Byung-Chul (2014, p. 72) sostiene que “el capitalismo del consumo introduce emociones para estimular la compra y generar necesidades […]. En última instancia, hoy día no consumimos cosas, sino emociones”, causando que se abandone la racionalización de la compra y consumo de servicios, adoptando decisiones emocionales y propiciando este tipo de formas de interactuar en el mercado. Esto explica que haya empresas como Apple que argumentan que sus productos son revolucionarios.
Junto con esto, el desarrollo de los medios de producción ha hecho que la relación de razón instrumental de la modernidad, en la cual las mercancías eran un medio para satisfacer las necesidades, se haya invertido. Ya no se recurre a las mercancías para satisfacer una necesidad, sino que se recurre a las necesidades para justificar la utilización de una mercancía (Bauman y Lyon, 2013). En esta descripción entraría el cine como mercancía de consumo y como instrumento con la capacidad de transmitir emociones de manera muy simple. Al respecto, dice Zaffaroni, haciendo referencia al politólogo Albertani (Zaffaroni, 2011), que una de las razones por las cuales la política criminal mediática se ha consolidado es por su capacidad de transmitir la información por medio de imágenes, ahorrando el proceso de interpretación de estas.
Así, siendo ahora las emociones el aspecto determinante en la configuración de los sujetos, y no los sentimientos, resta mirar cuál es el papel de la imagen y del cine en la construcción de la imagen a la que se hace el individuo. El cine tiene la facultad de asemejarse a la vida, de tal forma que los espectadores no tienen espacio para la fantasía ni el pensamiento, de forma que no pueden apartarse de la historia sin perder el hilo de esta, como sostienen Horkheimer y Adorno (1994); el cine adiestra a sus propias víctimas para que lo identifiquen directamente con la realidad. La audiencia aprende por medio de la intuición y observación, excluyendo la necesidad de la observación y la imaginación en torno a estos.
Además, el cine, como toda mercancía inmaterial y a diferencia de los demás medios de entretenimiento a su alrededor, como lo fue el teatro ilusionista, se encuentra en la capacidad de abolir el privilegio cultural que el acceso a la cultura representa. Así, es un medio muy efectivo para llegar a la psique y conciencia de los sujetos. A su vez, por su naturaleza de mercancía, se encuentra sometido a las dinámicas de la oferta y la demanda, cosa que lo lleva a buscar el espectáculo y el triunfo en desmedro de la cultura.
Así, el contenido del cine, a diferencia del que puede tener la literatura, y al igual que el de la televisión, tiene la capacidad de inmiscuirse en el sentido común de los individuos, determinándolo y moldeándolo. De este modo, el cine establece un conjunto de miedos en el espectador, a partir de los cuales este empieza a demandar más seguridad y vigilancia. Asimismo, los medios de comunicación dotan a los sujetos de una interpretación de los sucesos y de sus causas, en contraposición a las explicaciones que puede dar la academia. Nos encontramos en un contraste entre la criminología mediática y la criminología académica.
Conclusiones
La criminología mediática y la criminología académica se han desarrollado en paralelo a lo largo de la historia. Cuando estas han ido de la mano han creado escenarios complejos, como el fascismo. Sin embargo, a razón de que se haya entendido que a la criminología, académicamente hablando, le competen las causas del delito y el legislador debe recurrir a ellas cuando lo considere pertinente, se ha excluido del análisis que compete a materias mediáticas o a las formas por medio de las cuales se interpretan los hechos delictivos por medio de los medios de comunicación como la prensa, la radio o la televisión. No obstante, la criminología mediática ha influido fuertemente en los legisladores y les ha impuesto una forma de proferir las normas. No es más que el rebautizo de lo mediático. Esta criminología que constituye, como vimos en el caso de Batman, una relación de amigo-enemigo, lleva a que la sociedad quiera purificar a estos agentes extraños que generan ruido en la estructura social, tanto persiguiendo al sector que es distinto de la normalidad como creando víctimas falsas que, en todo caso, deberán perder con el fin de mantener la estructura social.
