»Vive con una mente embebida de compasión e irradiando compasión hacia el primero de los puntos cardinales, …una mente embebida de alegría por el bien ajeno, …una mente embebida de ecuanimidad, lo mismo hacia el segundo punto cardinal, lo mismo hacia el tercer punto cardinal y lo mismo hacia el cuarto punto cardinal, arriba, abajo, y todo alrededor, por todas partes y a todos como a sí mismo. Vive irradiando a todo el mundo una mente con compasión, …con alegría por el bien ajeno, …con ecuanimidad, magnánima, elevada, ilimitada, sin hostilidad, sin malevolencia.
»Entonces, kālāmas, este Noble discípulo, con la mente sin hostilidad, sin malevolencia, sin impurezas, purificada, alcanza en esta vida cuatro consuelos:
“Si es cierto que existe el otro mundo y las acciones buenas y malas producen fruto y resultado, tras la descomposición del cuerpo, después de morir, yo iré a un buen destino, a un mundo celestial”. Éste es el primer consuelo que aquella persona alcanza.
“Si es cierto que no existe el otro mundo y, por lo tanto, las acciones buenas y malas no producen fruto y resultado, por lo menos en esta vida me protejo a mí mismo, soy feliz, estoy a salvo, sin hostilidad, sin malevolencia”. Éste es el segundo consuelo que aquella persona alcanza.
“Si es cierto que las malas acciones afectan a quienes las cometen, como yo no deseo el mal a nadie, y como yo no hago nada malo, el sufrimiento no me afecta”. Éste es el tercer consuelo que aquella persona alcanza.
“Si es cierto que las malas acciones no afectan a quienes las cometen, igualmente yo en esta vida me podré considerar puro en ambos sentidos”. Éste es el cuarto consuelo que aquella persona alcanza.7
»Así es como, kālāmas, el Noble discípulo, con la mente sin hostilidad, sin malevolencia, sin impurezas, purificada, alcanza en esta vida las cuatro consolaciones».
«¡Así es, Bienaventurado! ¡Así es, Bienencaminado! El Noble discípulo, con la mente sin hostilidad, sin malevolencia, sin impurezas, purificada, alcanza en esta vida los cuatro consuelos».
«¡Magnífico, venerable señor! ¡Magnífico, venerable señor! El Bienaventurado ha aclarado el Dhamma de diversas maneras, como si pusiera del derecho lo que estaba del revés, como si revelara lo que estaba escondido, como si mostrara el camino al que se había extraviado o alzara un candil en la oscuridad de forma que los que tuvieran vista pudieran ver. Venerable señor, desde hoy vamos por refugio al Bienaventurado, al Dhamma y al Saṅgha de monjes. Ruego al Bienaventurado que, de hoy en adelante, nos considere como discípulos venidos a él por refugio para toda la vida».8
(AN 3:65; I 188-193)
3. EL ORIGEN Y LA CESACIÓN DEL SUFRIMIENTO SON VISIBLES
En cierta ocasión, el Bienaventurado residía en el país de los Malas, en una aldea llamada Uruvelakappa. Entonces Bhadragaka, el alcalde,9 se acercó hasta donde estaba el Bienaventurado, le ofreció sus respetos y se sentó a un lado. Una vez sentado, el alcalde Bhadragaka dijo al Bienaventurado: «Bienaventurado, sería bueno que explicara el origen y el cesar del sufrimiento».
«Alcalde, si yo te enseñara el origen y el fin del sufrimiento como si fuera algo que ocurrió en el pasado: “en el pasado, fue así”, entonces, te asaltarían la duda y la perplejidad. Alcalde, si yo te enseñara el origen y el cesar del sufrimiento como si fuera algo que tuviera que ocurrir en el futuro: “en el futuro, será así”, entonces, te asaltarían la duda y la perplejidad. Así que, alcalde, te enseñaré el origen y el cesar del sufrimiento mientras tú y yo estamos sentados aquí y ahora. Así pues, escucha bien, presta atención, y hablaré».
