III. ACERCARSE AL DHAMMA
1. UNA DOCTRINA QUE NO ES SECRETA
«Estas tres cosas, monjes, se mantienen en secreto, no abiertamente. ¿Qué tres cosas? Los asuntos relacionados con las mujeres, monjes, se mantienen en secreto, no abiertamente. Los mantras de los brahmanes, monjes, se mantienen en secreto, no abiertamente. La visión equivocada, monjes, se mantiene en secreto, no abiertamente. Éstas son, monjes, las tres cosas que se mantienen en secreto, no abiertamente.
»Éstas son, monjes, las tres cosas que se manifiestan abiertamente, no en secreto. ¿Qué tres cosas? La luna llena, monjes, se manifiesta abiertamente, no en secreto. La luz del sol, monjes, se manifiesta abiertamente, no en secreto. La enseñanza y la disciplina predicada por el Tathāgata, monjes, se manifiesta abiertamente, no en secreto. Éstas son, en efecto, las cosas que se manifiestan abiertamente, no en secreto».
(AN 3:129; I 282-283)
2. SIN DOGMA, SIN FE CIEGA
Así lo he oído. En cierta ocasión, el Bienaventurado iba caminando por Kosala acompañado de una gran comunidad de monjes. Hizo un alto en una aldea llamada Kesaputta,2 en el país de los kālāmas. Entre los kālāmas de Kesaputta se difundió la noticia: «Se dice que el asceta Gotama, hijo de los Sakyas, quien dejó la familia de los Sakyas por la vida sin hogar, ha llegado a Kesaputta. De él se dicen grandes cosas: “Que el Bienaventurado es un Arahant, un Buddha perfecta y completamente iluminado, ejemplo de saber y buena conducta, afortunado, conocedor del universo, insuperable guía de los seres humanos por adiestrar, maestro de dioses y hombres, iluminado, bienaventurado. Habiéndolo experimentado por sí mismo con conocimiento superior, él da a conocer este mundo con sus divinidades, sus Māras y Brahmās, a esta población con sus ascetas y brahmanes. Él expone el Dhamma que es bueno en su principio, bueno en su mitad y bueno en su final, tanto en la letra como en el espíritu, él proclama la vida de santidad lograda en su integridad y completamente pura”. Buena es la contemplación de este tipo de Arahants».3
Entonces, los kālāmas de Kesaputta fueron adonde estaba el Bienaventurado; algunos le ofrecieron sus respetos y se sentaron a un lado. Otros intercambiaron saludos con él y, terminada esa charla amigable y cortés, se sentaron a un lado. Otros le saludaron reverencialmente y se sentaron a un lado. Otros se presentaron pronunciando su nombre y clan, y se sentaron a un lado. Otros guardaron silencio y se sentaron a un lado. Una vez que los kālāmas de Kesaputta se hubieron sentado, le dijeron esto al Bienaventurado:
«Venerable señor, algunos ascetas y brahmanes que vienen a Kesaputta exponen e ilustran sus propias doctrinas mientras atacan, desprecian, infravaloran y rechazan las doctrinas de los demás. Pero entonces, señor, vienen otros ascetas y brahmanes a Kesaputta, y ellos también se dedican simplemente a exponer e ilustrar sus propias doctrinas mientras atacan, desprecian, infravaloran y rechazan las doctrinas de los demás. Venerable señor, tenemos esta duda e incertidumbre: ¿Quién de entre ellos dice la verdad y quién miente?».
«Es normal, kālāmas, que tengáis esta duda e incertidumbre. Ciertamente, vuestras duda e incertidumbre surgieron por una cuestión que se presta a la duda y a la incertidumbre».
«Respecto a esto, kālāmas, no hay que aceptar algo porque sea tradición, ni porque provenga de un linaje de maestros, ni porque se rumoree, ni porque aparezca en textos sagrados, ni porque sea razonable, lógico o la conclusión de una demostración, ni porque una teoría se considere plausible, ni porque sea dicho de forma elocuente, ni porque penséis: “quien lo dice es nuestro maestro”.4 En cambio, kālāmas, cuando conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son perjudiciales, estas cosas hay que evitarlas, estas cosas las condenan los sabios, estas cosas, si se cultivan y se frecuentan, conducen al malestar y al sufrimiento”, entonces, kālāmas, rechazadlas».
