Antiperonista es tu culpa. Matías Pérez Manghi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Matías Pérez Manghi
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789874666420
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pobreza sino de la riqueza de las naciones y se lo considera el inicio de la ciencia económica.

      Todos debemos conocer los elementos fundamentales para ser ricos y no pobres y para mantenerse ricos en vez de volverse pobres.

      Buscando las causas que originan riqueza, ¿cuál es más importante, la libertad o la igualdad? La más importante es la libertad ya que la igualdad no existe. Solamente somos iguales, absolutamente iguales, en el cementerio.

      La vida es desigual, unos somos melenudos y otros son pelados, unos somos sanos y otros más enfermizos, unos somos más listos y otros somos más tontos, unos somos más ágiles físicamente y otros menos ágiles. Vemos entonces que todos somos desiguales, gracias a Dios. Si todos fuéramos iguales el mundo sería muy aburrido. ¡Viva la diferencia!

      El mito de la igualdad tuvo sin embargo un origen legítimo y decente. En los orígenes de la historia, los hombres hemos sido excesivamente desiguales, como cuando había amos y esclavos, o como cuando un reino conquistaba otro y aplastaba a los conquistados matando a los hombres y raptando a las mujeres para sus harenes. Desde los principios de la humanidad hubo mucha desigualdad.

      Existen distintos tipos o definiciones humanas de igualdad: igualdad en la naturaleza, igualdad ante Dios, igualdad legítima e igualdad social-marxista o empobrecedora.

      Los primeros que pensaron que todos los hombres somos iguales en la naturaleza fueron los griegos, concepto luego sostenido durante siglos por los romanos.

      El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el 301 a. C. Su doctrina filosófica estaba basada en el dominio y control de los hechos, cosas y pasiones que perturban la vida, valiéndose de la valentía y la razón del carácter personal. Su objetivo era alcanzar la felicidad y la sabiduría prescindiendo de los bienes materiales. Esta corriente filosófica prueba, y en eso fue al grano antes de la llegada de Cristo, que la igualdad de todos los hombres se da en la naturaleza. Somos iguales ante la naturaleza, aunque seamos esclavos o amos. Naturalmente seguimos siendo iguales a pesar de nuestra situación económica o social dentro de dicha naturaleza. Sentimos y pensamos de la misma manera ya que los seres humanos tenemos habilidades intelectuales que nos diferencian del resto de los seres vivientes.

      El siguiente aporte a la idea de la igualdad la hizo el cristianismo, que afirma que todos los hombres y mujeres son iguales ante Dios independientemente de su estatus social. Entonces todos gozamos de la igualdad ante la naturaleza según los estoicos griegos y de la igualdad ante Dios según el cristianismo. Todos somos iguales ante Dios pero no ante los hombres.

      La primera vez que se planteó la idea de que todos somos iguales no solamente ante Dios y por naturaleza sino que existe otro tipo adicional de igualdad, fue en Inglaterra en el siglo XVII. Por primera vez se habló de la igualdad ante la ley: todos somos y debemos ser iguales ante la ley. Entonces los griegos nos definieron iguales por naturaleza, los cristianos iguales ante Dios y los ingleses iguales ante las leyes.

      ¿Qué se entiende por igualdad ante la ley? Se entiende que todos debemos pagar las mismas penas por los mismos crímenes. Antes no se juzgaba a las personas con la misma vara. Si un noble mataba a un infeliz, solamente recibía un reto; pero si un plebeyo mataba a un infeliz, lo ahorcaban. Las sanciones y las penas eran diferentes según el estatus social. Al declararnos todos iguales ante la ley, el que mata, el que roba o el que miente -sea príncipe o sea mendigo - paga con la misma pena de multa o de prisión.

      Desde ese momento la igualdad ante la ley se convirtió en legítima, al igual que la igualdad en la naturaleza y la igualdad ante Dios. Con el correr de la historia, el advenimiento de la Revolución Francesa, las consecuencias sociales de la Revolución Industrial y –un poco más tarde- el surgir de los llamados socialistas, se estableció que no basta con ser iguales ante la ley, iguales en la naturaleza e iguales ante Dios. Tenemos que ser iguales en logros, es decir, que todos tengamos más o menos el mismo ingreso, que todos tengamos más o menos el mismo tipo de casa, más o menos la misma marca de auto, que tengamos más o menos cinco pantalones los hombres y treinta polleras las mujeres, etc.

