Luego, al profesor Patricio Zapata, quien, desde inicios del 2015, cuando comenzó esta investigación, ha sido fuente inagotable de orientaciones, consejos y recuerdos sobre el pasado. Debo repetirlo: lo he tenido especialmente a él en mente a la hora de escribir este libro, pues él es uno de los principales herederos y continuadores de la tradición a cuyo estudio este libro se avoca. Asimismo, tengo una deuda especial con los profesores Pablo Ruiz-Tagle y Marisol Peña, quienes junto al profesor Zapata, presentaron, en enero de 2018, el primer volumen de esta investigación, aportando comentarios y críticas valiosas. También agradezco a la profesora Marisol Peña, protagonista del mismo, haberme concedido una larga entrevista y colaborado con la entrega de trabajos y discursos inéditos suyos.
Sumo, en estos agradecimientos especialmente importantes, al profesor José Luis Cea. Tuve la oportunidad de tener muchas y largas entrevistas con él, fundamentales para este proyecto. Agradezco su tiempo, pero especialmente el cariño y el afecto demostrado, como también la confianza, franqueza y libertad con la que se refirió a los más diversos temas. Guardo esas grabaciones como un tesoro y un testimonio valioso sobre el último medio siglo de nuestra vida política, constitucional y de la Facultad.
Quiero agradecer también a todos los profesores que gentilmente me dedicaron un tiempo valioso para entrevistarlos. A los profesores Eugenio Evans, María Pía Silva, Eduardo Soto-Kloss, Patricio Zapata, Javier Couso, Jorge Correa, Catalina Salem, Arturo Fermandois, Miguel Ángel Fernández y Rodrigo Álvarez, todos quienes aportaron importantes contribuciones e ideas en las entrevistas que me otorgaron, con testimonios que enriquecieron la investigación.
También agradezco las sugerencias y aportes de los profesores Gastón Gómez, Sergio Verdugo y Valentina Verbal. También al profesor Lucas Sierra, por permitirme generosamente adaptar un modelo de encuesta semiestructurada suyo, para ser aplicado a algunos profesores cuyo testimonio era fundamental recoger.
Una deuda de gratitud especial tengo con mis ayudantes de investigación asociados a este volumen del libro: Felipe Sánchez, las hermanas Carmen y Olga Rodríguez, y Arturo Tortello. Sin su aporte, este segundo volumen habría demorado mucho más tiempo. Gracias por haberme acompañado en este viaje al pasado, arqueológico, con tanto talento y dedicación.
Agradezco también a mi oficina Gómez, Pallavicini & García Abogados, y especialmente a mi grupo de práctica, por el apoyo constante y la discusión abierta de algunas de las tesis del libro. Asimismo, a la Facultad de Derecho de la P. Universidad Católica de Chile, en las personas del Decano, Gabriel Bocksang, el Director del Departamento de Derecho Público, Sebastián Soto, y al profesor Carlos Amunátegui, en representación del Comité Editorial de la Facultad, todos por su apoyo entusiasta en esta empresa. Y, por supuesto, a Patricia Corona, en representación de Ediciones UC, por una edición impecable en la que jugó un papel fundamental Juan Rauld. A ambos les estoy muy agradecido.
Finalmente, agradezco a mi familia, a mis padres y hermanos. Y en especial a Pía, mi compañera de ruta, y Catalina, Guadalupe y Blanca, todas a quienes este libro robó, de nuevo, muchas más horas de las prudentes y de las que hubiera querido.
Santiago, Septiembre de 2020
PRÓLOGO
Agradezco la gentileza del profesor José Francisco García al invitarme a prologar el segundo volumen de su obra sobre La tradición constitucional de la P. Universidad Católica de Chile, con el cual cubre el período 1967–2019.
Gratitud, porque es un honor que uno de los profesores de Derecho Constitucional más talentosos de su generación me encomiende esta tarea, considerando que –como siempre he postulado, además– combina su trabajo académico con el ejercicio como litigante, especialmente preocupado del devenir de la jurisprudencia en Chile y en el derecho comparado. Enseguida, porque me permite empezar a estudiar su investigación sobre medio siglo de la tradición constitucional de nuestra Universidad, de cuyos últimos treinta años me siento parte. Primero, como alumno en Derecho Político de don Alejandro Silva Bascuñán, en 1986; luego, como alumno y discípulo de mi guía de toda una vida, profesor José Luis Cea Egaña; y, en los últimos años, como profesor adjunto, Director del Departamento de Derecho Público, miembro del Consejo de la Facultad de Derecho por dos períodos y Director del LLM, desde 2015.