«¿Qué pensáis, kālāmas? Cuando surge la codicia, … el odio, … la ofuscación en el interior de una persona, ¿conducen al bien o al mal?».5 «Conducen al mal, venerable señor». «Kālāmas, esta persona codiciosa, … con odio, … ofuscada, abrumada por la codicia, … el odio, … la ofuscación, con la mente consumida por la codicia, … el odio, … la ofuscación, mata a seres vivos, toma lo que no le es dado, va con la esposa de otro, dice mentiras, o bien incita a otro a hacer tales cosas. Esto sólo podrá conducir a su malestar y a su sufrimiento por mucho tiempo». «Así es, venerable señor».
«Entonces, ¿qué pensáis, kālāmas?, ¿son estas cosas beneficiosas o perjudiciales?». «Perjudiciales, venerable señor». «¿Hay que evitarlas o no hay que evitarlas?». «Hay que evitarlas, venerable señor». «¿Las condenan los sabios o no?». «Las condenan los sabios, venerable señor». «Cuando se cultivan y se frecuentan, ¿conducen al malestar y al sufrimiento, o no? ¿Qué os parece?». «Cuando se cultivan y se frecuentan, venerable señor, conducen al malestar y al sufrimiento. Así nos parece».
«Kālāmas, a esto me refería cuando dije que no hay que aceptar algo porque sea tradición, ni porque provenga de un linaje de maestros, ni porque se rumoree, ni porque aparezca en textos sagrados, ni porque sea razonable, lógico o la conclusión de una demostración, ni porque se considere plausible una teoría, ni porque sea dicho de forma elocuente, ni porque penséis: “quien lo dice es nuestro maestro”. En cambio, kālāmas, cuando vosotros conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son perjudiciales, estas cosas hay que evitarlas, estas cosas las condenan los sabios, estas cosas, si se cultivan y se frecuentan, conducen al malestar y al sufrimiento”, entonces, kālāmas, rechazadlas. A esto me refería cuando dije eso.
»En cambio, kālāmas, cuando conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son beneficiosas, estas cosas no hay que evitarlas, estas cosas las elogian los sabios, estas cosas, si se cultivan y se frecuentan, conducen al bienestar y a la felicidad”, entonces, kālāmas, aceptadlas y vivid de acuerdo con ellas.
»¿Qué pensáis, kālāmas? Cuando surge la no-codicia … el no-odio … la no-ofuscación en el interior de una persona, ¿conducen al mal o al bien?». «Conducen al bien, venerable señor». «Kālāmas, esta persona que no es codiciosa … no odia … no se ofusca, kālāmas, no es abrumada por la codicia … el odio … la ofuscación; con la mente sin consumir por la codicia … el odio … la ofuscación, no mata seres vivos, no toma lo que no le es dado, no va con la pareja de otro, no dice mentiras, ni tampoco incita a otro a hacer tales cosas. Esto sólo podrá conducir a su bienestar y felicidad por mucho tiempo». «Así es, venerable señor».
«Entonces, ¿qué pensáis, kālāmas?: ¿Son estas cosas beneficiosas o perjudiciales?». «Beneficiosas, venerable señor». «¿Hay que evitarlas o no hay que evitarlas?». «No hay que evitarlas, venerable señor». «¿Las condenan o las elogian los sabios?». «Los sabios las elogian, venerable señor». «Cuando se cultivan y se frecuentan, ¿conducen al bienestar y a la felicidad, o no? ¿Qué os parece?». «Cuando se cultivan y se frecuentan, venerable señor, conducen al bienestar y a la felicidad. Así nos parece».
«Kālāmas, a esto me refería cuando dije que no hay que aceptar algo porque sea tradición, ni porque lo diga un linaje de maestros, ni porque se rumoree, ni porque aparezca en textos sagrados, ni porque sea razonable, lógico o la conclusión de una demostración, ni por considerar plausible una teoría, ni porque sea dicho de forma elocuente, ni porque penséis: “quien lo dice es nuestro maestro”. En cambio, kālāmas, cuando vosotros conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son beneficiosas, estas cosas no hay que evitarlas, estas cosas las elogian los sabios, estas cosas, si se cultivan y se frecuentan, conducen al bienestar y felicidad, entonces, kālāmas, aceptadlas y vivid de acuerdo con ellas”. A esto me refería cuando dije eso.
»Entonces, kālāmas,