Por esta razón, en este capítulo las reflexiones que se desarrollan son propuestas relacionadas con la investigación acción educativa, metodología de indagación e intervención originada y propia del ámbito educativo, en la cual se pone en juego la acción misma del docente en su práctica para mejorarla o transformarla. Por supuesto, es necesario afirmar que esta no es la única posibilidad de investigación en el aula.
La investigación acción educativa retoma aspectos de la investigación acción, metodología que en sus inicios “se orientó más hacia la transformación de prácticas sociales que al descubrimiento de conocimiento nuevo” (Restrepo, 2004, p. 50), de forma que, al contrario de otras metodologías, el conocimiento se dispone en función de la transformación necesaria. Para la educación, Schön (1983) muestra que estas transformaciones están vinculadas con el currículo, de forma que si este debe construirse en forma dinámica, que se ajuste a las necesidades de aprendizaje, el mismo desarrollo del currículo debe ser investigación educativa. Esta investigación ocurre en las acciones educativas, de forma que el proceso de investigación educativa se asume como una reflexión en la acción (Stenhouse, 1998).
Las fases de la investigación acción educativa o pedagógica retoman, en general, las etapas de la investigación acción definidas por Lewin (1973, citado por Bauselas, 2004), las cuales son diagnóstico de la problemática, reflexión acerca de la idea central y planeación y aplicación de acciones. Interpretadas por Restrepo (2004) para la investigación acción pedagógica, se comprenden como:
1 1. Crítica o reflexión sobre la propia práctica, deconstruyendo nociones y reconociendo tensiones. Esta etapa termina con un conocimiento profundo de la propia práctica (saber pedagógico).
2 2. Propuesta de una práctica alternativa más efectiva, adaptación de teorías y discusiones. Finaliza con una implementación de ensayo.
3 3. Validación de la práctica alternativa o reconstruida.
Estas fases, si bien pueden ser asumidas alrededor de aspectos únicamente del aprendizaje de los estudiantes, tienen su mayor riqueza en la posibilidad de incluir múltiples miradas desde los actores involucrados y con esto vencer la rigidez convencional de los límites entre maestro y estudiante, aprendizaje y enseñanza, y sapiencia e ignorancia. A partir de este punto de vista se entiende también que “las problemáticas educativas, vistas a través de la actitud investigativa, no se consideran como elementos externos asociados al aprendizaje, sino que ubican la educación (no al aprendizaje exclusivamente) como elemento constituyente y constitutivo del devenir problemático de una sociedad” (Carreño et ál., 2007, p. 25).
Hoy en día la propuesta de la investigación acción educativa se aleja de los marcos cientificistas positivos, en razón, por un lado, del privilegio de la comprensión de la realidad sobre las posibilidades explicativas, y, por otro, dada la valoración directa de la intervención requerida para la transformación de la realidad, dando lugar dinámico y concreto a los conocimientos allegados y construidos. Es posible afirmar que la investigación acción educativa se enmarca en la lógica de la investigación social asumida en perspectiva crítica, según la cual no existe una sola lógica de la investigación, sino que esta es necesariamente construida social y culturalmente (Carreño y Castro, 2008). Mucho más si se apuesta, como en la investigación acción educativa, por un vínculo directo con las posibilidades de transformación de comunidades.
De este modo, la investigación acción educativa asume principios y orientaciones que serán interpretados para situar las ideas que se van a desarrollar en este capítulo sobre aula, poder y evaluación, las cuales se proponen como perspectivas de reflexión acción para las prácticas docentes en el ámbito universitario. Como principios de la investigación acción se comprenden dos fundamentales: la participación y la acción (Latorre, 1984). El primero suele referirse a la posibilidad y responsabilidad que se otorga a todos los actores involucrados, como forma de abordar la complejidad de las situaciones educativas, a la vez que permite a los estudiantes decidir sobre aspectos de su proceso educativo. El segundo, la acción, es la responsabilidad de que ocurra algo para mejorar el proceso educativo. Por supuesto, este mejorar se entiende cada vez más como asunto de medianos y largos plazos que trasciende la asimilación de conceptos o la resolución de eventualidades propias del aula.
Para la educación superior, tanto participación como acción han de comprenderse en marcos más complejos que no solo contemplen la posible instrumentalización de la investigación en el aula, sino que le faciliten discutir con fundamentos epistemológicos y pedagógicos que, inevitablemente, se ponen en juego en procesos de formación profesional.
De esta forma, se comprende que la participación tiene que ver no solo con la asociación de personas en un espacio común o la determinación de un líder para otorgar la palabra a otros. La participación es fundamentalmente actitud para descentrarse de sí mismo para permitir un lugar al otro. Esto implica conciencia del lugar propio desde el cual se hace una afirmación y, con ello, la habilidad en el lenguaje de escuchar y dar cabida a la afirmación del otro como verdadera posibilidad. Se comparte con Vargas que “el descentramiento consiste en dejar de tener por ‘centro’ lo individual o egológico, lo inmediato de la vivencia tenida y comprendida, subjetivamente, desde un voluntarismo carente de sentido, para sostener fines válidos para la vida comunitaria” (Vargas, 2003, p. 46).
En cuanto a la acción, la trascendencia para las prácticas docentes en la Universidad tiene que ver con la misma responsabilidad social de la Universidad. En este sentido, la acción es más que la transformación de hechos ocurridos en el aula y tiende a la relación directa con las posibilidades de acción social en el contexto real. De diversas maneras, la crítica a las universidades es que muchas parecen más una extensión de la educación escolar que un espacio de investigación orientador y formador científico de las sociedades, y los estudiantes también asumen una estabilización de lo existente, sin posibilidades sentidas y reales de transformación social, privilegiando el statu quo, el cual depende de posibilidades laborales individuales y no de situaciones contextuales relevantes. Tal vez por esta razón, la práctica docente debería encauzar a la Universidad como provocadora de posturas subversivas, alternativas y arriesgadas.
Honoré (2008) sobre este asunto refiere la manera como la educación universitaria parece servir al mantenimiento del sistema y no a la crítica que permita su transformación: “Muchos universitarios parecen más interesados en sacar brillo a su currículo que en blandir pancartas. Los profesores describen una nueva generación de abejas obreras expertas en obedecer el sistema pero desprovistas de chispa personal” (p. 24).
La acción trascendente en la Universidad es necesariamente acción en contexto social. Así, la práctica docente es un nexo disciplinar o interdisciplinar entre conocimiento y realidad. El contexto, en este sentido, se asume no como la realidad dada, sino como la apropiación que puede hacer un estudiante de situaciones problemáticas que le permiten construir su contexto como orientador de su formación profesional.
Descentración y contexto son, de esta forma, comprensiones clave de la práctica docente universitaria, a partir de las cuales a continuación se nombrarán ideas que, en perspectiva de la investigación acción educativa, pueden ser puntos de partida de ejercicios, diseños, reflexiones o críticas acerca de la práctica docente en la Universidad.
Fuera del aula
Como ya se advirtió, el contexto es una forma de comprensión de situaciones sociales. En este sentido, la Universidad está necesariamente inmersa en esas situaciones problemáticas que deben ser develadas por el estudiante. Si se entiende a la Universidad de esta forma, que dista de la posición que la abstrae de la realidad y la ubica como observatorio distante y neutral ante una realidad que ocurre lejos de ella, será posible reflexionar acerca de la función de