Correspondencia (1967-1972). Américo 1885-1972 Castro. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Américo 1885-1972 Castro
Издательство: Bookwire
Серия: Tiempo Recobrado
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788498799897
Скачать книгу
fila», le había confesado Américo Castro a Camilo José Cela64, quien nunca, por cierto, encajó bien las críticas que el filólogo granadino hizo, con la mejor de sus intenciones, a las veleidades estilísticas más soeces del gallego65. El autor de El pensamiento de Cervantes no tenía reparos en decir lo que pensaba de un libro, o en no leerlo si no le apetecía. José Jiménez Lozano fue uno de estos poquísimos hombres de primera fila en cuya obra creativa sí se interesaría don Américo antes de su muerte. Hemos perdido la carta de Jiménez Lozano acompañando el envío de Historia de un otoño, si la hubo (quizás el libro lo remitió la editorial Destino), mas conservamos la respuesta de Américo Castro, fechada el 29 de abril de 1971.

      Ya viudo, a sus ochenta y seis años, Castro vive solo en su pequeño piso madrileño de la calle Segre 20, abrumado por compromisos editoriales y epistolares, y anhelando un imposible regreso a Estados Unidos. En medio de todo, saca energías para poner unas líneas a Jiménez Lozano. No se trata de una carta larga y elaborada. Pero es la carta de un Américo Castro que permanece totalmente lúcido, a pesar de los golpes de la vida, que penetran cada vez más dentro de su realidad íntima y cotidiana. Y es la carta de alguien que ha leído (no hojeado) la novela y alguien que ha cavilado sobre ella. Castro le enumera las erratas en español y en francés, y le traslada a Jiménez Lozano que le ha encantado el «relato apasionado e inteligente de la “aventura” religiosa que más huella dejó en la Francia del siglo XVII, y que hizo sentir sus efectos a fines del XVIII». Molesto siempre por el colonialismo cultural que sufría España (estimaba inconcebible que, mientras cientos de hispanistas analizaban la cultura española, ningún español se interesara de forma seria por la literatura e historia extranjeras), valora el mérito de un intelectual que desde un pueblo de Valladolid haya novelado sobre un episodio de la historia de Francia con tanto conocimiento de causa, usando fuentes como Sainte-Beuve, Saint-Simon, Pascal, con las que él también estaba familiarizado. Desde ahí deriva, enseguida, a hablar de religión e intolerancia: «En España —le dice Castro— no se analizan y discuten estos importantes fenómenos, pero, en cambio, se extermina al creyente que me molesta», demostrando que no se le escapaba que Port Royal invitaba a reflexionar sobre la realidad española.

      Estas cartas nos asoman a la intrahistoria de lo que no fue más que el comienzo de la influencia intelectual de Américo Castro en Jiménez Lozano. Decimos que fue solo el comienzo, porque la huella del pensamiento de Castro en Jiménez Lozano se prolongó mucho más allá del fallecimiento del primero, ocurrido el 25 de julio de 1972. A través de relecturas y cavilaciones de los textos del filólogo granadino, y teniendo siempre presente el recuerdo de las conversaciones con él mantenidas, el escritor castellano continuó absorbiendo su legado intelectual a lo largo de toda su vida. Y hasta el final de su vida, consideró a don Américo como uno de sus maestros y se refirió a él siempre con respeto y admiración.

      Da cuenta de la intensidad de esta influencia una serie de textos de Jiménez Lozano que ha parecido oportuno incluir en un apéndice, dado que contextualizan el epistolario que editamos. El primer artículo que recogemos se publicó en Destino el 14 de enero de 1967, antes de que se conocieran en persona, como hemos comentado anteriormente. Partiendo de las tesis de Castro sobre la intolerancia española, Jiménez Lozano reflexiona sobre los males de un catolicismo «castificado» que desplaza del centro la «vividura» de Cristo, al tiempo que constata «con el corazón desgarrado, cómo los cristianos españoles se encerraban en un callejón anticristiano sin salida con su “casticismo católico”».

