—El odio que te he guardado me ha ayudado a encontrar la manera de poder cruzar tu mundo.
—¡Uran! —logró pronunciar su nombre. Deslizando la daga de Bendora, la apretó con fuerza y le apuñaló el corazón, los gritos de Hadeo se escucharon por el reino haciendo temblar el lugar, viéndole convertirse en piedra y ceniza, por un momento pensó hallar paz, pero lo único que lo invadió fue remordimiento.
La guardia al sentir que su rey había muerto, lograron ver a Uran y su inconfundible armadura dorada y la daga en mano junto a las cenizas de su jefe, tomando sus armas en manos corrieron ante ese guardián para de igual manera arrebatarle la vida.
Odotnet al ver que se acercaban varios demonios, le ordenó que regrese de inmediato al castillo —¡Vete! Lárgate de aquí —extendió sus alas, no permitiría que más gente derramara su sangre por algo innecesario.
Uran al ver la decisión de su guardián, se negó a salir —¡No! No lo haré.
—¡Vete! Sal de aquí, yo los detendré, tendrás tiempo para salir de aquí —observó por última vez a su amigo, pero no le abandonó deslizó su espada y comenzó a luchar contra los demonios que venían a su alcance, logró matar a varios, pero ver un ejército venir contra ellos era demasiado, tomando las riendas del caballo de su hermano, subió a él y comenzó a galopar junto a Odotnet por los bosques del inframundo, pasaron el sello mientras que el ejército demoniaco les daba seguimiento, estaban a pocos metros de llegar al reino, pero Odotnet no dejaría que traspasaran las murallas, si lo hacían todo estaría perdido, deteniéndose volvió la vista a Uran quien se detuvo también —¿Qué haces? Sigue, sigue —le pidió a gritos Uran.
—Debes llegar a la muralla y advertir a todos, ellos jamás se detendrán.
—Pero debes seguir, no ganaras nada entregándote.
—Podré calmar sus ansias de venganza y su sed de sangre, acabamos de matar a su rey y ellos querrán lo mismo.
—Lo querrán siempre, si te entregas será un sacrificio en vano, pelea junto a mí, pero pelea para resguardar las murallas —apretó las correas y siguió su camino junto a su tigre protector, al llegar a las puertas del cielo, bajó del caballo y dándole un golpe en el lomo lo dejó libre, tomando su espada y acompañado de sus soldados se inició la primera guerra por el poder.
Muchos murieron esa noche, pero ganaron la batalla, Uran salió victorioso, pero perdió a su mejor amigo por su necedad y capricho, no le escuchó cuando debió hacerlo, cansado y con la espada en mano, observó que sus pocos soldados seguían de pie resguardando su entrada, mientras que los pocos demonios no tuvieron más opción que retroceder y regresar a su reino, agotados por la batalla se quedaron de pie ante su entrada por miedo a una represalia, pero Uran no pudo más, cayendo de rodillas, soltó su espada y tomó la tierra de su reino entre sus puños, su error había costado la vida de inocentes, su error le había costado la paz.
Tirsa había resguardado en el palacio a mujeres, niños y ancianos, pero cuando los gritos y los temblores de sus tierras ante la pérdida de sus soldados cesaron, supo que la batalla había terminado, terminado momentáneamente, ya que los demonios no se rendirían con facilidad, sangre habían derramado, sangre deberían reclamar, vivirían entre guerras y morirían en guerra, Tirsa no que equivoco en aquella predicción.
Sentir una humedad sobre su frente le hizo arrugar el ceño, estaba cansado pero necesitaba volver al portal, necesitaba resguardar las murallas de su reino, pero una dulce mano le impidió levantarse —Debo regresar a la muralla —dijo entre el dolor y el cansancio.
—La muralla está bien resguardada —le dijo Tirsa limpiando sus heridas.
—¿Cuántos días llevo en cama? —preguntó observando a la joven castaña.
—Llevas cinco días, tus heridas sanan lentamente.
—Mis heridas son la menor de mis preocupaciones —se irguió torpemente de la cama y quiso levantarse, Tirsa sin más remedio le ayudó a ponerse de pie, sosteniendo el duro cuerpo de aquel Rey.