      Fue así como nació la igualdad que empobrece, la maldita igualdad social-comunista. ¿Por qué esa igualdad empobrece si al fin y al cabo todos vamos a tener lo mismo? La igualdad en logros es empobrecedora por una única y principal razón: porque para que todos seamos iguales en lo que consumimos, en lo que usamos, en cómo nos vestimos, en las casas que tenemos, en la cantidad de días de trabajo, en las vacaciones, y en muchas cosas más, necesitamos limitar las libertades. En otros términos, para llegar a esa igualdad de logros hay que suprimir la libertad.

      Se han hecho muchos intentos de igualar a todo el mundo en muchos países y en diferentes tiempos, muchísimos. Desde una perspectiva trascendente, todos terminaron en fracasos. No pudieron sostenerse en el tiempo. El caso más prolongado en Occidente fue el de la URSS, que terminó en una caída estruendosa del régimen. En vano fueron las purgas, los gulags y el genocidio de más de 27 millones de almas.

      Otro caso muy emblemático fue el de Pol Pot en Camboya durante los años 70, después de la Guerra de Vietnam. Una vez que conquistó el poder en 1975 gracias a la ayuda masiva de China y de Vietnam del Norte, Pol Pot llevó a cabo una drástica política de reubicación de la población de los principales centros urbanos hacia el campo, con el objeto de implantar un comunismo salvaje de corte agrario. Los medios empleados incluyeron el exterminio de los intelectuales y otros enemigos burgueses y su resultado fue la desaparición de entre un millón y medio y dos millones de personas. Llevaron a cabo intentos despiadados por acelerar el experimento en el que se llegaba a la plena igualdad de las personas. Pusieron a trabajar a todo el mundo en lo mismo y al que se resistía lo mataban; el que usaba corbata era desigual y lo mataban; el que tenía un título universitario era desigual en un país de analfabetos y por ende lo mataban; el que tenía un automóvil lo mataban por ser burgués. En cuatro años exterminaron a la tercera parte de la población en busca de esa ficticia igualdad que jamás llegó. Y después de tanta matanza el gobierno les asignó a los que quedaron casa, ropa y comida a todos por igual, entre 1975 y 1990.

      Puedo afirmar que mientras haya vida, habrá desigualdad. Pero si matás a todos, te asegurás de que seamos todos iguales, ¡pero en el cementerio!

      Lo que mantiene al hombre con vida es su libertad. Si yo no soy libre y dependo de la buena voluntad de otro, si el otro hoy está de mal humor me puede liquidar y punto. Este hecho es muy importante, porque si yo no soy libre mi vida está en peligro, como les pasó históricamente a los esclavos y a los prisioneros de los campos de concentración y de trabajo. Perder la libertad te hace perder el sentido de la vida. Los parámetros se trastocan.

      Cabe preguntarse por qué los esclavos y todo aquel privado de la libertad de manera injusta (no hablo de los delincuentes que pagan con la libertad sus delitos hacia la sociedad de manera justa) perdieron su libertad. Carecieron de libertad porque no tenían propiedad alguna, es decir que no gozaban del derecho a la propiedad, no tenían nada con que defenderse y/o por lo que debieran luchar. No tenían pertenencia alguna.

      En su momento, la esclavitud era universal y legítima. Los últimos hombres que sufrieron esclavitud legalmente institucionalizada fueron los pobres negros africanos. Pero siempre hubo esclavos entre los griegos, los romanos, e incluso ya entrada la edad media, entre los cristianos, los judíos, los musulmanes, entre los chinos, entre los japoneses…

      ¿Qué era lo que definía al “esclavo” ante la ley? Todo aquel que no tenía derecho a tener alguna propiedad. Si vos no tenés con qué defenderte ni la motivación para hacerlo porque lo tuyo no es tuyo, cuando tu vida está en peligro o puede estarlo, cualquiera te puede matar.

      Vos tenés las libertades suficientes para comprar los medios para defender tu vida y tu propiedad. Pero para protegerte y para comprar los medios para defender tu vida, tenés que tener algo tuyo, tenés que tener acceso a la propiedad privada.

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