Pues bien, el volumen que nos presenta el profesor García es genuinamente una obra magnífica, es decir, excelente y admirable. Excelente por la forma y por su contenido, porque es prolija en su elaboración, presentación y desarrollo; cuidada hasta en los mínimos detalles de redacción, edición y formato; rigurosa en las referencias y completa en la bibliografía; escrita con agilidad, empleando con sencillez, pero precisión, el idioma y sus adecuaciones; y qué decir de su contenido, al que dedicaré las páginas que siguen. Pero también digna de admirar porque permite al lector –incluso no especializado en derecho constitucional– apreciar, juzgándola como sobresaliente o extraordinaria, la tradición constitucional de la Universidad Católica en el medio siglo que ella examina.
SOBRE LOS PROFESORES
Este segundo volumen está dedicado, como nos anticipa el autor en la Introducción, a las contribuciones de los profesores Evans, Guzmán, Silva Bascuñán (segunda parte), Cea y Peña, dedicándole un capítulo de la obra a cada uno de ellos.
No sería justo con los lectores de este libro ni menos con su autor intentar aquí esbozar un resumen del contenido de esos capítulos, pues creo que la labor de quien escribe el prólogo es, sobre todo, motivar su lectura, al tiempo que –de ser posible– dialogar con unos y otro acerca de la tesis central que se sostiene en él.
Por ello, creo extraordinariamente indiciario del contenido la referencia conceptual que el autor agrega a sus nombres, con los que titula los capítulos respectivos. Así, en el caso del profesor Enrique Evans de la Cuadra lo califica como “un demócrata en medio del autoritarismo”. Tratándose de Jaime Guzmán Errázuriz, lo sitúa dentro de la idea de “constitucionalismo revolucionario”. Respecto de don Alejandro Silva Bascuñán, qué duda podría caber, “el Maestro de todos”. Al estudiar la contribución del profesor José Luis Cea Egaña lo califica como “el principal tratadista de la Carta del 80”. Y, en fin, a Marisol Peña Torres la vincula con “eclecticismo y refinamiento”.
Quisiera exponer solo pequeñas referencias a la obra de José Francisco para denotar el significado de estas calificaciones y, con ello, espero provocar, en quien tiene este libro en sus manos, el deseo de conocer más acerca de cómo cada uno de estos profesores han contribuido a la tradición constitucional de Chile desde nuestra universidad.
Evans
El autor sitúa al profesor Evans, quien “vivió con pasión el derecho constitucional en sus diversas dimensiones”, entre la reforma universitaria, a fines de los años sesenta –donde “la Universidad Católica se convirtió en un temprano ícono de los nuevos tiempos”–, y la larga travesía del derecho constitucional chileno a partir de 1973 y hasta la recuperación de la democracia en 1990, destacando –sin duda– su aporte a la Comisión de Estudio, entre aquel año y 1977, y su temprano –justificado sólidamente por él mismo, pero de todos modos lamentable– retiro de la cátedra universitaria.
Es cierto, como dice José Francisco, que “el legado del profesor Evans quedará marcado por diversos aportes técnicos a la disciplina”, especialmente, “el estatuto constitucional de la propiedad en sus diversas dimensiones, incluyendo un rol activo en su diseño constitucional en la reforma de 1967 y, por supuesto, en la CENC; su redefinición de la regla del artículo 19° N° 26 de la Carta Fundamental; su crítica frontal al artículo 8° de la Constitución; sus propuestas avanzadas, muy tempranamente, acerca de un presidencialismo integrador, siendo de los primeros en proponer una suerte de semipresidencialismo –propuesta demasiado temprana, demasiado revolucionaria, como para llamarla por su nombre–; entre tantos aportes a la dogmática constitucional y al pensamiento sobre nuestras instituciones”.
Pero nuestro autor es perspicaz al captar