El contexto “… constituye el mundo real para ser descubierto, estudiado, explicado y comprendido”. Para las y los estudiantes de Trabajo Social es el escenario de mediación pedagógica en el cual se concentran diversos actores (comunidades, actores locales, familias, organizaciones, funcionarios, docentes, e incluso ellos mismos) para el cambio social. El marco formativo permite afianzar las competencias en investigación y práctica. Su necesidad en la formación es innegable y de ahí se conjugan las dinámicas en las cuales los y las profesionales se enfrentan a la realidad que será su espacio de desempeño laboral (Vargas, 2008).
Para desarrollar procesos articulados de formación en investigación y práctica, asumimos el contexto como centro de atención de estudiantes y docentes: en él piensan para actuar; posteriormente al actuar vuelven a pensar; Asumimos la responsabilidad y el compromiso con el desarrollo de procesos en que los y las estudiantes logren contacto reflexivo con la profesión y desarrollen niveles de análisis para la investigación crítica y la proyección social. Las experiencias formativas afianzan “el diálogo con sujetos y colectivos en los cuales se proyecta, se hace, se debate y se reconstruye la profesión” (Cifuentes, 2009, p. 215).
La formación en el pregrado es definitiva en la configuración de la identidad profesional: en ella se aprende lo que es, lo que hace, lo que se espera del trabajo social; se apropian representaciones colectivas de la profesión que se consolidan en procesos de interacción directa en las prácticas de investigación y de intervención con actores involucrados, con profesionales de Trabajo Social y de otras disciplinas (Cifuentes, 2009). En ese diálogo se logra la resignificación permanente del conocimiento y de la práctica profesional; el compromiso de la profesión se da en el marco de relaciones que se construyen con las personas en interacción con sus ambientes; se alcanza una visión de los niveles micro, meso y macro estructurales. Al asumir los contextos como escenarios de acción que requieren supuestos epistemológicos, teóricos y éticos, se sustenta la intervención y se desarrollan perspectivas metodológicas, sin perder de vista el horizonte de cambio, su sentido de humanización de las personas y su entorno (Vargas, 2008).
El contexto contribuye a encontrar el sentido de los componentes de la intervención (Camelo y Cifuentes, 2006), como el sujeto y el objeto. En la fundamentación permite el análisis, la reflexión, la discusión y la visualización de tales componentes. En el acercamiento y en el análisis al contexto se materializan problemas sociales, lógicas institucionales, políticas públicas, organizaciones y movimientos sociales en los sujetos, personas que conocen y transforman su realidad desde sus situaciones y condiciones (Vargas, 2008). A partir del contexto es indispensable volver a reflexionar para comprender los marcos fundamentadores. El proceso de formación se desarrolla en espiral, en niveles de complejidad creciente.
Desde una concepción pedagógica crítico-social, la formación en contexto es fundamental como una alternativa de construcción social que permite al estudiante construir conocimiento con base en la experiencia (Vargas, 2008).
Investigación y práctica: componentes esenciales en la formación
El aprendizaje de la investigación y el desarrollo de la práctica son fundamentales para desarrollar las competencias de un trabajador social en ejercicio. Este interactúa con la cotidianidad de problemas sociales que se manifiestan en desigualdades sociales que legitiman la acción del Estado (Rozas, 2004). Se encuentra con el escenario en el cual interactúan sujetos y profesional (Bueno, 2010). En la investigación y en la intervención el profesional debe asumir los problemas sociales con la debida fundamentación (Grassi, 2011) y coherencia.
En Colombia el CONETS (2010) le reconoce un lugar privilegiado a la investigación en los procesos de formación en Trabajo Social. Igual importancia le otorga a las prácticas. Algunos rasgos de estos componentes de la formación son: la tendencia a articular la investigación a la práctica, vincular los ejercicios con campos específicos del conocimiento y hacer uso de propuestas metodológicas como diagnósticos, formulación, seguimiento, evaluación de proyectos sociales y sistematización de experiencias. Para lograrlo se requieren asignaturas previas que aporten la fundamentación y permitan dar sentido a la interpretación de los contextos y a la intervención profesional.
Los proyectos de investigación y las prácticas profesionales constituyen espacios para concretar aprendizajes adquiridos en los niveles fundamentadores y aportan a la proyección social que la academia desarrolla en contextos locales, regionales y nacionales.
La práctica social es una fortaleza fundamental de Trabajo Social: permite la interacción con sectores sociales, así como generar conocimientos y movilización en torno a sus derechos y compromisos sobre el propio desarrollo, desde la relación con contextos sociales (Cifuentes, 2009).
Pedagogía social: dialógica e interestructurante
La pedagogía social aporta a la formación profesional en investigación y en práctica y al reconocimiento del desarrollo multidimensional de las capacidades e intereses de las y los estudiantes, en interacción con el contexto. Estudiantes y docentes vinculados a una institución trabajan en forma cooperativa en el análisis crítico de problemas sociales y sus alternativas de solución, mediante el conocimiento o la intervención que construyen en proyectos específicos, a través del fortalecimiento de procesos cognitivos básicos, actitudes y disposiciones para la interacción social. Según Flórez (2005), el proceso de enseñanza-aprendizaje en este enfoque reúne cuatro requisitos:
1 a. Los retos y problemas que se van a estudiar se toman de la realidad: no son ficticios ni académicos y la búsqueda de su solución ofrece la motivación intrínseca que requieren los estudiantes.
2 b. El tratamiento y la búsqueda de la situación problémica se trabajan de manera integral; no se aísla para llevarla al laboratorio, sino que se trabaja con la comunidad involucrada, en su contexto natural, mediante una práctica contextualizada.
3 c. Se aprovecha la oportunidad de observar compañeros en acción, no para imitarlos ni criticarlos, sino para revelar los procesos ideológicos implícitos, sus presupuestos, concepciones y marcos de referencia, generalmente ocultos, pero que les permiten pensar de determinada manera.
4 d. La evaluación es dinámica, pues se evalúa el potencial de aprendizaje, el cual se vuelve real gracias a la enseñanza, a la interacción del alumno con aquellos que son más expertos que él.
En el enfoque pedagógico dialogante e interestructurante se reconoce el papel activo del estudiante en su aprendizaje y el rol esencial de los mediadores en el proceso. El conocimiento se construye fuera de la institución educativa y se reconstruye de manera activa e interestructurada a partir del diálogo pedagógico entre estudiante, saber y docente.
Es indispensable la mediación adecuada de un maestro, que favorezca el desarrollo integral del estudiante (Not, 1983, citado en De Zubiría, 2006). Se reconocen las dimensiones humanas cognitiva, afectiva y práxica de sujetos estudiantes que “sienten, actúan y piensan”; la responsabilidad de la unidad académica y de los docentes, que aportan a la formación de sujetos éticos “que se indignen ante la vulneración de los Derechos Humanos, se sensibilicen socialmente y se sientan responsables de su proyecto de vida individual, social y profesional” (De Zubiría, 2006, p. 195).
En la investigación y en la práctica profesional en Trabajo Social median el docente y otros actores como colegas que coordinan la práctica en las instituciones, equipos interdisciplinarios en los cuales interactúan el estudiante y los sujetos sociales que participan en los proyectos. En la comunidad académica también dialogan pares docentes y pares estudiantes. La docencia, en este caso, trasciende el aula y los diálogos particulares con los estudiantes con respecto a los contenidos metodológicos de la investigación o la práctica, al vincular otras voces que aportan significativamente a los procesos. La formación