad queda recogida en su propio reglamento:

       “... El voleibol es un deporte de equipo jugado por dos equipos de seis jugadores, en una cancha de juego dividida por una red... El objetivo del juego es enviar el balón por encima de la red al piso del contrario e impedir esta misma acción por parte del oponente. Cada equipo tiene la opción de golpear el balón tres veces para intentar devolverlo, además del golpeo del bloqueo. El balón se pone en juego mediante un saque: golpe del sacador por encima de la red hacia el campo del contrario. La jugada continúa hasta que el balón toca el suelo, va fuera, o uno de los equipos no logra devolverlo de forma correcta. Cada jugada supone un punto. Cuando el equipo que recibe gana la jugada, obtiene un punto y el derecho al saque y sus jugadores rotan una posición en el sentido de las agujas del reloj” (FIVB, 2001: 9).

      Para Teodorescu (1977), Pittera y Riva (1980), Marsenach y Druenne (1981), Ivoilov (1986), Beal (1989), Chêne, Lamouche y Petit (1990), Bertucci (1992), Santos, Viciana y Delgado (1996), Mesquita (1997), Moutinho (1997), Ureña (1998) y Bonnefoy, Lahuppe y Né (2000), dicha especificidad queda resumida en varios aspectos, entre los que se repiten: el golpeo de volea; la limitación del número de contactos para preparar el objetivo; la imposibilidad de invadir el campo rival excepto durante la acción de bloqueo; el hecho de que el punto de partida de todas las jugadas es el saque; la ausencia del factor tiempo y la rotación de los jugadores. Aspectos a los que Beal (1989) añade la altura de la red, la inversión de roles ataque-defensa y el marcado desequilibrio en favor del ataque.

      Agrupando todas y cada una de las características antes citadas en torno a dos factores o parámetros, podemos afirmar que el voleibol es un deporte de máxima exigencia: en cuanto a la tarea motriz que hay que resolver (golpear un balón que vuela); en cuanto a la velocidad del estímulo (un remate puede llegar a alcanzar más de 100 km/h); en cuanto a la exigencia de la tarea (cada uno de los errores cometidos representa un punto más en el marcador del equipo contrario, en ocasiones puede significar el set o el partido); el espacio en el que se ha de desarrollar dicha tarea presenta una serie de dificultades específicas añadidas que aumentan el nivel de exigencia para su realización (altura de la red, ancho de la zona de paso, prohibición de algunos tipos y formas de golpeo…). Por lo que si la táctica individual depende de la dificultad de la tarea, la velocidad y cantidad de estímulos y del peso o consecuencia del acto en el desarrollo del juego, es evidente que nos encontramos ante un deporte de una gran carga táctica.

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      1Información publicada por la Real Federación Española de Voleibol en su página Web el 18 de septiembre de 1998 (http://www.sportec.com).

      2Información publicada en la página Web de la FIVB (http://www.ficbch/PressArea/main.htm).