La venganza del caído. Nathan Burkhard. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nathan Burkhard
Издательство: Bookwire
Серия: Ángeles Guardianes
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418616167
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que priorizaban el bienestar de su pueblo, pero todo cambió esa noche de tormenta, una tormenta que azotó el reino con gran fuerza, Uran tuvo la idea de poder armar y preparar tropas en siete días, llevando consigo a los animales Inumine con ellos. Solo necesitaría suerte y la manera adecuada de poder llevar las tropas, pero su guardián Odotnet se opuso que a que él les acompañara en esa primera expedición, ya que no sabían que peligros podía contener ese camino y más sabiendo que Uran no había dejado herederos que pudieran tomar el mando y resguardar el poder de Dios, así que preparó todo para ese viaje dejando a su hijo Foat y su familia resguardados en el palacio, además de dejándoles al cuidado de Tirsa.

      Estaba todo preparado, solo necesitaba un golpe de suerte para poder dar con su hermano y darle muerte, tuvo miles de ideas de cómo hacerle agonizar, así que en medio de la noche sacó la Daga que su padre le dio, empuñándola con fuerza, tomó a unos de sus caballos, apretó las riendas y se adentró a las profundidades de ese bosque mesófilo dejando a atrás a sus propios soldados, desobedeciendo las ordenes de Odotnet y arriesgándose a morir sin dejar el legado de Dios en manos propicias.

      Tirsa le había visto inquieto esa tarde, lo vio visitar la habitación donde los tesoros de su pueblo eran resguardados, mientras que vestido con su armadura dorada y afilando su espada supo de inmediato que él se adelantaría a las órdenes del guardián, no supo en que momento dejó el palacio pero cuando se acercó por la ventana a observar a las tropas, lo vio escabullirse de la guardia montado en su caballo y siguiendo rumbo al nuevo camino que había en su mundo, sus nerviosa la traicionaron y ahogando un gemido, supo de inmediato que Uran no regresaría de aquella expedición, pues para él no era una simple exploración, era desatar la guerra —¡Dios mío! —gimió, al verle tomó su capa y corrió tras él, llamándole a la distancia mientras que la tormenta azotaba el reino —¡Uran! ¡Uran! —gritó con desesperación, mientras que el frío caló sus huesos, sus cabellos mojados goteaban y sus ojos trataron de buscarlo pero le fue imposible ante la fina lluvia. Por un momento pensó en seguirle, pero supo que nada ganaría con ello, así que fue en búsqueda de Odotnet ya que era el único que sabría qué hacer en ese momento, corrió por la aldea y lo encontró en la plaza, que listos con una tropa estaban ya por comenzar su camino, corrió hacia él y con un nudo en la garganta trató de explicarle y que se diera prisa —Tienes que ir tras él, Uran se ha adentrado a las profundidades de ese bosque sin compañía más que su espada y la daga de Bendora, con ello desatará una guerra ¡Date prisa! Uran cometerá una locura —su corazón martillaba y el nudo en su garganta no le permitía respirar con normalidad, le vio con sus grandes ojos pardos.

      —Solo quiero que me prometas una cosa Tirsa, si no regreso con vida, cuida a mi familia, protege a Uran sé que tú serás su esposa —se acercó a ella, besando su mejilla y cerrando sus grandes ojos, desde que se abrió esa puerta él tuvo ya un mal presentimiento que atenazaba sus entrañas —Te doy mi bendición, despierta a todos, que se preparen porque hoy, esta noche de tormenta, una batalla iniciara —deslizó sus alas y una luz roja iluminó su cuerpo haciendo que desapareciera, había sido tele trasportado a la base de roca.

      Los soldados con paso firme comenzaron a seguir su camino sin romper filas hasta la base del sello, necesitaban estar preparados para lo peor, comenzaron adentrarse en el terreno desconocido en medio de la oscuridad, la lluvia cubriría sus pasos, como los truenos y rayos iluminarían su camino.

      Tirsa no pudo más y sus lágrimas resbalaron por sus mejillas, corrió al palacio donde utilizó su máximo poder de concentración, deslizó sus alas, el dolor y angustia de no ver más a Uran era la fuerza que necesitaba, levantó la vista a los cielos y gritó con la fuerza de miles de ondas sonoras, su cuerpo comenzó a formar una campo de fuerza roja a su alrededor —Ángeles, la batalla ha comenzado —la luz que había formado su cuerpo se extendió por todo el reino, despertando a grandes y chicos, guardianes y mensajeros. Quedando débil, cayó de rodillas, con la respiración entrecortada y el alma en un hilo, temía perder a Uran.

