Frente a lo que ocurre con la edad esquelética, las diferencias de crecimiento en estatura aún no se han compensado en el 16o año de vida. Como la masa corporal está en función de la estatura, se acepta asimismo que la masa corporal de los individuos acelerados supera la de los individuos de desarrollo normal y que la de éstos a su vez es mayor que la de los retardados. Ambos sexos presentan los porcentajes medios de masa corporal que figuran en la tabla 10, en comparación con los promedios de masa corporal de su población.
En los ámbitos de condición física sobre todo (fuerza, velocidad, resistencia), los individuos acelerados poseen, debido a su mayor estatura y peso, una elevada capacidad de rendimiento y de carga; la resistencia (cf. fig. 108) y la fuerza están en estrecha correlación con la edad biológica, la estatura y el peso corporal (cf. Frey, 1978, 174); por esta razón la realización de campeonatos escolares, con la consiguiente elaboración de listas de los mejores de la escuela, etc., nos parece muy poco razonable, máxime cuando estos campeonatos, como suele ser la norma, se organizan dentro de las promociones anuales. Las oportunidades de triunfo o de clasificación están exclusivamente en manos de los individuos biológicamente precoces (acelerados); en esta “comparación” con los acelerados de su misma edad cronológica, los individuos de desarrollo normal o retardado obtienen malos resultados como consecuencia de sus desfavorables condiciones antropométricas, sobre todo en modalidades donde estos parámetros desempeñan un papel importante para determinar el rendimiento, como ocurre, por ejemplo, en atletismo.
Figura 51. Diagrama de desviaciones de la estatura corporal en individuos acelerados (A) y retardados (R) frente a los de desarrollo normal (N). Los trazos corresponden a los de la figura 50 (de Wutscherk/Schmidt/Köthe, 1985, 144).
Las edades infantil y juvenil como “estadio de transición” hacia la edad adulta presentan otra serie de particularidades, en estrecha conexión con el crecimiento, también importantes para la organización del entrenamiento.
Chicos | Chicas | |
Retardados | 97 % aprox. | 96 % aprox. |
Desarrollo normal | 99 % aprox. | 100 % aprox. |
Acelerados | 102 % aprox. | 103 % aprox. |
Tabla 10. Masa corporal de chicos y chicas retardados, normales y acelerados en comparación con el promedio de masa corporal de su población (de Wutscherk/Schmidt/Kothe, 1985, 144)
Crecimiento y metabolismo
En el niño y el joven en crecimiento, el metabolismo constructivo (anabolismo) desempeña un papel muy especial. Los intensos procesos de crecimiento y de diferenciación, que requieren una amplia serie de procesos de incorporación, reconstrucción y fabricación, originan un aumento del metabolismo basal; el metabolismo basal es un 20-30 % aproximadamente más elevado en los niños que en los adultos (cf. Demeter, 1981, 48). También aumentan las necesidades de vitaminas, minerales y nutrientes. No obstante, son las necesidades de proteínas las más elevadas. Los niños necesitan hasta 2,5 g de proteínas por kilogramo de peso corporal, cifra que se corresponde con los requisitos de un deportista “de fuerza” adulto. Las cargas suplementarias pueden incrementar aún estas necesidades.
Con un entrenamiento muy voluminoso e intenso –como ocurre en algunas modalidades donde los rendimientos de elite se alcanzan ya en la edad infantil (patinaje artístico, gimnasia de aparatos, etc.)– predomina en principio el metabolismo funcional a costa del metabolismo constructivo; esta situación puede plantear un obstáculo para los procesos de crecimiento del organismo infantil y restringir la capacidad de carga global. Por ello es fundamental que en niños y jóvenes los procesos de recuperación y regeneración tengan una duración suficiente.
Crecimiento y aparato locomotor pasivo
La “ley de Mark-Jansen” (cf. Berthold/Thierbach, 1981, 165) sostiene que la sensibilidad del tejido se comporta de forma proporcional a la velocidad de crecimiento. De aquí se deduce que el niño y el joven están expuestos en mayor medida que el adulto a las lesiones por sobrecarga debido a estímulos de entrenamiento antifisiológicos. El planteamiento es importante sobre todo para el empujón de crecimiento de la adolescencia, asociado a un riesgo ortopédico por sobrecarga muy elevado. A este respecto debemos tener en cuenta que la capacidad de soportar carga puede ser muy diferente en niños de la misma edad cronológica e incluso biológica.
La figura 52 muestra que una carga dada puede actuar, dependiendo de la situación ortopédica de partida, de forma “biopositiva” o “bionegativa”, esto es, biológicamente favorable o desfavorable.
La capacidad de carga individual de los aparatos óseo, cartilaginoso, tendinoso y ligamentario debe ser la magnitud de rendimiento limitadora a la hora de configurar el entrenamiento, sobre todo el de niños y jóvenes, pues las estructuras en fase de crecimiento no presentan todavía la resistencia ante la carga que encontramos en el adulto.
Los siguientes aspectos se consideran particularidades de las edades infantil y juvenil:
•Los huesos son más flexibles debido a una mayor acumulación relativa de materiales orgánicos más blandos, pero menos resistentes ante la tracción y la presión, lo que supone una reducción global de la capacidad de carga del sistema esquelético en su conjunto.
•Los tejidos tendinoso y ligamentario no son aún suficientemente resistentes ante la tracción debido al menor asentamiento de la estructura micelar –las micelas forman estructuras parecidas a retículos cristalinos– y a un mayor porcentaje de sustancia intercelular (cf. Tittel, 1979, 125).
•El tejido cartilaginoso y las uniones de crecimiento aún sin osificar presentan, dado su alto grado de segmentación, un elevado riesgo ante cualquier fuerza intensa de presión o cortante.
En conjunto se puede afirmar que los estímulos de entrenamiento adecuados al crecimiento, esto es, submáximos, que hagan trabajar el complejo global del aparato locomotor pasivo de una forma múltiple y no unilateral, ofrecen un estímulo apropiado tanto para el crecimiento como para la mejora de las estructuras. Por el contrario, las cargas máximas, unilaterales o aplicadas sin preparación al organismo en crecimiento pueden provocar de forma inmediata o a largo plazo (daños tardíos) la destrucción de los tejidos mencionados.
Figura 52. Representación esquemática del efecto de las cargas sobre el aparato locomotor (Berthold/Thierbach 1981, 165, modificado según Nigg y cols.)
En este contexto hemos de señalar aún que las estructuras del aparato locomotor pasivo del niño y del joven se adaptan en mayor medida a cargas adecuadas en el sentido biopositivo, pero también que la velocidad de esta adaptación no es comparable con la que se da en el aparato locomotor activo: mientras que el músculo presenta ya modificaciones funcionales y morfológicas una semana después de un estímulo de entrenamiento, en huesos, cartílagos, tendones y ligamentos el proceso requiere semanas. Este transcurso lento de la adaptación, unido a una mayor sensibilidad frente a las sobrecargas, impone una progresión estricta de la carga en la edad infantil, para garantizar un tiempo de adaptación suficiente a las estructuras de sustentación pasiva del movimiento, evitando así sobrepasar la capacidad de carga con los correspondientes daños (cf. Weineck, 1982, 35).
La figura 53 muestra que el período de regeneración en el aparato locomotor pasivo discurre con más lentitud que en el activo, y que los estímulos de carga aplicados demasiado pronto provocan una recuperación incompleta y por tanto un mayor riesgo de las estructuras afectadas.
Así pues, desde el punto de vista ortopédico se pueden plantear las siguientes exigencias