Esta es la genealogía de Jacob: José era de diecisiete años…
La “historia de José”, hijo de Jacob, bisnieto de Abraham, primer ministro de Egipto1 y uno de los grandes héroes de la fe, se encuentra en los capítulos 37 a 50 del libro de Génesis. Es cierto que otros pasajes bíblicos hablan de él, notablemente el Salmo 105 y el discurso de Esteban en Hechos 7, pero no añaden ninguna información nueva a lo que se nos dice en los catorce últimos capítulos de Génesis. Estos capítulos suelen ser considerados como la “historia de José” y, desde luego, él es su principal protagonista. Algunos de estos capítulos (39, 40, 41, 50) son claramente suyos. Sin embargo, sería más correcto decir que estos capítulos contienen la historia de José. Antes de adentrarnos en ellos, conviene hacer algunas observaciones para matizar el protagonismo de José.
En primer lugar, debemos observar que el mismo texto de Génesis indica que esta sección del libro trata de la genealogía de Jacob (37:2).2 En realidad, estos capítulos constituyen la última división genealógica del Libro de Génesis: la de la historia de Jacob y sus hijos.3 José, por tanto, solo es uno entre muchos protagonistas. Esto se ve en que:
1 La historia de José está estrechamente vinculada a la de sus hermanos, por lo cual estos capítulos narran la historia de todos los hijos de Jacob, no solo la de José. Los hermanos son la causa del cautiverio de José en Egipto. Ellos, tanto o más que José, protagonizan el largo episodio del hambre, de los viajes a Egipto, de la revelación de José y del establecimiento de la casa de Jacob en Egipto (capítulos 42-46). Ellos son objeto de las bendiciones de Jacob (capítulo 49). Hasta tal punto es consciente el autor de estar narrando la historia de los hijos de Jacob, y no solo la de José, que puede introducir en medio un capítulo entero (el 38) dedicado a Judá, en el cual José no figura para nada. Es más exacto, pues, decir que estos capítulos cubren la historia de las generaciones de Jacob, no únicamente la historia de José.
1 Jacob actúa como patriarca y cabeza de la familia hasta su muerte, narrada en el capítulo 49. Aunque José llega a ser primer ministro de Egipto, es él quien se somete a la autoridad de Jacob, no al revés. Estos capítulos cubren la historia de la autoridad patriarcal de Jacob desde la muerte de Isaac (35:27-29). En realidad, se puede considerar este texto como el relato de cómo Jacob alcanzó finalmente la prosperidad (ver 47:27-28).4
De hecho, 37:2 introduce a Jacob como patriarca después de la muerte de Isaac de la misma manera como Génesis 25:19 había introducido a Isaac después de la muerte de Abraham. Existe un estrecho paralelismo (sin duda, intencionado) entre las dos narraciones:
1 En ambos casos, hay una breve explicación de la muerte del patriarca anterior: Abraham (25:7-10) e Isaac (35:27-29).
1 El patriarca en cuestión es enterrado por sus dos hijos: Ismael e Isaac (25:9), Esaú y Jacob (35:29).
1 Siguen las generaciones y el lugar de residencia del hijo que no era según la promesa: Ismael (25:12-18) y Esaú (36:1-43).
1 Solo a continuación viene la historia del hijo de la promesa: Isaac (25:19 en adelante) y Jacob (37:2 en adelante).
1 En ambos casos, el relato que sigue versa más sobre la historia de los hijos del patriarca que sobre el patriarca en cuestión: Jacob es más protagonista que Isaac de los episodios narrados en los capítulos 26 a 35, y José lo es más que Jacob en los capítulos 37 a 50. Sin embargo, en un sentido estricto, continúa tratándose de la historia del padre, no del hijo.
El que Jacob siga ostentando la autoridad familiar y comparta con José el protagonismo se ve con especial claridad en que él es quien bendice a los demás: a Efraín y Manasés (48:1-22); a los doce hijos (49:28); incluso al faraón (47:7, 10). En muchos de los episodios, él es quien tiene la última palabra, aun cuando José es el protagonista principal en ellos. Esto es cierto de la historia de los sueños de José (37:11) y de la venta de José a los madianitas (37:3435). Jacob es quien toma la iniciativa para que los hermanos bajen a Egipto la primera vez (42:1-2) y quien se resiste a que descienda Benjamín con ellos en la segunda ocasión (42:36-43:15). Él mismo es el protagonista de varios incidentes de la narración: el sacrificio en Beer-Seba (46:1-4); el descenso a Egipto (46:5-27); la iniciativa para ser enterrado con sus antepasados (47:29-31; 49:29-33); y la profecía sobre los doce hijos (49:1-27).
