–Es un poco tímida –dijo Fabian a Giuseppe con una enigmática sonrisa–. Limítate a masajearle el cuello, los hombros y la espalda –se volvió de nuevo hacia Laura–. ¿Sabrás volver sola a tus habitaciones?
–Pero Fabian, yo…
–Estás en buenas manos con Giuseppe. No tienes por qué sentirte ansiosa. Puede que sea joven, pero es un experto en su trabajo. Nos vemos dentro de hora y media en el vestíbulo principal. Quiero que estés conmigo para recibir a los invitados. Hasta luego.
A continuación se inclinó y besó a Laura justo detrás de la oreja. Laura sintió que se acaloraba intensamente, sobre todo porque lo había hecho ante el joven masajista.
–Signorina? –Giuseppe abrió una puerta y sonrió amablemente a la vez que la señalaba–. No se preocupe… ¡voy a hacer que se sienta como una nueva mujer! –prometió, y Laura sintió que se ruborizaba hasta la planta de los pies.
Capítulo 7
LA VOZ del joven tenor hizo que a Sara se le pusiera la carne de gallina. Acompañado por una guitarra española, fue el regalo final después de su duro trabajo de los últimos días, e hizo que todas sus dudas y preocupaciones respecto a la celebración del concierto se esfumaran.
Sentada en la fila principal de la elegante marquesina, con Fabian sentado a su lado vestido con un impecable traje italiano y haciendo que su corazón latiera más rápido cada vez que la miraba, cerró momentáneamente los ojos y se dejó llevar por el hipnótico sonido de la voz del cantante. La música pareció entrar en su corriente sanguínea; la voz del joven cantante, junto con las conmovedoras palabras de la canción, provocaron una añoranza casi insoportable en su interior.
Sus ojos se llenaron de lágrimas tras los párpados cerrados. Había viajado muy lejos para estar donde estaba y, mirando atrás, era casi un milagro que lo hubiera logrado.
Antes de que pudiera recuperar la compostura, una mano cubrió la suya y se la estrechó reconfortantemente. Sorprendida, Laura abrió los ojos y vio que Fabian la estaba mirando con expresión preocupada. Para ser un hombre que consideraba las emociones como un mero mal necesario, sus acciones eran casi incomprensibles para ella. Sonrió débilmente, retiró la mano, aunque en realidad deseaba mantenerla donde estaba, y abrió su bolso para sacar un pañuelo.
El deslumbrante concierto acabó demasiado pronto. Fabian dio por concluida la tarde dando las gracias a los artistas por haber donado su increíble talento, a los invitados por sus «muy generosas y bienvenidas» contribuciones para la residencia infantil y, finalmente, a Laura por su esfuerzo y dedicación para ayudar a organizar el concierto en ausencia de Carmela. Le pidió que se reuniera con él en el escenario y Laura se sorprendió cuando una preciosa niña vestida de blanco se acercó a ella para entregarle un gran ramo de rosas. Mientras aceptaba el inesperado regalo, Fabian se acercó a ella y, en lugar del acostumbrado beso en ambas mejillas, dejó anonadada a Laura y, sin duda, a toda la audiencia, al besarla de lleno en los labios. Cuando se apartó, sus ojos brillaban con una satisfacción casi juvenil y un destello de travesura en su hipnótica y azul profundidad.
Entre el aroma de las rosas y aquel beso, Laura no supo cómo logró tenerse en pie. Fabian la tomó de la mano, dio las gracias una vez más a todo el mundo y bajó con ella del escenario entre el aplauso y la evidente curiosidad general. Laura supuso que todos los asistentes estarían preguntándose quién era y cómo era posible que su atractivo anfitrión le estuviera prestando una atención tan personal. En cuanto bajaron la escalera se vieron rodeados de gente que no paraba de hacer preguntas y felicitar a Fabian.