      El caprichoso patriarca, pasó por la puerta perdiéndose en la oscuridad, apretó las riendas de su caballo y lo obligó a correr por ese camino escabroso, árboles con raíces menos profundas, más cortas y pesadas, la niebla espesa y el ambiente húmedo solo habían que la luz de la antorcha fuera menos, pero aun así siguió su camino.

      Odotnet pudo distinguirlo y corrió tras él, no lo perdería, no lo perdería como pasó con su padre —¡Uran! Espérame muchacho —trató de detenerle, a los pocos minutos de llamarle, la sombra se detuvo —No trates de ser el héroe, tienes un pueblo que te necesita, una mujer que te espera.

      —Por favor Odotnet, no podré vivir con esto en mi vida.

      —¡Testarudo! Solo estas poniendo en riesgo el poder de Dios que yace en tu sangre, no te das cuenta que si mueres todos estaremos perdidos —sonó más una súplica, pero Uran se mantuvo obcecado.

      —¡Déjame! Lo que he iniciado debo ponerle fin, abrí la puerta y yo la sellaré.

      —No seas tonto muchacho el sello está roto y la puerta ha sido vulnerada, crees acaso que podrás cerrarla, es sencillamente imposible, regresa, regresa y deja esta tonta idea atrás.

      —Lo siento Odotnet, pero mi espíritu y corazón deberán descansar.

      —Está bien. Pero si sales de aquí, quiero que protejas a mi familia, pero también que formes una familia con Tirsa, ella te ama, ella hizo todo lo que hizo por ti, arriesga su vida, dale el mayor obsequio y cásate con ella —sabía que algo malo pasaría y que regresar al reino con vida no era una opción.

      —Deja de hablar cosas sin coherencia. Regresaras, aunque pasara algo, tu familia estará conmigo y mi generación.

      Siguiendo con su camino, trataron de adivinar que más seguía adelante, con sus poderes anulados lo único que los protegía era la espada y la daga que Uran había hurtado del palacio, no supieron cuánto tiempo llevaron caminando, pero lograron ver el mismo sello que Uran había roto días atrás, por un instante Odotnet respiro tranquilo, podía convencerlo de regresar a casa ya que el sello infernal por lo visto estaba intacto —El sello demoniaco está intacto, no rompas la línea, no rompas la puerta, tienes esa opción Uran ¡Piensa bien!

      Reacio a escuchar, tocó la pared de piedra y sintió el poder que esta emanaba —Tiene la misma combinación, podemos hacer esto, no te preocupes —miró fijamente a su guardián, mientras este sabía que el peligro era inminente.

      —Sabes que si rompes ese sello no habrá vuelta atrás, tu raza y futura generación serán vulnerables a nuevos ataques y quizás una guerra.

      —Una guerra que yo ganaré —y sin más movió las piezas rompiendo el sello y abriendo para siempre la puerta de los infiernos.

      La pared se derrumbó piedra por piedra, dando paso a un camino de rocas negras y más oscuridad, Uran subió a su caballo y continuó su camino hasta que logró ver que seguido de ese bosque, las partes bajas de los infiernos comenzaban a dar forma, campos cubiertos con hojas secas, pequeñas casas, no había un palacio, no había murallas, solo inicios de un mundo, logró ver a lo lejos un ejército que resguardaba el pueblo, mientras que el sonido de una corneta anunció el cambio de guardia, quiso ir e infiltrarse entre la noche y la oscuridad de ese mundo, pero se detuvo al ver a su hermano a unos cuantos metros, estaba sentado en su caballo mientras que apretaba con fuerza las riendas, una gran capa negra cubría su espalda y sus cabellos largos le conferían los rasgos más hermosos y oscuros, Hadeo había envejecido, había madurado, se quedó observándole por un instante y sin saber cómo tuvo las agallas salió de su escondite y caminó por el bosque —Hadeo —gritó el nombre de su hermano, quien volvió el rostro y abriendo los ojos de par en par no daba crédito a quien volvía a ver después de tantos años.

      Perdiendo el control del caballo este desbocado se levantó y relincho, haciendo caer a su jinete y cayendo bruscamente contra el cuerpo de su amo, Hadeo intentó levantarse, quitar el peso del caballo pero le fue sencillamente imposible.

      —¡Vamos Uran! Deja a tu hermano, sea lo que sea, es tu hermano —rogó Odotnet tras su protegido.

      Acercándose