Al fin tenía su casa. Pronto estaría llena de gente y ya no estaría sola nunca más.
Después de revisar la buhardilla y las otras habitaciones, Rafe entró en el dormitorio principal. Había una cama de caoba con dosel. Las cortinas tenían muchos bordados, pero estaban tan sucias que no se veía de que color eran. El papel de la pared estaba descolorido y tenía manchas de agua. También había signos de vandalismo, cristales rotos, botellas de cerveza y pintadas en la pared. El suelo tenía una gran capa de polvo.
Entró en el baño y vio una bañera antigua. La miró bien y vio que estaba en buen estado, igual que el lavamanos. Los baldosines de mármol azul marino necesitaban una buena limpieza, pero eso era fácil de arreglar.
Rafe pensó en la mujer que había dejado abajo. Normalmente dejaba que los dueños de la casa lo siguieran mientras él revisaba el sitio, pero necesitaba alejarse un poco de la señora Harris. Sentía que lo observaba todo el rato. No sabía si era por desconfianza o por pura curiosidad. Pero le molestaba. No se había sentido tan torpe con una mujer desde que llevó a Lisa Southerland al baile de fin de curso. Y se sintió así porque tuvo que ser lo suficientemente valiente como para conseguir su propósito. A los diecisiete años, acariciar los pechos de una mujer era un cometido difícil.
Recordó a Shelby Harris en camiseta. Tenía un cuerpo increíble. Pechos grandes, piernas largas y definidas… Rafe gimió. ¿Qué le pasaba? Estaba actuando como si nunca hubiese estado junto a una mujer. Había pasado un tiempo desde que la última entró en su vida. Aun así, sabía que no podía liarse con una futura clienta.
Después de echarse el sermón, volvió al dormitorio. Se detuvo al ver que Shelby estaba frente a las ventanas. La luz del atardecer formaba un halo a su alrededor, dulcificando su bonita cara.
Se creó un ambiente de intimidad y permanecieron en silencio, como si no quisieran romper el hechizo con las palabras. Rafe miró hacia la cama de reojo y una imagen erótica de la chica morena tumbada desnuda en la cama sobre sábanas de raso, pasó por su cabeza.
Su cuerpo se tensó y dirigió la mirada hacia Shelby. Maldición.
—Le dije que me esperara abajo.
Ella no se intimidó por su enfado.
—Ya he estado aquí antes. Sé cuáles son los peldaños que hay que evitar.
—Podía haberse caído. Esta casa es vieja y lleva tiempo abandonada. Si voy a trabajar aquí, tendrá que escuchar mis advertencias.
Los ojos de ella brillaron con desafío, estaba a punto de replicar cuando desvió su mirada.
—Supongo que estaba ansiosa por ver cuáles eran los desperfectos y a cuánto ascendería su factura.
Rafe miró su carpeta. Sabía que la casa necesitaba mucha dedicación.
—En general, la casa está bien construida. Creo que eso ya lo sabe.
Ella asintió.
—El tejado tiene goteras desde hace años. Le iba a sugerir que lo cambiara, pero en la buhardilla hay varios paquetes de tablas y quizá podamos hacer una reparación temporal. Una vez que no haya goteras, quitaremos el techo de la habitación delantera y pondremos uno nuevo.
—¿Y en las otras tres habitaciones y esta?
—No están en muy mal estado. Esta habitación es la que mejor está, y el baño está bien.
—Así que entre la sala de abajo, las escaleras y el dormitorio, ¿cuánto cree que me costará?
No sabía por qué, pero se las arregló para reducir la factura al mínimo. Le mostró el presupuesto y vio como ella abría bien los ojos.
—Eso es muy caro. No es posible que necesite tanto material.
—No es el material. Es la mano de obra. Tengo que pagar a una persona para que venga a retirar toda la madera podrida y el yeso.
—No, no tiene que hacerlo.
—Bueno, alguien tiene que hacerlo. Y yo no tengo tiempo. Mi hermano y yo tenemos otras cosas que hacer…
—Lo sé —interrumpió ella—. Se que están muy ocupados. Por esa razón le sugiero que en lugar de contratar a alguien para que lo haga, me deje hacerlo a mí. Puedo trabajar con usted.
Rafe lo sabía. En cuanto llegó a la casa tuvo el presentimiento de que ella querría algo más que un presupuesto.
Tenía que dejarle las cosas claras.
—Mire, no tiene ni idea de lo que esto implica. Es trabajo duro —miró su cuerpo delgado—. Tengo problemas para encontrar a chicos que quieran hacer ese trabajo.
—Pero esta es mi casa —dijo ella—. Ya he invertido mucho en ella. Y ahora no tengo muchos fondos para conseguir arreglarla para abrir el negocio.
—¿Podría ayudarla su familia?
Ella miró a otro lado.
—Ya soy mayor para pedir dinero a la familia.
—Este es un proyecto importante, señora Harris. Quizá sus padres quieran invertir para que su hija pueda vivir en este sitio.
Ella cerró los puños.
—Mis padres no pueden ayudarme, señor Covelli. Y para su información, esta casa la inspeccionaron antes de subastarla. La compañía del gas estimó que la cocina estaba en buen estado. Las tuberías se arreglaron antes de que yo comprara la casa. Así que, este sitio es habitable. Si usted no me ayuda, buscaré a otro que lo haga.
Se sacó una tarjeta del bolsillo.
—También está la Norton Construction Company en Bedford —dijo—, así que gracias por su tiempo —se volvió y se dirigió al recibidor.
—¿Norton Construction? Tienen fama de hacer las cosas baratas, pero no tendrá la calidad que esta casa merece —dijo él y la siguió hasta la escalera.
—Es lo que puedo pagar, señor Covelli.
—¿Le importaría dejar de llamarme así? Me hace sentir como un anciano. Me llamo Rafe.
—Cómo lo llame no va a cambiar el hecho de que no puedo pagar su precio.
Rafe notó que las lágrimas asomaban a sus ojos, ella se volvió y puso el pie en el siguiente escalón. Uno de los peldaños deteriorados. Perdió el equilibrio, gritó y comenzó a caer.
Rafe la agarró y consiguió detenerla. La abrazó contra él y ambos se cayeron. Shelby acabó tumbada encima de él. Rafe la rodeaba con los brazos. Era increíble. La suavidad de ella sobre su cuerpo tenso. Él inhaló el fresco aroma de ella. De repente, sintió como si se encendiera una llama en su interior y supo que tenía que soltarla.
Pero no podía moverse.
Shelby se puso en pie y lo miró con sus preciosos ojos verdes. Él miró sus labios y contuvo un gemido, no podía ignorar el deseo que sentía de besarla.
—¿Está bien? —preguntó él conteniendo sus pensamientos.
Ella se sonrojó, asintió y se retiró un poco.
—Me temo que no estaba mirando dónde pisaba.
—Eso ocurre. Ya ve porqué hay que arreglar esas escaleras antes de que alguien se haga daño.
—Sí —ella se sentó en un peldaño—. Lo haré. Gracias por venir a hacer el presupuesto.
Él se levantó. Comenzó a bajar las escaleras, pero sabía que no podía dejarla en manos de Gus Norton.
—Mire, puedo darle los nombres de otras empresas de confianza, pero su presupuesto no va a ser menor que el mío —escribió