La corrupción, la opresión y la infidelidad de los reyes y sacerdotes, tanto en el norte como en el sur, condujo a la declinación y desaparición de ambos reinos. En el año 721 a.C. el reino del Norte fue derrotado por los asirios, y la mayoría de los israelitas fueron deportados o asimilados a la población asiria, lo que dio lugar a lo que se denomina las doce tribus perdidas de Israel. En el año 586 a.C. el reino del sur fue derrotado y el Templo de Salomón fue destruido por los babilonios, y muchos de los habitantes de Judá fueron exiliados a Babilonia. El reino de Judá se transformó en el remanente, los sobrevivientes conocidos como “judíos” (ver, por ejemplo, Est. 2.5). Después del exilio el término judío llegó a ser la manera de designar a los que pertenecían o se identificaban con Israel.
A causa del sitio y de la inminente derrota de Jerusalén a manos de los babilonios, muchos judíos abandonaron Judá y se reubicaron en el norte de Africa, Asia Menor y Europa, y así llegaron a ser lo que se conoce como la Diáspora, palabra griega que significa “dispersión”. Se estima que el 80% de los judíos en el primer siglo de esta era vivía fuera de Israel, lo cual explica por qué generalmente había sinagogas donde Pablo podía predicar durante sus viajes misioneros.
El exilio, el retorno y la restauración (2 Reyes, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester)
El capítulo siguiente en la historia de Israel es el exilio o la cautividad en Babilonia. El exilio fue una severa prueba para la fe de Israel: había sido destruido el templo de Salomón, que era señal o símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo; y la dinastía de David, que debía haber existido para siempre, aparentemente había llegado a su fin. ¿Qué había ocurrido? Lo que sucedió había sido anunciado antes por los profetas: Dios iba a juzgar y castigar a Israel si era infiel y desobediente, si tenía “otros dioses”, si no vivía como pueblo de “justicia y rectitud”.
En el año 539 a.C. los persas derrotaron a los babilonios. El rey persa, Ciro, promulgó un edicto que permitía a los judíos regresar a su patria: el nuevo o segundo Éxodo de Israel. (Cuando los Estados Unidos reconoció a Israel como estado independiente en 1948, otorgando a los judíos su propia patria, el entonces Presidente Harry Truman dijo: “Soy Ciro”.) Los exiliados que regresaron a la Tierra Prometida (muchos otros optaron por permanecer en Babilonia) encontraron a Judá en ruinas. Fueron necesarios hombres de la talla de Nehemías, quien reconstruyó las murallas de Jerusalén, y de Esdras, quien restituyó la vida religiosa judía en Judá, para fortalecer la fe de aquellos que regresaron y se instalaron en la Tierra Prometida.
LA VOZ Y EL MENSAJE DE LOS PROFETAS
Durante el período de la monarquía y de los reinos divididos, Israel se volvió cada vez más infiel y desobediente. Dios llamó a los profetas para que exhortaran a los israelitas a retornar al pacto que había hecho con ellos en el Monte Sinaí, y para que les advirtieran sobre las trágicas consecuencias si se rehusaban a hacerlo.
Los profetas
La palabra bíblica profeta viene de la palabra griega que significa “alguien que habla de parte de otra persona”; los profetas son aquellos a quienes Dios envió para anunciar su Palabra al pueblo de Israel (“Así dice el Señor”). No formaban parte del estamento sacerdotal y tenían un elevado concepto de la elección por y el pacto con Dios de Israel. Los profetas entraron a la escena durante el período de los reyes, como una manera de controlar y equilibrar el papel de estos; fueron diluyéndose en el período pos-exílico cuando ya no hubo reyes en Israel. Según la tradición judía, con la muerte de Malaquías (alrededor del 440 a.C.) el espíritu de Dios se apartó de Israel.
Los profetas hablaron al pueblo de Israel y de Judá en el contexto de su época y de su vida cotidiana, llamándolos a cambiar su manera de vivir y a regresar a su pacto con Dios. A menudo pensamos en los profetas de Israel como personas que hablan respecto al futuro, pero éste era sólo un aspecto menor de su tarea, tal vez no más del 10% de su mensaje.
Los libros de los profetas
En el Antiguo Testamento, hubo profetas como Natán, Elías y Eliseo, cuya biografía y mensaje fue entretejida en la narración bíblica. Aquellos profetas se conocen a veces como los profetas “orales” o “narrativos”. Las palabras y sermones de otros profetas fueron escritos y coleccionados, posiblemente por sus discípulos, a fin de que se recordaran y se retransmitieran. Esos profetas se conocen a veces como profetas “escribas” o “canónicos”.
En el Antiguo Testamento cristiano, los libros de los profetas se dividen en cuatro profetas mayores y doce profetas menores: “mayores” son los más extensos y “menores” los más breves. En las Escrituras hebreas hay tres profetas mayores (Daniel está incluido en la literatura sapiencial, no entre los profetas), cada uno de los cuales constituía un rollo completo, como el rollo de Isaías que se menciona en Lucas 4.17–20. Los doce profetas menores constituían un solo rollo, conocido como el Libro de los Doce. En las Biblias cristianas, los profetas mayores están ubicados primero, y a continuación se encuentran los menores. Entre los profetas menores, Oseas es el primero porque es el libro más extenso de los escritos proféticos preexílicos, si bien Amós fue el primero que se escribió.
La cronología de los profetas de Israel
A continuación presentamos la lista de los profetas de Israel y las fechas de sus ministerios, según la información contenida en diversos diccionarios y comentarios bíblicos y en el libro de John Drane, Introducing the Old Testament (Introducción al Antiguo Testamento).
Profetas narrativos
Elías (ca. 870–845)
Eliseo (ca. 850–800)
Profetas pre–exílicos (760–586 a.C.)
Amós (ca. 770–750)
Oseas (ca. 750–722)
Isaías (ca. 740–690)
Miqueas (ca. 740–865)
Sofonías (ca. 635–620)
Jeremías (ca. 626–586)
Habacuc (ca. 615–590)
Nahum (ca. 612)
Abdías (ca. 605–590)
Profetas del exilio (586-538 a.C.)
Ezequiel (ca. 593–571)
Daniel (ca. 500s)
Profetas pos-exílicos (538–440 a.C.)
Hageo (ca. 520)
Zacarías (ca. 520–518)
Malaquías (ca. 440)
Jonás (muy probablemente pos–exílico)
Joel (muy probablemente
pos–exílico)