      Las tres piezas siguientes —ya habían entrado en relación epistolar y después personal— dan fe del acicate que supuso el pensamiento de Américo Castro para fundamentar algunas de las preocupaciones de Jiménez Lozano. En «Miguel de Cervantes, nuestro contemporáneo» (Destino, 22 de julio de 1967), glosando Cervantes y los casticismos españoles, señala varios episodios del Quijote que confirman las tesis de Castro respecto a nuestro escritor universal, a saber, que era que era converso y que era también «un cristiano auténtico, un católico perfectamente ortodoxo, pero cristiano de mentalidad y sensibilidad paulinas, partidario de un cristianismo interior y secularizado». El segundo, «El último libro del profesor Américo Castro» (El Norte de Castilla, 12 de abril de 1970) es, más bien, una reseña de «Español», palabra extranjera: razones y motivos, publicado por Taurus en ese año. Castro —afirma Jiménez Lozano— «logra trasladar al ánimo del lector lo que ha constituido la gran preocupación de su tarea científica, la meditación sobre la singularidad de España, la explicación dolorosa y amorosa, a la vez, de esta singularidad, la búsqueda de sus razones». El tercero, «Los españoles y Américo Castro» (Triunfo, 6 de noviembre de 1971), basado en una entrevista, constituye un largo testimonio de la consolidación de una amistad intelectual. Jiménez Lozano se considera agradecido al granadino, quien le abrió una «nueva esperanza» para atreverse a pensar sobre España. Al mismo tiempo, en estas páginas nos revela la intensa empatía que los unió esos años, según se ve en el hermoso relato de su visita a lo que llama el «mechinal» del maestro:

      Don Américo tiene ochenta y cuatro espléndidos años y resulta siempre una fiesta el hablar con él, además de constituir, naturalmente, toda una magistral lección sus palabras. […] El ambiente da un poco sensación de un mechinal de estudiante u opositor, que lucha contra el tiempo: es el ambiente de un laboratorio, pero en el que trabajase un joven, y Castro mismo, apuntalando con documentos en la mano las afirmaciones que hace, parece todavía un principiante: habla y trabaja con su ardor y mirando al futuro como si no hubiese realizado ya una obra ingente y decisiva, sino que acabase de descubrir una tierra nueva y no supiese bien cómo mostrarla con eficacia a los demás. Sobre uno de los estantes o en cuadros colgados hay fotografías de Jovellanos, Unamuno y Giner de los Ríos. «Son mi ayuda y mi consuelo», dice don Américo.

      Siguen a continuación dos notas necrológicas que Jiménez Lozano escribió con motivo del fallecimiento de Castro en 1972. La primera se publicó dos días después de su muerte en El Norte de Castilla y, aunque aparece como Nota de la Redacción (N. de la R.), el tono y el contenido nos hizo sospechar de la autoría del escritor abulense, lo cual él mismo nos ha confirmado. En ella señala los motivos por los que «pocos hombres merecerán un agradecimiento colectivo tan profundo» y por los que se le puede considerar «maestro único», puesto que, en lo que se refiere a nuestro ser de españoles, «ha tocado la llaga y el tuétano de la cuestión» al pasar de una visión de España horizontal a una España vertical. El obituario de Destino, «Américo Castro: in memoriam», se publica días después, el 12 de agosto de 1972. En esta ocasión, Jiménez Lozano lamenta la pérdida de «una personalidad intelectual», de una «honestidad y valentía prodigiosas», pero no desemboca tanto en elegía, sino en llamada a la responsabilidad de continuar por los caminos abiertos por el autor de La realidad histórica de España y, sobre todo, a seguir sus pasos en la «aventura del pensar».

      El ensayo más largo «El aporte del profesor Américo Castro a la interpretación del sentimiento religioso español» destaca como una verdadera y personal continuación del trabajo de Américo Castro en el aspecto que Jiménez Lozano más conoce, la dimensión católica de ser españoles. La crítica es valiente y profunda, aunque recordemos que ya estamos en 1971 y el ensayo forma parte del homenaje que coordinaron Pedro Laín Entralgo y Andrés Amorós sobre la figura de Castro. Volviendo a asuntos abordados en Meditación española sobre la libertad religiosa, Jiménez Lozano desarrolla aquí, con ejemplos y razones, los rasgos del catolicismo español que peca de horizontalidad y adolece de verticalidad.