—Debes descansar o las heridas se abrirán.
—Déjame ver por la ventana, quiero ver por la ventana.
—No veras destrucción, lucharon y dieron su vida misma protegiendo la entrada, no hubo pérdidas más que tus soldados y de Odotnet —con la mano libre, logró abrir la ventana y le mostró su reino, y en efecto todo estaba como el recordaba, a excepción de un grupo de soldados y guardianes resguardando la entrada que por su capricho él abrió.
—¿Cada cuanto cambian la guardia de la entrada?
—Tratamos de hacerlo cuatro veces al día, no sabemos cuándo podrán atacar —lo llevó de regreso al pie de su cama.
Uran levantó el rostro y admiró a Tirsa, entonces las palabras de su fiel amigo tuvieron sentido —Se mi esposa, se la madre de mis hijos y ayúdame a gobernar —le vio a los ojos, observando su belleza por primera vez, perdiéndose en su ardiente mirada, sabía que ella era una de las mejores mujeres, una dama, una mujer que lucharía y daría la vida por su reino.
Sin palabra alguna por segundos, se acordó del rostro de Odotnet y la las palabras que dijo —Lo único que le pido es que interceda por el bienestar de la familia de Odotnet, que sus hijos vengan a vivir al palacio cuando sea su esposa —bajó la mirada, tratando de ocultar el inmenso amor que le tenía.
Con su mano sana, levantó el rostro de la muchacha —No ocultes ese amor —se levantó y acercó a ella dándole un beso lento, corto y apasionado —Ellos siempre estarán a nuestro lado.
Desde ese día Uran, aprendió a amar, a respetar sus códigos, a su gente y sobre todo respetar la vida que su padre alguna vez le dio. Se unió a Tirsa y cumplió lo prometido, llevó a la familia de su guardián a casa, construyó una escultura de mármol en su honor, como héroe de batallas y con una inscripción debajo de esa estatua del amigo perdido —“Da gracias a la vida por darte lo que tienes, agradece a tu gente por el amor que te tiene, pero lo más importante, deja el pasado atrás, sigue y disfruta de lo que hoy tienes y trata de imaginar lo que mañana llegues a tener”
Fue una lección dura para ese Rey, pero tuvo la sensatez de continuar gobernando y tratando de impedir el paso de los demonios a su reino, ante el nacimiento de su hijo Adel, al tener al bello niño entre sus brazos supo que no podía resguardar más el poder de Dios, que su misión era resguarda a su familia y a su pueblo y vivir con el peso de esa misión sobre sus hombros solo le acabaría como hizo con su joven padre.
Resguardando la daga, y el cofre que contenía en su interior cuatro profecías que hablaban del pasado, presente y del futuro, en el escribiría las pistas necesarias para que el elegido liberé el poder de Dios y le ayude a vencer el mal del mundo por tercera vez, puesto que una guerra se desataría en los mundos y destruiría todo a su paso.
Con ayuda de Tirsa, sacó el obsequio de Dios de su cuerpo, resguardándolo en un una placa hexagonal de plata, con el sello del cofre de Bendora como pista, guardó en ese metal el poder de Dios, el poder de Sanel y ofrenda a ese nuevo sello su poder mismo, Uran se convirtiéndose en mortal por decisión propia, convirtiéndolo en una tradición, las generaciones de fuego debían reguardar el poder de Dios y dar como ofrenda antes de su muerte sus dones para así asegurar que el sello permaneciera oculto y resguardado y así hacer obsoleto el uso del medallón, era la única manera de garantizar la prevalencia de la humanidad.
Al haber expuesto a su raza a un posible exterminio, abrió puertas que le fueron imposibles de cerrar al pasar del tiempo, pero logró ver un poco de luz en tanta oscuridad, con la creación del sello garantizaba que en el futuro sus predecesores pudieran hallar la manera de cerrar las murallas que él por su intransigencia abrió, con ello podrían invocar a su raza y dar inicio al ritual que devolvería a Dios a la vida cuando el mal ya se expandiera por el mundo, entonces creo el sello que