Había cerrado los ojos y estaba intentando descansar un rato cuando el ruido de un helicóptero hizo que saltase de la cama.
Pero no era la prensa sino el helicóptero de Gian de Luca. Gracias a la observación de Sylvia sobre el escudo en la cola, Mia reconoció el aparato y tragó saliva al ver que Ariana Romano bajaba por la escalerilla. Parecía enfadada, fuera de sí.
Dante había salido de la casa y se acercaba a su hermana, que levantó una mano para abofetearlo…
–Esta es por mí –le espetó mientras le daba una bofetada–. Y esta es por…
Dante sujetó su mano antes de que pudiese golpearlo. No tenía que decir que la segunda bofetada hubiera sido en nombre de su madre.
–¿Cómo has podido? –le espetó Ariana–. ¡Con ella!
–No es asunto tuyo.
–Después de todo lo que le ha hecho a nuestra familia. Te odio por lo que has hecho, Dante.
–Ven dentro y podremos hablar tranquilamente.
–¿Está ella aquí? –preguntó Ariana con tono desdeñoso–. ¿Has traído a esa zorra a Luctano?
–¡Que Dios lo ayude! –exclamó Dante entonces.
–¿A quién te refieres?
–Al hombre que se case contigo.
Ariana volvió llorando al helicóptero.
–¡Maldita sea! –exclamó Dante, enfadado con su hermana, pero sabiendo que la haría sufrir aún más cuando supiera que Mia esperaba un hijo.
Porque quisiera o no, iba a tener un hijo.
Dante miró los altos robles y supo que tenía que hablar con su padre, pero cuando llegó frente a la tumba de Rafael no sabía qué decir.
«¿Siento el escándalo que he provocado con tu mujer?».
«¿Lamento mucho tener un hijo con ella?».
«¿Siento mucho avergonzar a la familia?».
Aunque, en realidad, le encantaría repetir ese error. Tantas veces como fuera posible.
En cuanto al bebé…
No se disculparía por eso, pero por avergonzar a la familia sí debía disculparse. A su padre siempre le habían hecho gracia sus aventuras y solía decirle que viviera su vida mientras no le hiciese daño a nadie, pero una relación entre Mia y él le haría daño a todos.
De modo que miró la sepultura buscando respuestas, o inspiración, o absolución, pero solo había más preguntas.
–Pensé que rompiste tu matrimonio con mamá por Mia –empezó a decir–. Pensé que estabas loco de deseo, que habías perdido la cabeza. Parece que estaba equivocado y lo siento.
Dante no lo entendía. Tal vez no lo entendería nunca.
–¿Mamá tenía una aventura? ¿Mia fue una venganza?
Por supuesto, no obtuvo respuesta a ninguna de esas preguntas.
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