Por tanto, aunque iremos entresacando de estos capítulos episodios de “la vida de José”, debemos recordar que el texto bíblico está tratando la historia de las generaciones de Jacob.
La providencia de Dios
En cierto sentido, el principal protagonista de estos capítulos no es José ni Jacob, sino Dios mismo. Hacer de José el héroe absoluto de estos capítulos sería atentar gravemente contra la soberanía divina. José estaría de acuerdo conmigo al hacer esta afirmación y atribuiría el protagonismo a su Dios (ver 45:5-8; 50:20). Quien realmente conducía los hilos de esta historia no fue José, sino el Señor.
Dios cumple sus propósitos a pesar de (y en medio de) las injusticias y tribulaciones humanas, y los cumple siempre en beneficio de su pueblo.5 Convierte la traición y deslealtad de los hermanos de José en el medio para el traslado de este a Egipto. Utiliza la calumnia de la mujer de Potifar para colocar a José en la prisión, donde conocerá al copero a través de cuya mediación será liberado y puesto en la corte del faraón. Y se sirve del hambre que azotó Oriente Medio para la exaltación de José y su reconciliación final con sus hermanos. Y, por si acaso dejáramos de ver la mano de Dios en todo esto, allí están los sueños de José (37:5-11) para demostrar que Dios lo sabía todo desde el principio e hizo cumplir sus propósitos.
Y, sin duda, lo que es cierto de la historia de José, también lo es de nuestras historias personales. Más allá de nuestras circunstancias, de nuestros éxitos o fracasos, de nuestras caídas en desgracia o exaltaciones, está la buena mano de Dios sujetando los hilos de nuestra vida, determinando las circunstancias, dosificando las aflicciones y alegrías, y haciendo que todos estos factores nos ayuden para bien (Romanos 8:28). Hemos llegado a ser lo que somos solamente por la gracia de Dios. Esto no es negar nuestra responsabilidad humana, ni tampoco es cuestionar la sabiduría de José, su paciencia en la aflicción y su nobleza en el triunfo, pero sí es dar la gloria a quien más se la merece. La historia de José es impensable al margen de la buena providencia de Dios.
El pueblo de Dios en Canaán y en Egipto (37:1)
Pero Jacob habitaba en la tierra de Canaán, la tierra de las peregrinaciones de su padre.
Los capítulos 37 a 50 de Génesis son mucho más que una biografía ejemplar. Constituyen una explicación histórica de cómo, bajo la providencia de Dios, Israel descendió a Egipto y llegó a ser una gran nación en aquel país. Es decir, dan un paso hacia delante en el desarrollo de los propósitos divinos al formar un pueblo santo, posesión especial de Dios, que fuese depositario de su revelación, heredero de sus promesas y beneficiario de su pacto.6
Los tres patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob,7 destacan como hombres de Dios solitarios en su generación. Abraham tuvo que dejar atrás a su parentesco para seguir la voz del Señor. Ni siquiera su sobrino Lot dio la talla. De los hijos de Abraham (Ismael, Isaac, los seis hijos de Cetura [25:2]), solamente Isaac era hijo de la promesa. De los dos de Isaac, únicamente Jacob. Durante la era de los patriarcas, parecía que el propósito de Dios de formar un pueblo para sí pendía de un solo hilo. Y, aunque los tres pasaron buena parte de sus vidas en la Tierra Prometida, vivían en ella como nómadas, no como propietarios.
Sin embargo, Dios había dicho a Abraham que su descendencia sería tan numerosa como la arena en la orilla del mar (22:17), promesa repetida a Jacob (32:12), y había señalado que Canaán sería el lugar de su habitación (Génesis 13:14-17). Pero Dios había informado a Abraham también de que sus descendientes tendrían que conocer un período de esclavitud y opresión en una tierra extranjera:
Sabe