Durante mi niñez en Michigan el invierno generalmente significaba fuertes nevadas. Recuerdo cómo la nieve que caía casi ocultaba las luces de la calle y se acumulaba sobre las vías. En las mañanas de invierno nos levantábamos y encontrábamos un mundo cubierto de una fresca capa de polvo brillante blanco. La pura y fresca nieve recién caída nos puede hacer apreciar por qué el salmista usó la nieve como referencia cuando le pedía a Dios que perdonara sus pecados y lo lavara de nuevo. Es difícil imaginar algo más blanco que una nueva capa de nieve brillando bajo el sol de la mañana. Aun así tenemos la promesa de que la gracia salvadora de Dios puede dejarnos más blancos que la nieve. Sin importar qué hayamos hecho en el pasado y qué nos genere remordimiento, algo por lo que nos avergonzamos, o por lo que deseemos arrepentirnos, Dios puede limpiarnos sin dejar rastro.
“Estoy equivocado” es una frase poderosa para personas positivas porque puede lavar el dolor de una relación tensa, hacer que una negociación avance, terminar una discusión, comenzar un proceso de sanidad e incluso convertir enemigos en amigos. Puede ser un riesgo para la mayoría de las personas. Admitir que estás equivocado puede ser una amenaza a tu autoridad, credibilidad y carácter, pero la mayoría de cosas que vale la pena tener en la vida requieren riesgo.
A lo largo de mi carrera he usado mis experiencias navegando como ejemplos de toma de riesgos, señalando que nunca aprenderás a navegar quedándote en la orilla. A menudo cuento la historia de cómo Jay y yo vendimos nuestros negocios poco después de la Segunda Guerra Mundial y compramos un viejo bote de vela. Salimos de Connecticut y nos dirigimos por la costa al sur hacia nuestro destino planeado en América del Sur, a pesar de que ninguno de los dos jamás había navegado un bote. Nos perdimos, encallamos y una vez estuvimos tan fuera de curso que la guardia costera tuvo problemas para encontrarnos. Nuestro agujereado bote terminó hundiéndose en la costa de Cuba, pero nosotros seguimos nuestro viaje por otros medios hacia Sur América y aprendimos una valiosa lección sobre tomar riesgos y avanzar con confianza. Si esperas a tener todo el conocimiento y la experiencia que crees necesitar, nunca tomarás un riesgo ni alcanzarás una meta.
Durante el tiempo en el que la Corporación Amway tomó un gran riesgo al expandirse con nuestro primer afiliado extranjero en Australia, di un discurso a nuestros distribuidores independientes llamado Los cuatro vientos. Mi mensaje consiste en que los cuatro vientos vienen de todas la direcciones de la brújula; algunos días soplan a tu favor, y otros en tu contra. Nuestro éxito depende de cómo hacemos frente a los diferentes vientos. En aquellos días yo estaba navegando mucho en el Lago Michigan. Los vientos del oeste podían ser suaves y yo navegaba con la brisa. Algunos días el viento cambiaba al este y sabía que estaba frente a un clima inusual e impredecible. Cuando un viento noroccidental cruza el Lago Michigan tras un frente frío después de un clima húmedo, el lago empieza a hervir, y debes saber cómo maniobrar tu bote o salir de la carrera.
Para mí, sin importar el viento que enfrente, la esperanza es una constante. Cuando estás navegando, el viento sopla muchas condiciones preocupantes en tu camino. Así también es con la vida. Y esas condiciones inquietantes, esos cambios de circunstancias, pueden quebrarnos o realizarnos. Cómo enfrentamos los buenos días no es lo que determina cuán bien nos va en la vida. Es cómo enfrentamos los días malos. En un bote de vela en medio de condiciones perturbadoras, el navegante puede ajustar las velas. En esos momentos inquietantes cuando estamos equivocados, necesitamos ajustar nuestro pensamiento al aceptar nuestro error y considerar cómo podemos ajustar mejor las cosas con la otra persona. Enfrentamos las situaciones difíciles al reunir el valor para decir “estoy equivocado”. Es un riesgo, pero da grandes recompensas y nunca lo sabrás hasta que digas la frase “estoy equivocado”.