De pronto apareció Aurelia Visconti en medio de la clamorosa multitud. Todos se apartaron para permitir que la famosa diva pudiera alcanzar a Fabian, y todas las miradas se posaron en su voluptuosa figura, realzada al máximo por un brillante vestido negro con un generoso escote. Haciendo caso omiso de Laura, tomó a Fabian del brazo se inclinó hacia él y susurró algo junto a su oído.
Fabian se volvió hacia Laura con expresión de disculpa.
–Lo siento, pero voy a tener que dejarte sola un rato. ¿Te importa? Enseguida vuelvo.
Por su expresión, Laura comprendió que, fuera lo que fuese lo que tenía que hacer, no podía evitarlo. Un remolino de su hipnótico olor a loción para el afeitado llegó hasta ella cuando Fabian giró sobre sus talones y se alejó con Aurelia.
Segundos después, la decepcionada multitud se dispersó, dejando a Laura a solas y abrazada a su ramo de flores. Con impotencia, celosamente, Laura siguió con la mirada a la glamurosa pareja que, obviamente, se dirigía a algún lugar más privado.
No volvió a ver a Fabian hasta que los invitados que iban a quedarse a cenar estuvieron reunidos en la marquesina bajo la que se habían dispuesto las mesas. A pesar de ser una de sus invitadas de honor, Aurelia no apareció con él y Laura se preguntó cuál sería el motivo de su ausencia. Al distinguir la evidente marca de un pintalabios rojo en la mandíbula de Fabian, sintió que su corazón se desbocaba en señal de protesta. Había alimentado la absurda esperanza de que no tuvieran una relación tan cercana como parecía, pero al parecer sí la tenían.
De pronto, la magia de aquella maravillosa tarde se esfumó como un puñado de arena al viento. Cuando Fabian le hizo señas para que fuera a sentarse a su lado en la cabecera de la mesa, se acercó obedientemente.
–Estás preciosa con ese vestido –susurró Fabian cuando estuvieron sentados.
Pero Laura no se sentía preciosa… ya no, a pesar de que el vestido que habían elegido finalmente entre Dante y ella era una asombrosa creación de seda verde con un escote lo suficientemente alto como para ocultar sus cicatrices y una espalda atrevidamente baja. Lo único en lo que podía pensar era en la marca de pintalabios que Aurelia había dejado en la mandíbula de Fabian.
–Es muy sexy. Tienes que conservarlo y ponértelo sólo para mí –continuó Fabian, dejándola paralizada en el sitio con su ardiente y hambrienta mirada.
Laura pensó en lo que probablemente habría estado haciendo con la otra mujer unos minutos antes, además de en la proposición de matrimonio para la que aún aguardaba su respuesta, y comprendió que necesitaba analizar la situación con cierta perspectiva antes de perder el control sobre sus alterados sentimientos.
–Sabes que no puedo hacer eso.
–¿Por qué no?
–Porque es un vestido de alta costura y soy muy consciente de que probablemente valdrá una pequeña fortuna.
–¡Cuantos principios tienes, Laura! Hasta ahora no había conocido a una mujer capaz de rechazar mis regalos, ¡y tú no eres cualquier mujer! Ya sabes a qué me refiero.
Laura lo sabía… y el pensamiento le hizo tragar con esfuerzo.
–Sigue siendo demasiado, Fabian.
–Vas a negarme el placer de hacerte este regalo, y eso no hace que me sienta precisamente bien.
Aunque aún sonreía, la mirada de Fabian se había enfriado un poco.
–Lo siento –dijo Laura, aún más deprimida por su reprimenda–. No pretendía resultar desagradecida. Es un detalle muy amable por tu parte. Tampoco he tenido oportunidad de darte las gracias por el masaje de antes.
Se ruborizó intensamente al darse cuenta de cómo podía haber sonado aquello a cualquiera que hubiera escuchado sus palabras… aunque, al ver su rubor, la mirada de Fabian perdió al instante su momentánea frialdad. Se inclinó hacia ella hasta que Laura sintió la calidez de su aliento en los labios, una parte de su anatomía por la que pareció repentinamente fascinado.
–¿Te