–Lo siento, Gabi.
–No lo sientas por mí. Nos ha decepcionado a todas, incluyendo a mamá.
–Sí, pero creo que a la que más le afectaba era a ti. Mamá aceptaba la situación, Samantha iba por libre y yo también. Nos rendimos, no esperábamos nada de él. Fuiste tú la que se quedó a vivir en Raleigh, siguió sus pasos e intentó entrar a formar parte de su mundo. No te ofendas, pero todas sabemos que lo hiciste para intentar que él te prestara al fin algo de atención.
Gabi ni siquiera se molestó en intentar negarlo.
–Puede que trabaje en el mismo campo que él, pero no me paso la vida mirando a través de un microscopio. Yo me dedico a redactar notas de prensa acerca de descubrimientos ajenos.
Emily se echó a reír y comentó, sonriente:
–Sí, y lo peor de todo es que lo haces para un rival suyo, uno cuyo éxito se debe en gran parte a tu trabajo de relaciones públicas. Seguro que papá tiene acidez de estómago solo con pensarlo.
–No está bien regodearse –le dijo su hermana, sonriente.
–Pues a mí me encanta. Papá se lo merece por no contratarte, seguro que lo que tú querías en el fondo era trabajar con él.
–Sí, pero ahora me doy cuenta de que habría sido un desastre. Tuvo razón al decirme que no.
–En eso tienes razón, y me alegra que por fin te hayas dado cuenta. Lo habrías pasado fatal con un jefe que no reconoce tus méritos y que está tan centrado en su trabajo que ni siquiera se da cuenta de tu existencia hasta que te equivocas en algo.
Gabi frunció el ceño. Por un momento, dio la impresión de que iba a salir en defensa de su padre, pero al final no lo hizo. Su actitud bastó para dejar entrever que había acabado por aceptar, desilusionada, los defectos de su padre.
–¿Qué tal os habéis llevado Samantha y tú mientras veníais en el coche? –se limitó a decir, para cambiar de tema.
Emily se puso de inmediato a la defensiva.
–Bien, ¿por qué?
–Porque siempre consigue ponerte de los nervios sin intentarlo siquiera.
–Esta vez no, aunque me parece que se le ha metido en la cabeza no sé qué idea absurda acerca de mi relación con Boone.
Gabi se echó a reír.
–Todas tenemos esa idea absurda en la cabeza, hermanita… incluso tú, admítelo. Atrévete a decir que no has estado a punto de desmayarte cuando le has visto después de tanto tiempo.
Emily lo habría negado si se lo hubiera preguntado Samantha, pero lo admitió ante Gabi.
–Bueno, puede que me haya afectado un poquito, pero le he dicho que no podíamos cometer ninguna locura.
–¿En serio? ¿Y por qué has creído necesario dejarle claro algo así? –estaba claro que Gabi estaba disfrutando con la situación.
–Porque cuando estábamos en el porche ha habido un momento, un momentito de nada, en que ha dado la impresión de que entre los dos saltaban chispas, igual que antes.
–¿Y tú te opones por completo a que se encienda alguna que otra chispita?
–Por supuesto –lo dijo con mucha firmeza, aunque en el fondo estaba intentando convencerse también a sí misma.
Gabi reaccionó con la misma incredulidad que había mostrado Samantha horas antes.
–Estás metida en un buen problema si de verdad te crees lo que estás diciendo, hermanita.
–Entre Boone y yo no puede pasar nada –insistió ella.
–Decirlo no va a convertirlo en realidad. Unos sentimientos tan fuertes como los que sentisteis el uno por el otro no se esfuman ni por el paso del tiempo ni porque sean inconvenientes.
–Pero cada uno siguió adelante con su vida.
–Y ahora tenéis una segunda oportunidad. Me parecería una locura no aprovecharla, Emily –antes de que pudiera protestar, añadió–: Solo digo que deberías pensar en ello antes de ponerte terca y cerrarte en banda. Boone es un hombre increíble.
Ni siquiera Emily era tan necia como para intentar negar semejante obviedad.
–Sí, pero es un hombre increíble que vive en Carolina del Norte.
–Que yo sepa, hay líneas telefónicas, aeropuertos, y hasta wifi; además, tengo entendido que te has labrado una sólida reputación en tu campo, y creo que podrías mantenerla incluso en este rincón tan apartado de la civilización.
Emily se echó a reír.
–Vale, mensaje recibido.
Pero eso no quería decir que fuera a abrir su corazón… ni a correr el riesgo de romper por segunda vez el de Boone.
Mientras las Castle estaban atareadas en el interior del restaurante, Boone salió a limpiar el aparcamiento; tras la conversación que había mantenido con Emily poco antes, sentía la necesidad de liberar algo de tensión alejado de ella. El ejercicio físico de acarrear tablas de madera, cortar ramas de árbol y apilarlas en la plataforma de carga de su camioneta era justo lo que necesitaba, y cuando llegó Andrew, el vecino adolescente de Jerry, le puso a trabajar también en ello.
Al cabo de dos horas y de varios viajes al vertedero, Cora Jane salió con una botella de agua y un grueso bocadillo de atún, lechuga y mayonesa con pan de centeno, tal y como a él le gustaba, y comentó:
–Los demás están tomándose un descanso en la terraza. Le he dicho a Andrew que vaya, pero tenía la sensación de que tú preferirías quedarte aquí.
–Sí, gracias.
–¿Has aclarado algo con Emily esta mañana?
–Hemos estado hablando –se limitó a contestar, antes de tomar un buen trago de agua.
–¿Y qué ha pasado?
–Creo que será mejor que te mantengas al margen de esto, Cora Jane –le aconsejó con voz suave.
–Esa es tu opinión, pero no está en mis genes quedarme de brazos cruzados mientras dos personas a las que quiero están pasándolo mal.
Boone se echó a reír.
–No veo que Emily esté pasándolo nada mal, es una empresaria con éxito y segura de sí misma.
–Pero que no tiene vida propia, y lo mismo podría decirse de ti.
–¿No hemos tenido esta conversación un millón de veces? –le preguntó, con una mezcla de exasperación y afecto–. Tengo la vida social que quiero tener, y punto.
–Estás centrado en B.J., blah, blah, blah –dijo ella con sarcasmo.
–Es la pura verdad. Él es mi principal prioridad, y que yo iniciara una relación con tu nieta y ella acabara por marcharse no le beneficiaría en nada; de hecho, a mí tampoco. Me imagino lo que dirían los padres de Jenny, les faltaría tiempo para llevarme a los tribunales para pedir la custodia de mi hijo. No quiero que ninguno de nosotros, en especial B.J., tenga que pasar por algo así.
–Eres un necio testarudo.
Boone no se ofendió al oír aquello, y se limitó a contestar:
–Me han llamado cosas peores.
–Esto aún no ha terminado –le advirtió ella, antes de regresar al restaurante.
Él suspiró mientras la seguía con la mirada, ya que sabía que estaba metido en un buen lío. Cuando Cora Jane se empecinaba en algo, era imposible razonar con ella. Se preguntó si habría alguna forma de conseguir que ella se centrara en la vida amorosa de otra persona, pero, por desgracia, se dio cuenta de que esa posibilidad