Ya no puedo imaginarme poniendo en riesgo mis relaciones con mi familia o amigos por tener miedo o ser demasiado obstinado para decir: “Estoy equivocado. Tú tenías razón. Lo siento y por favor perdóname”. La vida es muy corta. Un ego no es muy grande ni muy frágil para que una persona sane una herida y arregle una relación con unas pocas y sencillas palabras.
“Estoy equivocado” cambia nuestras actitudes y nos abre a los beneficios de tener relaciones saludables al buscar maneras cómo ser positivos. Es difícil estar equivocado y aún más difícil admitirlo delante de alguien. Pero todos necesitamos aprender esa dura lección. ¿Sabes en tu corazón que has estado equivocado pero nunca lo admitiste para ti mismo ni delante de alguien que debería saberlo? ¿Qué pasaría si le dijeras a esa persona, “Estoy equivocado. Tú tenías razón”. Inténtalo. Encontrarás que no es tan intimidante como lo imaginas, y seguirá haciéndose más fácil.
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“Lo siento”
Junto con decir “estoy equivocado”, debemos disculparnos. En el proceso de estar equivocados podemos haber lastimado a alguien, así que admitirlo debe ser más que algo técnico o mecánico como sólo decir que la otra persona tenía razón y nosotros estábamos equivocados. Cuando le hacemos daño a alguien, esa persona responderá con ira hacia nosotros. Debemos hacerle saber que honestamente lamentamos lo que hicimos. Es muy fácil procurar defender nuestra posición, pero es sorprendente ver cuántos problemas desaparecen cuando decidimos decir “lo siento”. Toda la ira y la emoción se desvanecen. El impacto positivo sobrepasa completamente nuestra renuencia a admitir que también nos equivocamos o el riesgo a que nuestro ego sea lastimado o a perder reputación.
Mi hijo menor Doug, siendo adolescente muchas veces escuchó mi discurso sobre el tema de frases poderosas, incluyendo el poder que tiene decir “Estoy equivocado y lo siento” para terminar cualquier discusión. En el discurso yo decía: “Lo bello de decir ‘estoy equivocado y lo siento’ es que pone fin rápidamente a una discusión. Tan pronto alguien admite que está equivocado y se disculpa, ¿qué más queda por decir?” Una noche cuando Doug faltó a su hora de llegada yo lo estaba esperando. Entre más tarde era, más me preocupaba. En serio que me iba a lanzar sobre él tan pronto pasara por la puerta. Finalmente la puerta se abrió y Doug entró calladamente y vio que lo estaba esperando. Él sabía que era tarde y vio que yo estaba enfadado. Pero no dio excusas. Rápida y de forma sencilla me dijo, “Papá, estoy equivocado y lo siento”. Yo estaba enfurecido, pero después que Doug admitió que estaba equivocado y que lo sentía, ¿qué más podía decir yo? Además, creo que lo dijo con sinceridad, ¡por lo menos en ese momento!
“Estoy equivocado” y “Lo siento” son compañeros. En realidad son palabras sanadoras para tus disculpas. “Lo siento” es una etiqueta para “Estoy equivocado” pero también va separado. Y al igual que “Estoy equivocado”, es una frase que tiene que ser aprendida y es difícil de decir.
Muchos de nuestros líderes políticos y celebridades harían bien al aprender esta lección. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste una disculpa pública, un “lo siento”, de parte de personajes bien conocidos en respuesta a sus errores o indiscreciones? Ellos son más adeptos a usar palabras que defienden sus posiciones. Desde presidentes y congresistas sorprendidos en mentiras y escándalos hasta estrellas de rock y atletas sorprendidos en actos criminales o socialmente inaceptables, escuchamos muchos giros de relaciones públicas y racionalizaciones, menos un sencillo “lo siento”, a menos que estén contra la pared y necesiten salvar sus carreras. La verdad es que el público americano muy seguramente valoraría su humildad, tendría empatía con ellos y los perdonaría y pronto olvidaría, si escuchara una disculpa honesta e inmediata. Dos palabras podrían evitar un extenso brote de reportajes noticiosos negativos.
Defender posiciones, usar palabras para encubrir en lugar de sacar a la luz, culpar a la