Tendencia evaluativa. Los terapeutas sostienen la creencia de que “la tendencia evaluativa”, el juicio que se emite con respecto a las acciones y las palabras de los demás, causa muchos de los problemas humanos de relación, si no la mayoría (Rogers, 1961). En esto, se puede establecer un paralelo con los terapeutas narrativos, que buscan redefinir los problemas de relación como procesos que oprimen a todos los involucrados más que como el producto de las malas intenciones o la incompetencia de una persona. El terapeuta nunca puede eliminar la tendencia a juzgar, pero puede escuchar modos alternativos de comprender lo que se juzga. Los consultantes, por supuesto, traen muchos juicios mutuos a cada sesión. El terapeuta no discute ni culpa a los consultantes por estas críticas, sino que se enfoca en los deseos e intenciones detrás de ellas. En el mejor de los casos, todos los consultantes se encuentran en una “zona que admite errores” (Lambers, 2006). Sus esfuerzos e intenciones son más importantes que sus defectos percibidos. El trabajo de la empatía se trata, en parte, de hacer espacio para las buenas intenciones coexistentes en presencia de conflictos complicados. Los terapeutas aceptan a los consultantes exactamente como son en la situación en la que están y facilitan esa aceptación en la relación entre los clientes. En la medida en que una persona se hace más competente en el enfoque centrado en la persona desarrolla la facilidad, no de mostrar a los consultantes lo que es correcto, sino de relacionarse de manera tal que se sientan menos equivocados.
Ejemplo de caso 1.1: La terapia familiar entra por la puerta
Este caso ilustra la práctica de la parcialidad multidireccional, el conocimiento de la manera en que el cambio evolutivo aparece en la forma de problemas y la facilitación activa a través de una crisis hacia un nivel más alto de organización. También mostraré la importancia de estar dispuesto a ver cómo el desarrollo (por ejemplo, un hijo que se está convirtiendo en casi un adulto) cambia el funcionamiento de un sistema produciendo emociones intensas. El caso también muestra un tipo simple de coreografía que les permite a las personas tener emociones fuertes sin victimizar a un ser querido.
Peter no estaba, tal como habíamos agendado, solo en la sala de espera: estaba acompañado por su esposa Linda y su hijo de quince años, Josh. Linda y Josh, sentados tan lejos de Peter como la disposición del ambiente lo permitía, se veían tan tristes como Peter enojado. Linda había insistido en que todos vinieran a la cita de Peter a causa de una escena que se había producido entre Peter y Josh justo antes de salir hacia mi consultorio. El hombre había agredido a su hijo, quien, debido a un trastorno dolorosamente invasivo, con síntomas físicos y psicológicos, siempre ha sido tratado con atención amorosa, permisiva, casi ilimitada.
En mi consultorio, con Peter mirándola y Josh sentado a su lado, Linda comenzó a hablar.
LINDA: Escuché a Peter diciéndole cosas terribles a Josh y dije: “Tenemos que resolver esto esta noche. Vamos todos a ver a Charles.”
TERAPEUTA: Es una emergencia. Tenemos que traer esto a la terapia. Algo tiene que parar. (El terapeuta empatiza con el individuo. Con el derecho a hacerlo, en sí mismo, ralentiza el proceso familiar.)
LINDA: Exactamente. Quiero decir, Josh no es perfecto, pero se supone que Peter es el adulto y ¿qué tipo de ejemplo está dando con las cosas que dijo?
TERAPEUTA: Entonces, Peter, estuviste de acuerdo en que Linda y Josh vinieran contigo a pesar de que todos están enojados y molestos. (El terapeuta continúa ralentizando el proceso y refleja explícitamente un estado mental compartido así como una acción con propósito frente a un conflicto enojoso.)
PETER (con cierta amargura): No tuve mucha opción, pero está bien. Todo necesita salir. Se supone que ambos tenemos que rompernos el alma por él [Josh] pero nunca debemos pedirle nada. Bueno, ¡eso tiene que parar!
TERAPEUTA: ¡Estás tan frustrado en este momento! Es como si tuvieras que cambiar todo sobre la manera en que la familia hace las cosas. Deseas que se sepa que Josh y Linda no pueden esperar tanto de ti. (El terapeuta empatiza con los sentimientos de Peter y también reconoce la posibilidad de que se comunique algo importante sobre el cambio en medio de una pelea aparentemente sin dirección.)
