Salmo 37:3-5
Salmo 84:11
Matthew Henry
5. W. F. Adeney escribió sobre la distinción entre las necesidades reales y nuestras ideas de lo que necesitamos. Lee Lucas 10:38-42 y apunta cuán diferentes eran las ideas de Marta y de Jesús sobre lo que ella necesitaba.
6. Es importante aprender, como Matthew Henry nos recuerda, que tenemos a la sabiduría y la bondad infinitas como nuestro Pastor, y él sabe lo que es mejor para nosotros. ¿Cómo se ve afectada tu relación con Dios cuando tus necesidades percibidas no son satisfechas?
Charles H. Spurgeon
Respuestas bíblicas a la suficiencia de Dios
Cuando Dios no parece ser suficiente
David, el rey
Hubo un momento en el reinado de David en que él decidió no ir a la guerra con sus tropas. Mientras caminaba por el tejado de su palacio, vio a una mujer hermosa, Betsabé, quien se estaba bañando. David envió mensajeros para que la llevaran al palacio, y se acostó con ella. Ella quedó embarazada, y David, para protegerse, al final ordenó que el esposo de Betsabé, Urías, muriera en batalla. El Señor envió al profeta Natán a que confrontara a David.
«… El Señor, Dios de Israel, dice: “Yo te ungí rey de Israel y te libré del poder de Saúl. Te di la casa de tu amo, sus esposas y los reinos de Israel y Judá. Y si eso no hubiera sido suficiente, te habría dado más, mucho más. ¿Por qué entonces despreciaste la palabra del Señor e hiciste este acto tan horrible? Pues mataste a Urías el hitita con la espada de los amonitas y le robaste a su esposa. De ahora en adelante, tu familia vivirá por la espada porque me has despreciado al tomar a la esposa de Urías para que sea tu mujer”». (2 Samuel 12:7-10)
Cuando Dios es suficiente
David, el pastor
Durante el reinado de Saúl, las tropas de Israel enfrentaron al ejército filisteo en batalla. Goliat, un gigante y campeón filisteo, salía de las filas de los filisteos y desafiaba a los israelitas a mandar a un hombre para que peleara con él, y esto determinaría qué ejército sería el vencedor. David, el joven pastor, estaba de visita entre las tropas, y se ofreció como voluntario para pelear. Goliat estaba horrorizado de que solo un muchacho respondiera a sus burlas, y maldijo a David.
«David le respondió al filisteo:
—Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo contra ti en nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, el Dios de los ejércitos de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy el Señor te conquistará, y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Y luego daré los cadáveres de tus hombres a las aves y a los animales salvajes, ¡y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel! Todos los que están aquí reunidos sabrán que el Señor rescata a su pueblo, pero no con espada ni con lanza. ¡Esta es la batalla del Señor, y los entregará a ustedes en nuestras manos!». (1 Samuel 17:45-47)
Mientras reflexionas en estos pasajes, comenta sobre el notable contraste entre la confianza de David en el Señor con respecto a Goliat y su confianza en sí mismo con respecto a Betsabé. ¿Qué lecciones puedes aprender de la vida de David sobre permitir que Dios sea suficiente?
Pensamientos y reflexiones de una mujer mayor
No hay duda de que tenemos un Pastor que está comprometido a proveer todo lo que necesitamos para la vida y la santidad. Él ve y provee para nuestras necesidades reales, pues solo él puede verlas. Es importante recordar que cuando tememos a Dios, lo reverenciamos, y lo seguimos como nuestro Pastor, solo entonces podemos tener la seguridad de que poseemos todo lo que es necesario. Nuestra certeza se basa en Jesús como nuestro Buen Pastor que da Su vida por Sus ovejas. Él es nuestra puerta, Su muerte sacrificial en la cruz es prueba de Su amor y compromiso hacia nosotras. Él vino a suplir nuestra primordial necesidad de agua espiritual, de manera que no tengamos sed jamás.
Como estudiamos, nuestro Pastor no está obligado a satisfacer nuestros antojos y deseos. Recordamos esta verdad con el ejemplo de Eva al tomar lo que quería en vez de confiar en Dios, aun cuando él lo retuvo de ella. Es esencial entender que el Señor quiere lo mejor para nosotras de corazón cuando nos niega lo que creemos que necesitamos. C. S. Lewis oró: «En mi ignorancia he pedido A, B y C. Pero no me lo des si vislumbras que, en realidad, serán para mí trampas y sufrimientos».9 Confiar es permitir que el Señor nos pastoree. Es creer que, si Él retiene algo que queremos, es porque tiene buenas razones para hacerlo, razones que tal vez no conozcamos ni entendamos. Debemos confiar en lo que sí conocemos, el amor y el interés personal de Dios en nuestro bienestar eterno. Siempre me impacta la respuesta del Señor ante el pecado de David con Betsabé: «Te di la casa de tu amo, sus esposas y los reinos de Israel y Judá. Y si eso no hubiera sido suficiente, te habría dado más, mucho más» (2 Samuel 12:8).
Sobre el Salmo 37:4, Charles Spurgeon comentó: «A los hombres que se deleitan en el deseo de Dios o no piden nada, sino lo que le agrada a él; es seguro darles carta blanca».10 En un pequeño libro sobre la oración, Spurgeon también comentó: «Señor, si lo que pido no te agrada, tampoco me va a agradar. Pongo mis deseos en tus manos para que los corrijas».11 En Salmos 84:11 se describe al Señor Dios como nuestro sol y escudo: el sol para darnos vida y luz y el escudo para protegernos. Así que, encomendamos nuestras vidas, nuestros deseos al cuidado y protección de nuestro todo suficiente Jehová-jireh, quien es más que suficiente.
Al principio de nuestro matrimonio, mi esposo compró una práctica veterinaria. En la propiedad había una vieja casa dúplex de sesenta y cinco años de antiguedad que acordamos sería nuestra vivienda temporal hasta que su práctica se estableciera. Estaba en condiciones deplorables, con el empapelado resquebrajado, la plomería arcaica y muy poco espacio de almacenamiento. Aunque tenía dos cocinas, estaban lejos de ser modernas, incluso en esa época. ¡Para acomodar a nuestros tres niños pequeños, tuve que usar una de las cocinas como cuarto!
Vivíamos en un pueblo relativamente pequeño en el centro de Texas, que podía presumir de cuatro hospitales principales. Como consecuencia, pronto comenzamos a conocer a muchos doctores, quienes amablemente nos invitaban a sus encantadoras casas de una sola cocina. Ahora, yo tenía un dilema; tenía que corresponder a sus invitaciones, pero tenía vergüenza de nuestra casa.
Nuestra estancia en esta situación poco deseable se prolongó porque compramos