«Así será, venerable señor», respondió el alcalde Bhadragaka al Bienaventurado. El Bienaventurado habló así:
«¿Qué piensas, alcalde?, ¿hay personas en Uruvelakappa por las que sentirías pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación si fueran apresadas, condenadas, encarceladas y ejecutadas?».
«Sí, venerable señor, hay personas en Uruvelakappa por las que sentiría pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación, si fueran apresadas, condenadas, encarceladas y ejecutadas».
«¿Y hay personas en Uruvelakappa por las que no sentirías pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación si fueran apresadas, condenadas, encarceladas y ejecutadas?».
«Sí, venerable señor, hay personas en Uruvelakappa por las que no sentiría pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación si fueran apresadas, condenadas, encarceladas y ejecutadas».
«Alcalde, ¿cuál sería la razón, cuál sería la causa, por la que sentirías pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación por algunas personas y no por otras si fueran apresadas, condenadas, encarceladas y ejecutadas?».
«Venerable señor, si apresaran, condenaran, encarcelaran y ejecutaran a personas en Uruvelakappa por las que tengo deseo con apego,* entonces sentiría pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación. Pero si apresaran, condenaran, encarcelaran y ejecutaran a personas en Uruvelakappa por las que no tengo deseo con apego, entonces no sentiría pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación».
«Alcalde, al decir “no tengo deseo con apego por ellos”, has logrado la visión y el conocimiento atemporal del Dhamma, lo has comprendido; ahora, aplica este principio al pasado y al futuro, a saber, que todo sufrimiento originado en el pasado se originó teniendo como raíz el deseo [con apego], condicionado por el deseo [con apego], porque el deseo [con apego] es la raíz del sufrimiento; igualmente, todo sufrimiento que se origine en el futuro se originará teniendo como raíz el deseo [con apego], condicionado por el deseo [con apego], porque el deseo [con apego] es la raíz del sufrimiento».
«¡Maravilloso, venerable señor! ¡Increíble, venerable señor! ¡Qué bien ha hablado el Bienaventurado! Todo sufrimiento que se haya originado, se origina teniendo como raíz el deseo [con apego], condicionado por el deseo [con apego], porque el deseo [con apego] es la raíz del sufrimiento».10 «Venerable señor, tengo un hijo joven llamado Ciravāsī que vive lejos de aquí. Yo me levanto temprano cada día y envío a un hombre: “venga, ve a ver cómo se encuentra Ciravāsī”. Hasta que aquel hombre no vuelve, venerable señor, mi mente se preocupa pensando: “ojalá que no le haya pasado algo malo a Ciravāsī”».
«Entonces, ¿qué piensas, alcalde? ¿Si apresaran, condenaran, encarcelaran y ejecutaran a tu hijo joven Ciravāsī, sentirías pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación?».
«Venerable señor, si apresaran, condenaran, encarcelaran y ejecutaran a mi hijo joven Ciravāsī, mi vida entera quedaría destrozada, ¿cómo no sentir pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación?».
«Así también, alcalde, has de entender este principio, a saber, que todo sufrimiento que se haya originado, se origina teniendo todo él como raíz el deseo [con apego], condicionado por el deseo [con apego], porque el deseo [con apego] es la raíz del sufrimiento».
«¿Qué piensas, alcalde? ¿Antes de haber visto u oído a la madre de tu hijo joven Ciravāsī, sentías acaso deseo, querencia o afecto por ella?».
«De ningún modo, venerable señor».
«Entonces, ¿qué piensas, alcalde? ¿Si a la madre de tu hijo joven Ciravāsī la apresaran, condenaran, encarcelaran y ejecutaran, sentirías pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación?».
«Venerable señor, si a la madre de mi hijo joven Ciravāsī la apresaran, condenaran, encarcelaran y ejecutaran, mi vida entera quedaría destrozada, ¿cómo no sentir pena, dolor, sufrimiento, frustración y desesperación?».
«Así también, alcalde, has de entender este principio,