Líderes y liderazgo. Berta Ermila Madrigal Torres. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Berta Ermila Madrigal Torres
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная деловая литература
Год издания: 0
isbn: 9786074507089
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primarios del poder”.

      El poder de los grandes líderes fue tomado, no dado. Es lo que Nietzche llamó “voluntad de poder”, es decir, la habilidad de una persona de arrebatar el poder y hacerse líder cuando los demás tienen miedo o están inseguros. Adler (1999) ha llamado a esto el “factor autoactualizador” del impulso natural e intuitivo a la superioridad. El líder que tiene potencial de poder normalmente es agresivo y su personalidad evoca a la de Prometeo.

      Si comparamos al presidente de Estados Unidos en 2010, Barack Obama, con el expresidente George W. Bush, encontramos que el primero tiene la investidura del liderazgo y el segundo la envestidura del poder.

      En las organizaciones empresariales y en la esfera política, en las últimas décadas se ha mostrado rechazo al poder, en especial en sociedades de alta entropía. Los sindicatos o partidos políticos progresistas han dado una dura batalla contra el poder y lo atacan en nombre de la democracia, la autorrealización, el derecho a la espontaneidad o la defensa del proletariado. El caso es que el poder tiene mala fama y muchas personas sienten pánico ante la posibilidad de ser manejadas.

      Para conocerlo mejor y no temerle, hay que analizar las bases que sostienen el poder en los representantes de las organizaciones, que son la investidura, la compra y el liderazgo.

      La investidura

      Tiene sus raíces en el mundo institucional y en las organizaciones. Cuando se habla de investidura se hace referencia al poder que se origina en la posesión de un cargo. Un cargo en cualquier institución genera poder y brinda la posibilidad de otorgar o negar recursos para algo que otro quiere hacer, configurar las cosas de cierta manera, administrar un presupuesto, contratar y despedir. El flujo del poder por investidura es vertical y descendente; se trata de un poder de arriba abajo y su ejercicio suele confundirse con el mando.

      En general, el poder por investidura se hace operativo por los procedimientos de avance. El estilo de mando tiene que ver con la mezcla y la dosis de dichos procedimientos, la personalidad del directivo y la cultura organizacional de la empresa. Cuando el líder liga la envestidura del puesto con la misión y visión de la empresa, logra alcanzar sus metas.

      La compra

      El poder se compra creando dependencias. Esta fuente de poder no es exclusiva de una jerarquía determinada ni fluye en un sentido preciso dentro de la estructura. El poder de la compra opera sobre todo entre iguales o entre personas no ligadas en forma jerárquica de manera explícita, aunque naturalmente también se da en otros casos y es imprescindible para una buena dirección. La compra puede llegar a constituir una extensa red de interdependencias, cuyo manejo exige buen instinto estratégico y táctico.

      Una característica peculiar del poder basado en la compra es que suele oponerse al obtenido por investidura e incluso lo invierte. A veces hemos observado una dependencia hacia abajo, del jefe hacia el subordinado, cuando este último compra poder.

      El liderazgo

      La tercera base del poder es el liderazgo. Se trata de un poder que el seguidor entrega, por ello su flujo es de abajo arriba. En cierto sentido, este poder representa la reciprocidad del propio liderazgo: el líder se subroga, suscribe los afanes personales del seguidor y éste a cambio le otorga el poder. El liderazgo es, por lo tanto, un empoderamiento del líder basado en el sentimiento de orgullo que se va estableciendo entre los seguidores.

      El poder de liderazgo no nace de la potestad del cargo ni de pequeñas dependencias concretas que el líder genera en las personas que están abajo; en lugar de ello, lo que hace es seducirlas. En estos términos, el liderazgo se basa en una gran dependencia del seguidor respecto al líder. El liderazgo actúa como elixir mágico, como elemento de seducción. Así, los hombres no hacen las cosas por temor ni porque se les ofrezca un premio, sino de modo mucho más espontáneo y natural.

      El buen directivo mezcla y aprovecha las tres bases mencionadas para edificar el poder en sí mismo. Pero cabe destacar que el liderazgo otorga a la conducción de una organización mayor riqueza y prestancia, una fluidez que no se consigue usando sólo los otros dos componentes.

      El poder del liderazgo se relaciona de modo más estrecho con la influencia que con el poder propiamente dicho. La magia del liderazgo altera la perspectiva; la gente ve por los ojos del líder y cambia sus opiniones de acuerdo con los planteamientos de éste. Por ello la dirección con liderazgo es más amable; todo sucede con mayor espontaneidad y en apariencia se usa mucho menos el poder.

      Varios autores coinciden en que es natural aceptar que las personas y los líderes persigan el poder, e incluso les parece válido cuando lo hace alguien que se piensa que tiene mejores valores que quienes manejan de manera errónea las riendas del poder, desempeñan una gestión mediocre, persiguen finalidades poco rectas o se aferran a un cargo para servirse de él y no para actuar a favor de los demás. Mateo y Valdano (2000) mencionan que el poder es la palanca que mueve al mundo. Esto confirma que el líder persigue el poder como el más sublime elemento de la motivación humana.

      En cierto sentido el liderazgo es la fuente más ennoblecida de poder, porque lo otorgan libremente los gobernados. Sin embargo, es elemental para el líder entender el instinto gregario del humano. Freud (2000), en su estudio sobre psicología de masas, dice que “los numerosos lazos afectivos dados en la masa bastan ciertamente para explicarnos uno de sus caracteres: la falta de independencia e iniciativa del individuo”. A esto se agrega la necesidad de pertenencia que tiene el individuo, que es campo fértil para el líder que sabe manejar el poder y la integración de los individuos para el logro de un objetivo común.

      El símbolo es una señal o representación de algo; puede representar una idea, cualidad, sentimiento, imagen o institución. Los símbolos fueron la primera fuente de comunicación del hombre y siguen representando un medio de comunicación y delimitación de poder y autoridad. Por medio de los símbolos se determina el aspecto, prestigio y estatus de la organización y de los individuos que forman parte de ella.

      Martínez (2001) menciona que “los símbolos de poder son elementos importantes y característicos dentro de la vida organizacional, se presentan de manera muy notoria, ya que la mayoría de las veces hacen elevar la imagen de quien los utiliza; también se presentan de una forma muy sutil”.

      Todos los seres humanos están involucrados en el fenómeno del poder. En cualquier ámbito institucional (la familia, la escuela, la fábrica, el Estado), en el transcurso de la historia y en todas las civilizaciones, los individuos ejercen el mandato y la obediencia voluntaria o involuntariamente, pues en toda sociedad existe el dominio de unos sobre otros (Cevallos, 1994). Para alcanzar estos dominios, los líderes utilizan símbolos.

      Este fenómeno se da principalmente en los líderes falsos. Sin embargo, es una enfermedad