Para Agnew (2005, p. 105) “El dominio geográfico de Europa se transformó de una región físico-geográfica a una región cultural: lo que ocurrió cuando la Iglesia cristiana abandonó sus pretensiones de universalidad y definió una cristiandad circunscrita de una manera mucho más limitada”. En esta línea de ideas, el autor argumenta que “El porvenir de los subdesarrollados estaba en repetir lo que Europa había hecho” (p. 52).
En la presente obra, buscaremos analizar diferentes aspectos de las visiones sobre las dinámicas de la política mundial desde los espacios latinoamericanos bajo el enfoque de la geopolítica crítica. Pero antes de ahondar en la justificación del porqué del enfoque escogido, pasamos a mencionar trabajos que, sin que necesariamente todos tengan directa articulación con este, contribuyeron a ampliarlo.
En los trabajos de Andrés Rivarola, por ejemplo, se están abriendo perspectivas geopolíticas novedosas sobre/desde América Latina que combinan conceptos más clásicos, como los de Kjellen y Ratzel, con novedosas nociones sobre “visiones geopolíticas”. Por ejemplo, el autor menciona, por un lado, la importancia de que Kjellen haya centrado su atención en fuerzas suramericanas, como enfrentándose en términos de visiones geopolíticas a la expansión norteamericana, al igual que la aplicación de la noción de core state que llevaron a la creación del concepto de “Suramérica” como entidad única. A su vez, como afirma Huertas (2014) en el siglo XIX hombres como Francisco Bilbao (1823-1865) vieron a Estados Unidos como un factor negativo en la parte sur de América, designando a los norteamericanos como “bárbaros del norte” (p. 113). Consideramos que a partir de estos estudios podemos ir más allá y sobrepasar nociones binarias, mediante las cuales el Yo y el Otro pueden ser, más bien, analizados en un proceso de hibridación y relacionalidad de aportes conceptuales relevantes a la geopolítica desde los espacios latinoamericanos.
Slabodsky (2014) considera que la hibridad es la categoría más relevante del poscolonialismo para describir proyectos intelectuales contestatarios. Sin embargo, esta categoría, como destaca el autor, no necesariamente interpreta conceptualmente, de forma rigurosa, las contra-narrativas. Centrándose en autores que re-interpretaron, sobre todo, el poscolonialismo francófono, enfatiza las limitaciones y la complejidad de la conceptualización de hibridad. Da el ejemplo de Memmi (¿judío?, ¿africano?, ¿árabe magrebí?, entre otros), quien haciendo parte de una élite colonizada, se encuentra en una posición ambigua: ¿apoyar la liberación tunecina o privilegiar la emancipación judía? El caso de Mignolo también es ilustrativo, según Slabodsky (2014, p. 151): latinoamericano educado en Francia, “elaboró su categoría de pensamiento fronterizo, combinando definiciones previas elaboradas por teóricos literarios francófonos e hispanohablantes”.
Rivarola (2011) enfatiza en la necesidad de estudiar la divergencia de “visiones geopolíticas” y la “conciencia geográfica” desde América Latina para explicar las iniciativas y dificultades en los procesos de integración de América del Sur. Asimismo, destaca que hay una “geopolítica de la integración” latinoamericana que tiene raíces profundas en la “conciencia” geográfica” del subcontinente. Para este autor, el pensamiento geopolítico latinoamericano debe ser estudiado con su práctica.
Es relevante destacar que los nuevos enfoques a la geopolítica deben mucho a los aportes de estudios como el Orientalism de Edward Said (1978), obra que llamó la atención para la producción de un imaginario geográfico que se basa en una división entre el Occidente y el Oriente. El no-occidental Otro sufre preconceptos desde el Occidente lo cual, según Simon Dalby (2008) se articula con “densas producciones sobre el peligro, racionalizaciones de la intervención y las lógicas de las políticas exteriores del Occidente” (p. 1).
Desde los estudios del pensamiento decolonial son valiosos los aportes de Walter Mignolo para analizar, bajo nuevas perspectivas geopolíticas, a “América Latina”. Con Mignolo, se llama la atención para que “La ‘idea’ de América” y de “América Latina” nació y se ha mantenido en el campo de las fuerzas en que el conocimiento y la riqueza se distribuyen de manera desigual, donde la diferencia colonial fue silenciada por la celebración, con bombos y platillos, de las diferencias culturales” (Mignolo, 2007, p. 68)4. A su vez, el sociólogo Aníbal Quijano (2008, p. 3), desarrolló el argumento que “América Latina fue el espacio original y el tiempo inaugural de un nuevo patrón de poder, históricamente específico, cuya colonialidad es su característica”, abogando que “Nos hemos acostumbrado a decir que Europa occidental vino a América [pero] América no había y Europa occidental tampoco”. Es decir, América, América Latina o Europa occidental son constructos.
El filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez, influenciado por autores tales como Michel Foucault o Norbert Elias, afirma que en América Latina fueron excluidos del “proyecto de modernidad” los analfabetos, los afrodescendientes, los esclavos, los indios, entre otros. Afirma así, “Para ser civilizados, para entrar en la modernidad, para volverse ciudadanos colombianos, brasileños o venezolanos, los individuos no solamente tenían que comportarse de modo debido y saber leer y escribir, pero también adaptar su lenguaje a una serie de normas” (Castro-Gómez, 2002, p. 275).
Castro-Gómez enfatiza que hubo la construcción de un “imaginario de civilización” en América Latina que llevó a producir contra-representaciones relacionadas con la barbarie. Concluye que hay una invención del Otro de una perspectiva geopolítica de la cual derivaron conceptos binarios tales como civilización/barbarie; modernidad/tradición; centro/periferia, los cuales deben ser deconstruidos. Asimismo, asevera que las ciencias sociales5 funcionaron y funcionan como un aparato ideológico que sanciona la exclusión, por lo que “en el caso de América Latina, el mayor reto es decolonizar las ciencias sociales” (2002, p. 284).
Vemos en aportes del pensamiento decolonial una afinidad con las reflexiones realizadas desde la geopolítica crítica, por ejemplo, con Merje Kuus (2017), quien apela a la necesidad de deconstruir enfoques binarios como Occidente/Oriente o Norte/Sur. Al final de cuentas, como afirma Badie (2018, pp. 15-16) “Reconocer el otro no es dar de él un imagen angelical, sino tan solo hacer el aprendizaje del cual necesitamos, tanto en ciencia, como en política, para concebir un sistema realmente mundial”.
Quijano (2014) argumenta que desde procesos como las conquistas europeas, los pueblos en el mundo sufrieron un “proceso de re-identificación histórica, pues desde Europa les fueron atribuidas nuevas identidades geoculturales” (p. 786). En estos procesos, la “colonialidad del poder” fue “una de las más activas determinaciones”, llevando a nuevas propuestas críticas epistémicas (p. 786). A su vez, la académica Catherine Walsh (2018) enfatiza la importancia