El cambio completo de la existencia psicofísica y social conlleva profundas transformaciones en el abanico de intereses generales, circunstancia que no deja de incidir sobre el interés por el deporte (fig. 55). También sufren una profunda transformación las expectativas asociadas a la actividad deportiva (fig. 55).
La figura 55 muestra que el interés por el deporte disminuye de forma abrupta con la entrada en la pubertad. La actividad deportiva, que en la edad escolar era poco menos que “el sentido de la vida”, sufre una fuerte presión de sus competidores y pierde relevancia.
La figura 56 muestra que la actividad deportiva se basa sobre todo en la necesidad de contacto social con personas de la misma edad. La emulación, la rivalidad y la necesidad de competir han perdido terreno en comparación con las etapas previas del desarrollo.
Consecuencias para la práctica del entrenamiento:
El fuerte aumento de estatura y peso, que se refleja en un pronunciado empeoramiento de las relaciones pesofuerza, suele producir pérdidas en la capacidad de rendimiento coordinativo. La precisión de la regulación motora deja bastante que desear: los movimientos excesivos son típicos de esta edad. Por otra parte, la pubertad es la edad de la entrenabilidad máxima de las características físicas, y específicamente la primera fase puberal. Estas nuevas circunstancias exigen el correspondiente enfoque del entrenamiento. Así pues, en la primera fase puberal se mejoran punto por punto las capacidades físicas, mientras que las coordinativas se estabilizan únicamente, o se consolidan poco a poco en el mejor de los casos.
El predominio del análisis intelectual en esta edad permite nuevas formas de aprendizaje motor y de organización general del entrenamiento. Dado el nuevo catálogo de expectativas del joven, se debería conceder más importancia a la participación en el momento de planificar a la propia realización en la cuadrilla de amigos y a una oferta de entrenamiento amplia (aprender, ejercitar, jugar), individualizando cada vez más el control de la actividad. Los conflictos latentes se deberían clarificar a la luz del día, sin adoptar posturas de autoridad. A la hora de dosificar la carga, se deberían tener en cuenta las fuertes oscilaciones en el abanico de motivaciones del joven.
La primera fase puberal es época de transformaciones bruscas. Los errores en la configuración del entrenamiento (demasiado duro, demasiado unilateral), y sobre todo en el trato con el joven, son las causas primordiales del abandono de la actividad deportiva, precisamente en una época en la que los estímulos del desarrollo deportivo revisten una especial importancia. Con un régimen de trato prudente, igualitario y respetuoso con la autonomía y los deseos del joven, y con un programa de entrenamiento dosificado de forma individual, el entrenador asume la difícil tarea de mantener y estabilizar la motivación deportiva de su alumno, y de resolver las situaciones de conflicto con el necesario grado de sensibilidad pedagógica.
Figura 55. Evolución de la perspectiva vital en la edad juvenil (de Sack, 1982, 39).
Figura 56. Evolución de la motivación deportiva en la edad juvenil (de Sack, 1982, 44).
Segunda fase puberal (adolescencia)
La adolescencia comienza entre los 13 y 14 años en las chicas y entre los 14 y 15 en los chicos, prolongándose hasta la edad de 17 y 18 o 18 y 19. La adolescencia supone la conclusión del desarrollo que media entre niño y adulto. Se caracteriza por un debilitamiento de todos los parámetros de crecimiento y desarrollo. Si en el joven de 13 o 14 años el aumento anual de estatura y peso alcanzaba en ciertos casos los 10 cm y los 9,5 kg, ahora no se pasa ya de 1-2 cm y de 5 kg (cf. cita de Szögy en Demeter, 1981, 154). El rápido crecimiento en altura es sustituido por un mayor crecimiento en anchura. Las proporciones se armonizan, lo que incide de modo favorable en la mejora de las capacidades coordinativas. El aumento de la fuerza y la capacidad de almacenar engramas –máxima en esta edad– crean unas condiciones óptimas para el progreso de la capacidad de rendimiento deportivo. Dado que en la adolescencia se pueden trabajar las capacidades físicas y coordinativas de idéntica forma y con igual intensidad, esta etapa supone, después de la edad escolar tardía, una nueva fase de mejora intensa del rendimiento motor. Los movimientos más difíciles se aprenden con rapidez y se retienen sin dificultades.
Se observa en esta época una situación de equilibrio psíquico, que tiene su efecto positivo para el proceso del entrenamiento. El equilibrio se basa principalmente en una estabilización de la regulación hormonal, que en la primera fase puberal presentaba aún cambios pronunciados: los mecanismos de regulación neurohumorales entre hipotálamo e hipófisis experimentan un ajuste definitivo; en comparación con la fase anterior, los receptores del hipotálamo, centro regulador jerárquicamente superior, reaccionan ya con cantidades relativamente grandes de hormonas reguladoras y ponen en marcha los correspondientes mecanismos de retroalimentación (cf. Demeter, 1981, 107). La situación de equilibrio creciente que se observa tras la primera fase puberal está condicionada también por la influencia compleja de la escuela, la familia y la sociedad, que provoca un marcado desarrollo de la personalidad y una mayor integración social.
Consecuencias para la práctica del entrenamiento:
El equilibrio de las proporciones corporales equilibradas, la estabilidad mental y una mayor capacidad de raciocinio y de observación convierten la adolescencia en la “segunda edad de oro del aprendizaje”. La capacidad de carga psicofísica, similar a la del adulto, y la plasticidad, aún conservada, del sistema nervioso central, típica de todo el período de crecimiento, permiten efectuar un entrenamiento voluminoso e intenso. Hacia el final de la adolescencia estamos ya en la edad de máximo rendimiento en algunas modalidades, y conviene por tanto adoptar casi todos los métodos y contenidos de entrenamiento del deporte de adultos. La adolescencia se debería aprovechar para perfeccionar las técnicas específicas de la modalidad y para adquirir la condición física necesaria.
Consideraciones finales como resumen sobre el entrenamiento en las edades infantil y juvenil
•El entrenamiento de niños y jóvenes no es un entrenamiento de adultos reducido.
Toda etapa de edad tiene sus tareas didácticas especiales y sus particularidades específicas del momento del desarrollo.
•Las propuestas de estímulos y de aprendizaje tienen que orientarse en función de las fases sensibles.
La fase de la prepubertad se presta sobre todo a la mejora de las capacidades coordinativas y a la ampliación del repertorio de movimientos, y el período de pubertad, sobre todo al trabajo de las capacidades físicas. Hay que tener en cuenta, no obstante, que la coordinación (técnica) y la condición física se han de desarrollar siempre en paralelo, aun destacando uno u otro aspecto.
11 Búsqueda y promoción de talentos en las edades infantil y juvenil
Definición
En los diversos intentos por definir el concepto “talento”, se suele distinguir entre un enfoque estático y otro dinámico.
El concepto estático del talento incluye como rasgos característicos los siguientes cuatro conceptos (Joch, 1992, 83):
•condiciones, que hacen hincapié en las capacidades;
•disposición, que destaca la voluntad;
•entorno social,