PETER: Basta para mí. (A Josh) No haces nada de nada para ayudarte. ¡Entonces tenemos que tratarte con guantes de seda!
TERAPEUTA: (alejando la fuerza rabiosa de Josh) Realmente estás sintiendo que no es justo. Te sientes abrumado por lo que Josh parece esperar de ti.
PETER: Bueno, eso tiene que cambiar. Nosotros tenemos que ser perfectos. ¡Él puede tener y hacer todo lo que quiere!
El terapeuta está recurriendo al concepto de coreografía introducido en la terapia familiar desde el psicodrama por Virginia Satir y Peggy Papp, entre otros (Papp, 1983). El terapeuta permite a Peter hablarle a él con rabia sobre sus sentimientos, mientras el objeto original de los sentimientos puede observarlos en lugar de recibir directamente su fuerza emocional. La necesidad de Peter (o de cualquier persona) de desahogarse no significa que otro miembro de la familia tenga que absorber su energía iracunda.
El terapeuta continúa reflejando las expresiones de Peter como las emociones que expresa más que como afirmaciones fácticas o autoritarias sobre Josh. Al mismo tiempo, está respondiendo a Peter y agregando al diálogo la dimensión del contexto. La pelea que la familia trajo al consultorio gradualmente es traducida a la expresión legítima de sentimientos del hombre.
PETER: Y es momento de que crezcas. ¡No te molestas en trabajar en tus propios problemas! Entonces tenemos que dejar todo para ayudarte las veinticuatro horas del día. Estoy harto de eso y harto de ti.
TERAPEUTA: Realmente necesitas que esto se entienda. Tienes miedo de que Josh no comprenda que necesitas que las cosas cambien. Josh, ¿qué piensas de lo que tu padre está diciendo?
En realidad, la mayoría de las veces Peter era amoroso y estaba muy disponible para su hijo, pero también hacía tiempo que reclamaba que su hijo hiciera algo para evitar que él dijera que no o se retirara cuando no tenía nada para dar. Cuando estaba cansado o no sintiéndose bien y se sentía culpado por Josh por no ayudarlo, Peter a veces transformaba la atención amorosa en furiosa culpabilidad. A Linda le resultaba más fácil satisfacer las demandas de Josh, pero era rápida para enojarse frente a cualquier señal de retracción o de culpabilizar a su hijo por parte de su marido. Josh, por lo general bueno y amoroso con sus padres, también podía enfurecerse y ser ofensivo cuando se frustraba o lo dejaban solo para que se arreglara.
La frustración individual de Peter tiene tanto impacto sobre Josh y Linda como la reacción de ellos lo tiene sobre él. Parte del proceso de la terapia esa tarde y en otras sesiones era prestar atención a la manera en la que el cambio en Peter afectaría a su esposa y a su hijo. También analizamos cómo Peter podría estar expresando un cambio en el desarrollo de la familia en el cual Josh empezaría a tener mayores responsabilidades. Una crisis familiar, aunque no es agradable, puede ser un intento de abrir una puerta para el cambio. La necesidad de cambio de Peter sobre la manera en que los miembros de la familia se apoyaban mutuamente tenía validez; también era verdad que él recibía mucho apoyo durante las crisis con sus propios problemas de salud que no estaba reconociendo en ese momento, emocionalmente exaltado. En esta situación, como en muchas otras, el terapeuta está consciente de que las condiciones de las que Peter se está quejando fueron cocreadas y mantenidas por sus propias palabras y acciones. Los conceptos de la terapia familiar estructural (Minuchin, 1974, que se presentará en el capítulo 3) ayudan al terapeuta empático: está consciente de que cuando un hijo alcanza la edad de Josh suele producirse una transición. Con frecuencia expresada primero como una pelea, entre los padres y el hijo se produce la transferencia de responsabilidad y finalmente de autoridad. Esta consciencia, aunque no se exprese, permite al terapeuta confiar en que una familia, aunque esté en problemas, se mueve hacia una importante dirección.
Finalmente, el terapeuta pasó cinco minutos solo con cada miembro de la familia para darle la oportunidad de ser escuchado sin la reacción de los