■La genética.
■La raza: estas fracturas raramente aparecen en personas de raza negra, probablemente debido a su mayor densidad ósea general.
■Talla corporal: el riesgo de sufrir fracturas por estrés es mayor en personas altas.
■Sexo: las mujeres presentan más riesgo que los hombres, probablemente debido a los factores ya mencionados y también a su menor masa muscular y a su menor densidad ósea.
■Trastornos alimentarios: p. ej., la anorexia nerviosa o la bulimia (vomitar tras haber comido).
■Estado hormonal: reducción del nivel de hormonas sexuales.
■Edad: el riesgo de sufrir fracturas por estrés aumenta con la edad, alcanzando su punto álgido entre los 18 y los 28 años, momento en que los huesos corticales laminares se transforman progresivamente en huesos osteónicos (ver pág. 46).
■Forma física: las fracturas por estrés aparecen esencialmente en personas físicamente inactivas, o en el momento de iniciar la práctica de una actividad deportiva, ya sea tras una larga pausa de inactividad o por primera vez.
■Errores en el entrenamiento: el aumento súbito de la carga de entrenamiento aumenta el riesgo de sufrir una fractura por estrés.
■Equipamiento: el calzado demasiado estrecho, duro o viejo también puede aumentar el riesgo de sufrir este tipo de fracturas.
■Terreno de entrenamiento: entrenar frecuentemente sobre superficies duras (cemento o asfalto) o irregulares.
■Anomalías anatómicas: las diferencias en la longitud de las piernas, la incorrecta posición de la cadera, una excesiva anteversión del fémur, las piernas en “O” o bien los pies planos o cavos también pueden aumentar el riesgo de sufrir este tipo de fracturas debido a la distribución no fisiológica de las cargas que conllevan.
Diagnóstico
Son característicos el dolor al iniciar la carga, el dolor local a la presión, la hinchazón del periostio y el enrojecimiento del área afectada (Bull, 1998, 247; Maibaum et al., 2001, 54).
Terapia
En general, las fracturas por estrés se tratan de forma conservadora. El atleta debe dejar de lado las actividades deportivas específicas que le han provocado la fractura durante un tiempo determinado, pero debería practicar otro tipo de disciplinas durante este tiempo (ciclismo, natación, entrenamiento de la parte superior del cuerpo) para ayudar a que no se produzca una pérdida de condición demasiado importante. En las fracturas por estrés de las extremidades inferiores deben evitarse todas las actividades con grandes cargas. Solamente se aplicarán aquellas cargas que puedan ser soportadas sin sufrir dolor. Si existe dolor en reposo, se deberá inmovilizar la fractura con un yeso, entre otras posibilidades.
Cuando se produce una reacción por estrés, se ha de proceder a la descarga durante 3 a 6 semanas o a una pausa del entrenamiento específico, así como a realizar fisioterapia.
Cuando se producen fracturas por estrés estarán indicados –según la localización– una inmovilización con Brace (yeso de plástico) o llevar un zapato especial durante 4-6 semanas, así como una descarga de 6-12 semanas con fisioterapia paralelamente. Cuando el atleta ya ha pasado 2-3 semanas sin dolor y la radiografía muestra una consolidación de la fractura, se podrá reiniciar la actividad deportiva de forma progresiva. Criterio: la aplicación de cargas debe ser completamente indolora (Puddu et al., 1998, 651).
La falta de movilidad como causa de la osteoporosis
Si el hueso no se ve sometido a suficientes cargas mecánicas, se puede desarrollar una osteoporosis. La falta de movimiento representa, juntamente con los factores nutricionales y hormonales, el factor desencadenante más importante de la osteoporosis.
La figura 26 nos muestra la influencia de la osteoporosis con la edad respecto a la forma de la columna vertebral. Las fracturas por compresión de las vértebras dorsales provocan una deformación progresiva de la cifosis dorsal y, con ello, una disminución de la talla corporal.
Pesch (1990, 129) pudo demostrar de forma impresionante que la osteoporosis fisiológica condicionada por la edad era atribuible esencialmente a la falta de movimiento; mientras que en la región de las vértebras cervicales (sometida a unas cargas dinámicas similares durante toda la vida) no pudo constatarse ningún tipo de atrofia ósea atribuible a la edad, en la región de los cuerpos vertebrales de la región lumbar se observa una atrofia ósea característica como consecuencia de la reducción de la actividad física asociada a la edad.
Se puede evitar el desarrollo de una osteoporosis en edades medias y avanzadas mediante la realización de una actividad física regular. Aun así, se deberá tener en cuenta que la reproducción de la masa ósea es cada vez más difícil con la edad. Por lo tanto, podemos afirmar que el hueso, como los demás órganos, puede ser entrenado durante toda la vida. Para la profilaxis de la osteoporosis se debería realizar actividad física y deportiva de forma constante.
Tejido muscular
El conjunto de la musculatura está formada por 639 músculos que, en su totalidad, representan el 30-40% del peso corporal en la mujer y el 40-50% en el hombre.
Figura 26. Influencia de la osteoporosis asociada a la edad (atrofia ósea) en la forma de la columna vertebral (E.U. Niethardt/J. Pfeil. Orhopädie. MLP Duale Reihe, 2ª ed. Hippokrates Verlag Stuttgart, 1992).
La principal característica del músculo es su capacidad de contracción. Es un órgano del movimiento compuesto por múltiples células musculares.
Según su tamaño, cada músculo está compuesto por entre 10 y 500.000 fibras musculares. El número de fibras musculares disminuye un 30% con la edad debido al aumento de la inactividad, siendo las más afectadas las fibras de contracción rápida o fibras FT (ver pág. 60), puesto que son las menos activadas en la vida cotidiana.
Las células musculares están formadas por estructuras proteicas contráctiles, las miofibrillas. Junto al tejido muscular también encontramos tejido conectivo que posibilita la unión de las células musculares entre ellas y transmite la contracción de las células (fibras) musculares a su entorno.
Según criterios morfológicos y funcionales, se diferencia entre musculatura lisa y estriada. La musculatura estriada puede subdividirse a su vez en musculatura esquelética y músculo cardíaco. La característica morfológica más diferenciadora entre la musculatura lisa y la musculatura estriada es que esta última, tal como indica su nombre, presenta unas estrías longitudinales (microscópicas) que no presenta la musculatura lisa.
Por lo demás, la musculatura esquelética estriada es inervada especialmente por el sistema nervioso somático, mientras que la musculatura lisa es inervada por el sistema nervioso vegetativo. Las contracciones de la musculatura estriada (contracción voluntaria) son rápidas y en línea recta, y las de la musculatura lisa (contracciones involuntarias) son lentas y en forma de gusano.
La musculatura cardíaca adopta una forma especial, pues es estriada pero tiene una inervación vegetativa y, por lo tanto, presenta una actividad autónoma. Todos los tejidos musculares están formados por células musculares alargadas con uno o varios núcleos celulares y citoplasma. Las células musculares esqueléticas estriadas presentan una disposición paralela y poseen muchos núcleos en sus bordes. Las células musculares cardíacas presentan ramificaciones y se mantienen unidas mediante