Además, en virtud del poder que tienen los medios de comunicación –y en especial las mercancías de consumo cultural como el cine– para influir en el comportamiento de los individuos, estos valores son implantados de una manera menos resistente que otros medios. Las películas de Batman tienen una amplia difusión a lo largo y ancho del mundo y son consumidas tanto por adultos como por jóvenes. Por su condición, es difícil someterlas al debate y la democracia y, por lo tanto, constituyen mecanismos predilectos para reproducir ciertos discursos.
Esta criminología siempre anda en búsqueda de una respuesta al hecho criminal, a sabiendas de que esta no puede ser inmediata, razón por la cual recurre a respuestas mágicas y a resaltar de forma morbosa a la víctima. En este proceso se genera un miedo con el que se gobierna: consigue que las personas dejen de valorar la intimidad y el espacio social de libertad a cambio de que se controle al criminal, aun cuando a quien se controla no sea al criminal sino a ellos mismos. “Cada homicidio cometido por alguno de ellos es recibido y expuesto con verdadero entusiasmo, como confirmación de su construcción amenazante” (Zaffaroni, 2011, p. 382).
Por último, este proceso ocurre local y globalmente como consecuencia de dos fenómenos. Como argumenta Negri (2006), toda disputa local en el capitalismo contemporáneo es a su vez global, pues ocurren relativamente los mismos fenómenos a lo largo del mundo. Por ello se hace necesario que haya disputas autonomistas que pongan en cuestión la imposición de normas y regulaciones sobre la vida de los sujetos.
Es necesario proponer respuestas para contrarrestar la política criminal mediática dominante, que se manifiesta en los medios de comunicación, pero también en los mecanismos de consumo. Es necesario proponer otras alternativas frente a esta realidad.
Referencias
Almond, G. (2001). Una disciplina segmentada: escuelas y corrientes en las ciencias políticas. (Trad. Hélène Kevesque Dior). Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Bauman, Z. y Lyon, D. (2013). Vigilancia líquida. (Trad. Alicia Caper). Barcelona:Austral.
Byung-Chul. H. (2014). Psicopolítica. (Trad. Alfredo Bergés). Barcelona: Herder.
Ferrajoli, L. (2001). Derecho y razón: teoría del garantismo penal. (Trad. Perfecto Andrés Ibáñez, Alfonso Ruiz Miguel, Juan Carlos Bayón Mohíno, Juan Terradillos Basoco, Rocío Cantarero Bandrés). Madrid: Trotta.
Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. (Trad. Aurelio Garzón del Camino). Buenos Aires: Siglo XXI.
Garland, D. (2005). La cultura del control: crimen y orden social en la sociedad contemporánea. (Trad. Maximo Sozzo). Barcelona: Gedisa.
Heinrich, M. (2012). An Introduction to the Three Volumes of Karl Marx’s Capital. (Trad. Alexander Locascio). Nueva York: Monthly Review Press.
Horkheimer, M. y Adorno, T. (1994). Dialéctica del iluminismo. (Trad. Juan José Sánchez). Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/adorno/1944-il.htm
Kant, I. (1784) ¿Qué es la ilustración? Recuperado de https://geografiaunal.files. wordpress.com/2013/01/kant_ilustracion.pdf
Mouffe, C. (2007). En torno a lo político. (Trad. Soledad Laclau). Buenos Aires:Fondo de Cultura Económica.
Marquardt, B. (2012). Historia mundial del estado (tomo I: sociedades preestatales y reinos dinásticos). Bogotá: Temis.
Negri, T. (2006). El poder constituyente. En Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia (ed.), Pensando el mundo desde Bolivia (pp. 75-82). Recuperado de https://www.vicepresidencia.gob.bo/IMG/pdf/pensando_elmundo.pdf