Teniendo esto en cuenta, y si aceptamos que los estudios poscoloniales se mueven en los espacios metodológicos promovidos por lo transdisciplinar crítico, reconociendo los invalorables aportes de diversos movimientos y teorías como los feminismos decoloniales y ambientalistas, el movimiento de los comunes y sus prácticas políticas, por ejemplo las que están enmarcadas en el bien vivir y el co-cuidado, entonces tendríamos que todas nos indican la situacionalidad en el conocer, leer, interpretar. En consecuencia, las teorías críticas producidas en años recientes han logrado:
señalar la imposibilidad de un conocimiento no-situado: [puesto que] centran sus investigaciones tanto en el sujeto cognoscente realmente existente –y por lo tanto en su sexo, su clase y su «raza»– como en los lugares y situaciones en donde se realiza la producción de conocimiento –y por lo tanto en sus relaciones, instituciones y estructuras sociales–. […] han logrado evidenciar que detrás de la presunta no-situacionalidad y no-corporeidad del conocimiento científico suele esconderse no la mirada de Dios, sino del hombre blanco, occidental y colonizador. [Lo cual] ha socavado las bases sobre las que suelen sostenerse la objetividad y universalidad del conocimiento científico: [este siempre es], un conocimiento producido por sujetos dentro y desde ciertos lugares (Pimmer, 2017, p. 279).
2. LA COLONIALIDAD DEL PODER Y LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES LATINOAMERICANOS
En este proceso de renovación teórico/metodológico de los estudios internacionales adelantados en la región, hay una teoría que ha sido objeto de especial atención por parte de investigadores ubicados en distintos lugares del continente. La teoría de la colonialidad del poder, elaborada por el sociólogo peruano Aníbal Quijano en la última década del siglo pasado, ha llegado a ocupar un lugar preponderante en la controversia sobre la organización y funcionamiento del sistema-mundo, pues, así como anima discusiones en distintos medios intelectuales y académicos, también influye en el accionar de diversos movimientos sociales alrededor del continente. Incluso orienta la elaboración de la política exterior de un Estado en América Latina, tal como lo demuestra Graziano Palamara, al estudiar el caso del Estado plurinacional boliviano en el capítulo sexto de este libro, titulado “La relación Estado-sociedad: una variable para la inserción internacional. El caso de las agendas de Chile y Bolivia”.
En todo caso, la mayor parte de estos nuevos movimientos sociales y políticos pueden ser definidos desde antihegemónicos o alterglobales, hasta plurinacionales e interculturales2, y sin importar mucho las diferencias que puedan existir entre ellos, rescatan el legado de quien tuvo:
la suficiente osadía intelectual como para ir en contra del hegemónico pensamiento eurocéntrico y, desde de la periferia del sistema-mundo colonial/moderno, plantear categorías y conceptos que permiten establecer otra mirada sobre la realidad histórico-social que revela una configuración epistemológica que conforma una episteme descolonial. […] Se puede considerar que el principio de la colonialidad del poder [es] capaz de llevar adelante una ruptura epistemológica con el pensamiento eurocéntrico […] y que se impuso como la perspectiva de conocimiento hegemónica en el sistema-mundo colonial/moderno (Germaná, 2017, p. 269).
Aquella teoría se nutre de las particularidades regionales y está presente en el debate contemporáneo desde y sobre América Latina, puesto que sus primeras definiciones surgen aquí para llegar a ser una teoría situada en la trayectoria histórica de un continente, la misma que ha estado marcada por la presencia de múltiples factores: los pueblos originarios en tanto civilizaciones realmente existentes en la actualidad, el colonialismo del siglo XVI y la modernidad del XIX, el neocolonialismo y la colonialidad del siglo XX como también por el viejo y el nuevo extractivismo, el de la acumulación por desposesión. Involucrando aspectos con los cuales se constituye cualquier civilización, la teoría de la colonialidad del poder logra ser una forma de entender el actual orden planetario, su autor diría el patrón del poder mundial, pues hace ver los fundamentos mismos de su actual organización y funcionamiento.
Al mismo tiempo, y teniendo de por medio los momentos en que se asentaron las bases de lo que después fue conocido como Occidente y modernidad, Aníbal Quijano estableció que fue en América Latina donde se establecieron las bases del sistema-mundo moderno colonial. Una propuesta que refuerza la teoría de la colonialidad del poder considera que la constitución del sistema fue consecuencia de:
la “apertura” geopolítica de Europa al Atlántico; [fue] el despliegue y control del “sistema-mundo” en sentido estricto, [es] la “invención” del sistema colonial, que durante 300 años irá inclinando lentamente la balanza económica-política a favor de la antigua Europa aislada y periférica. Todo lo cual es simultáneo al origen y desarrollo del capitalismo (mercantil en su inicio, de mera acumulación originaria de dinero). Es decir: modernidad, colonialismo, sistema-mundo y capitalismo son aspectos de una misma realidad simultánea y mutuamente constituyente (Dussel, 2015).
Sobre la teoría elaborada por Aníbal Quijano, la antropóloga y teórica feminista argentina Rita Segato ha destacado su enraizada relación con la trayectoria histórica del continente, una mirada localizada la define esta pensadora y así se entiende la situacionalidad de su origen. Con esta teoría se altera la subalterna figura de la región en la historiografía imperialista, posicionándola en un lugar relevante en la “estructura de poder mundial”, y permite identificar con mayor precisión, los fundamentos del poder globalmente hegemónico. Por último, dicha teoría se caracteriza por llegar a ser un cambio radical de paradigma, en las lecturas sobre el colonialismo y la colonialidad (Segato, 2014, p. 176).
La teoría ha hecho presencia por haber establecido la perpetuación del racismo, el patriarcalismo y la consecuente discriminación por cuestiones de género, más el abierto clasismo de la superioridad por razones económicas en la fase actual del sistema-mundo moderno y colonial. Sobre esto último, es la respuesta a quienes reiteran hasta el cansancio, las diferencias entre el llamado primer mundo, moderno, rico, industrial y desarrollado, con su opuesto antagónico del tercer mundo, tradicional, pobre, agrario, en consecuencia, subdesarrollado. Un conocimiento producto de utilizar argumentos que favorecen una visión simplista y naturalizadora, de origen binario, basada en el opuesto antagónico y maniquea por principios morales y políticos harto cuestionables. Ellos se encuentran en los múltiples documentos producidos por las distintas instituciones multilaterales, contando para su elaboración con la experticia de los consultores desde hace ya setenta años, quienes para el caso, y con otra forma de denominar, serían la tecnoburocracia del institucionalismo neoliberal y la colonialidad global.
El pensamiento decolonial en los nuevos estudios internacionales latinoamericanos más bien hace notar la proporcional correlación que la colonialidad del poder mantiene con la del saber, el ser y la naturaleza, y todo esto debe tomárseles en cuenta dentro del proceso que ha llevado a la colonialidad global. Teniéndolos como un espacio donde se adelanta la revisión del sistema-mundo, desde la teoría en la que se produce una lacerante realidad, quedan involucrados los impactos negativos que el racismo, el patriarcalismo y el clasismo generaron como elementos fundantes de tal sistema. Al basarse en la larga duración, ayuda a entender la construcción de una subjetividad colonizada que a pesar del tiempo transcurrido, ha logrado sostenerse en la conducción de los Estados y sociedades neocoloniales, por eso la teoría logra capacidad explicativa del proceso puesto que se:
refiere al crucial proceso de estructuración de este sistema-mundo que articula