Weinberg (2008) analizó los factores más destacados que afectan a la efectividad de la visualización, es decir, el tipo de tarea, si la visualización es positiva o negativa y el tiempo dedicado a este ejercicio mental, y encontró que la visualización es más efectiva cuando incorpora todas las modalidades sensoriales. En consecuencia, la idea de introducir la música junto a la visualización parece indicar que aumentará la eficacia. Karageorghis y Lee (2001) también obtuvieron mejores resultados al introducir la música que usando únicamente la visualización, aunque este es un campo aún en investigación.
Respecto a este tema, cabe mencionar una técnica utilizada en musicoterapia clínica denominada «método GIM» (Guided Imagery and Music) y diseñada por Bonny (1980). Esta técnica incorpora música e imaginería mental con el fin de trabajar los miedos, ansiedades o pensamientos negativos limitantes, aunque su orientación es más junguiana, es decir, más puramente psicoanalista.
Introducción a la musicoterapia
Puesto que la música abarca aspectos culturales, personales y emocionales, la idea de utilizarla con otros fines no exclusivamente recreacionales resulta, como mínimo, interesante. Y es así como surge una nueva disciplina, la musicoterapia.
A pesar de que su nombre hace alusión al ámbito clínico, la musicoterapia presenta múltiples facetas, pues se usa tanto dentro del ámbito educativo como médico, e incluso pastoral, para favorecer la reflexión y meditación. Por tanto, resulta complejo aportar una única definición para todas las áreas de trabajo.
No obstante, si se toma como referencia la definición de Bruscia (1997), se considera que la musicoterapia es un «proceso sistemático de intervención en donde el terapeuta ayuda al cliente a conseguir llegar a la salud, utilizando experiencias musicales y las relaciones que evolucionan por medio de ellas como fuerzas dinámicas de cambio».
En esta definición se ponen de manifiesto varios elementos. En primer lugar, es importante resaltar la importancia del concepto proceso sistemático, que hace referencia a su carácter estructurado, organizado y con unos objetivos definidos. Por ejemplo, escuchar música de forma individual en casa, aunque esta tenga un efecto emocional o físico sobre la persona, no se puede considerar musicoterapia.
En segundo lugar, la música se utiliza a conciencia como elemento relacional entre cliente y terapeuta para conseguir unos fines previamente establecidos. Así pues, no se crea una relación casual con la música, sino que esta está totalmente definida.
Y por último, es destacable el hecho de que el cambio se genera a partir del uso que hace el terapeuta de esta herramienta, es decir, de la música.
En cuanto a la aplicación de la música en psicología del deporte, se debe entender la expresión conseguir alcanzar la salud desde un punto de vista de autocrecimiento y superación personal, no únicamente desde la patología o disfunción.
En musicoterapia se puede hablar de dos grandes tipos de técnicas ampliamente diferenciadas: unas más activas, entre las que se encuentra, por ejemplo, la libre improvisación, muy utilizada en clínica, y otras más pasivas, como la escucha de música, a la que se hará referencia más adelante.
Aplicaciones de la musicoterapia en psicología del deporte
Generalidades
Si bien la música ha mostrado ser una herramienta poderosa en el ámbito emocional y, por consiguiente, en aspectos relativos a la psicología, entre los que se halla la psicología del deporte, es importante resaltar las diferencias individuales en los efectos de la misma.
Aunque el proceso de escucha se puede describir de forma objetiva (se expone a una persona a un estímulo musical de determinadas características provocando una reacción), dicho proceso está cargado de subjetividad. Los filtros perceptivos que existen entre el estímulo musical y el procesamiento del mismo son tan variados como personales, y pueden cambiar dependiendo del momento (Prince, 1972). Así pues, una misma música puede provocar emociones positivas en una persona, mientras que en otra, que asocia dicha música a situaciones negativas, no genera dicho bienestar, sino justamente lo contrario.
Lo mismo puede suceder con la música relajante, la cual, dependiendo del caso, puede incluso llegar a provocar nerviosismo en algunas personas.
No obstante, existen unas características generales que hacen referencia sobre todo a aspectos rítmicos, en cuanto al tiempo musical, si es rápido o lento, y que provocan efectos similares en las personas expuestas a los mismos. Esto sucede porque, tal y como ya se ha apuntado a lo largo de la revisión bibliográfica, estas características se relacionan más con aspectos puramente fisiológicos.
Sin embargo, otras muchas características de la música dependen del receptor: aspectos melódicos y armónicos, intensidad, letra (si es que tiene)…
Y es en este punto cuando entran en juego las variables relacionadas con la cultura (el sonido característico de la música china, por ejemplo, es muy diferente del de la música latina) y la identidad personal y social (p. ej., el ritmo de rock o ska, que puede señalar la pertenencia a determinados grupos sociales). Estas variables intervendrán de manera directa en el efecto que la música vaya a tener en el receptor.
Con todo esto se quiere subrayar la importancia de realizar un buen análisis de la situación y necesidades antes de aplicar cualquier procedimiento, pues su efectividad será nula si el análisis realizado no es adecuado.
Aprendizaje
Introducir música acorde con los gustos personales para el aprendizaje de habilidades motoras ha mostrado ser muy efectivo (Beisman, 1967). Así pues, en caso de requerir dicho aprendizaje para enseñar a pedalear, correr, saltar u otro tipo de actividades de movimiento, bien en niños o en cualquier otro colectivo, el uso de la música puede facilitar la tarea.
Motivación
La música es un importante motivador, tanto a nivel personal como social. A la hora de plantear una intervención de musicoterapia en la que se considera necesario trabajar la motivación, uno de los puntos más importantes es seleccionar la música adecuada. Introducir música acorde con los gustos personales de cada deportista en el entrenamiento puede aumentar sus emociones positivas durante el mismo. Así, los deportistas ya entrenados pueden experimentar mayor disfrute reduciendo las sensaciones de cansancio y los principiantes pueden aumentar su adherencia a la práctica deportiva. El mero hecho de producirse un cambio atencional hacia otro estímulo diferente a las sensaciones propias puede mejorar el rendimiento.
Siguiendo a Karageorghis et al. (2006), a la hora de seleccionar una determinada música deben tenerse en cuenta los siguientes aspectos:
■ La música con claras asociaciones deportivas suele motivar al ejercicio físico, aunque también algunas músicas de series televisivas o canciones relativas a fuerza y determinación.
■ El idioma, artista y tipo de música debe ir acorde a la edad y nivel sociocultural del oyente.
■ Al seleccionar música para un evento de una intensidad predeterminada, el tiempo musical, es decir, la velocidad del ritmo de las canciones, debe ir en correlación con la frecuencia cardíaca, especialmente si la intensidad es alta.