Páginas de cine. Luis Alberto Álvarez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Alberto Álvarez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587149845
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salidos de un mundo que el director caleño conoce verdaderamente. Adriana Herrán es más tragicómica todavía, inexpresiva, inútil, intentando hacer algo con esta especie de Alicia en el país de Polanski de una historia sin sustancia. Que su joven acompañante de las escenas iniciales (y de Carne de tu carne) no entre a la casa con ella y se integre al cuerpo principal de la película es un beneficio inapreciable que Mayolo nos hace. Un nivel casi tan bajo tienen Buenaventura como franciscano de opereta y el estrambótico piloto. Solo el mismo Mayolo, como el mayordomo neurótico, logra conformar un personaje de una cierta complejidad y fuerza.

      Rodrigo Lalinde ha bañado todo esto en una luz cálida, atractiva, para nada “gótica”, que lo confirma como el más dotado de los fotógrafos activos en este país. Hay que decir que la película no tiene ninguno de esos momentos de amateurismo embarazoso que tienen casi todos nuestros largometrajes y que recuerda un poco a ese tipo de producciones postcinema-novo brasileñas, con ciertas ganas de decir cosas esenciales o a las películas belgas o noruegas que le sirven de ensalada a la carne de los festivales. No es para nada la bofetada que pretendía ser, el comentario inquietante y metafórico sobre nuestra realidad, la película “malvada” de un enfant terrible. Mayolo podría hacer algo semejante si se concentrara en sus propias posibilidades, si descubriera su propio rostro y su propio mundo bajo estos esfuerzos de darle “nivel” y “cultura” al cine colombiano.

      No conozco la novela de Álvaro Mutis, que en ciertos círculos goza de una reputación casi cultural. No se trata, pues, de decir que La mansión de Mayolo es “fiel” o “infiel” al texto o que la obra se presta o no para ser llevada a la pantalla. La pregunta es si Mayolo ha hecho o no una película vital, interesante, un aporte a nuestra historia en imágenes. Para mí el resultado es decepcionante, literario, descarnado, aunque, sin duda, alguna, digno. La mansión de Araucaima es una película tan buena como inútil, una de esas cosas que, desgraciadamente, no cambia nada y se hunden con facilidad en el olvido. Siendo solo el segundo largometraje de Mayolo y, pese al ritmo insoportablemente lento y caótico de nuestra producción, puede decirse que el futuro sigue estando abierto.

      El Colombiano, 23 de octubre de 1988

      No futuro de Víctor Manuel Gaviria en Cannes

      Nuestra grandeza y nuestra miseria

      El día sábado 12 de mayo se exhibió en competencia oficial en el Palacio de los Festivales de Cannes No futuro de Víctor Manuel Gaviria. La significación de este hecho se acrecienta si se consideran las circunstancias que lo rodearon. Hay ocasiones en las cuales países productores de películas realizan todo tipo de manipulaciones, acuden a toda clase de contactos, abren todos los postigos disponibles para que una película suya sea vista y seleccionada para este Festival que, pese a cualquier reserva que pueda tenerse, ha sido el lugar de encuentro más importante del cine universal durante más de cuarenta años.

      Cuando No futuro pudo, por fin, ser concluida, la promotora estatal Focine se encontraba en su momento más desorientado y con un enorme desgano para hacer cualquier tipo de esfuerzo en favor de esta o de cualquiera otra obra cinematográfica colombiana. No futuro llegó a Cannes sin que ni su director ni los coproductores locales (Producciones Tiempos Modernos) hubieran siquiera soñado estar presentes en este festival, ni siquiera en una de las muchas muestras informativas paralelas que lo acompañan. La película llegó espontáneamente, en virtud de sus propias cualidades, sin ningún tipo de intermediaciones. Las directivas del Festival (casi casualmente) tuvieron ocasión de verla en Nueva York y tomaron la inmediata decisión de elegirla, de ningún modo como relleno o complemento sino como una de las dieciséis escogidas en el cine de todo el mundo (única latinoamericana y única en español), y cuyos autores son, en buena parte, nombres famosos y hasta legendarios: Jean-Luc Godard, Paolo y Vittorio Taviani, Clint Eastwood, Alan Parker.

      Ya el curador del Museo de Arte Moderno de Nueva York había expresado su admiración por No futuro, consideró que había un abismo de calidad entre esta cinta y las películas que la habían acompañado a Nueva York en una muestra organizada por Focine y manifestó la certeza de que, después de Cannes, la obra sería distribuida ampliamente en los Estados Unidos, en razón de sus valores intrínsecos y no por otro tipo de connotaciones.

      Hoy, más que nunca, se ha extendido una serie de malentendidos acerca de esta cinta que, para bien o para mal, ha coincidido en su primera difusión con la explosiva situación de nuestra ciudad. Hay quien, absurdamente, habla de oportunismo, de comercialización de morbo y de aprovechamiento indecente de los intereses noticiosos concentrados en Medellín por estos tiempos. Creo que la única respuesta adecuada a estas acusaciones superficiales y desinformadas es ver la cinta y juzgarla por sí misma.

      No futuro fue comenzada hace ya muchos años (demasiados para el ritmo de producción normal en otro país) y realizada a través de un fatigoso pero honesto proceso de factura. Todo comenzó con un artículo de periódico acerca del destino de un joven. Para Víctor Gaviria, en quien la tendencia a la autenticidad documental es un rasgo creativo básico, no era posible reconstruir ficticiamente esta historia con los habituales instrumentos narrativos, sets artificiales, actores profesionales o ajenos de algún modo a la esencia de los personajes, lugares de rodaje indiferentes. El camino inductivo fue el de buscar dónde pudo haber surgido una tal historia y trabajarla allí. Por sí mismo esto tenía que llevar a que el esquema inicial sufriera transformaciones radicales. La historia sobre el papel fue cediéndole el paso a la realidad, el contacto con el medio tenía que llevar necesariamente a sustanciales correcciones de lo que hasta entonces solo era imaginado o sospechado.

      De ahí que la película no presente el típico esquema de una historia redonda, donde todo lo que aparece tiene una función dramatúrgica preestablecida y artificiosa. Tal vez no resulte fácil hacer un “resumen argumental” de una obra así, pero lo mismo podría decirse de muchas películas importantes de la historia del cine, más aún de las obras más complejas producidas a partir de los años sesenta. Lo que No futuro logra es un retrato vivo, verosímil, sin simplificaciones, de la vida de la gente en un barrio de Medellín, un registro de ese mundo, de sus culturas y subculturas, de su lenguaje, de sus traumas, de sus anhelos, de sus miedos, de su violencia, pero también de sus valores, de su ternura, de sus contradicciones. Y es convincente porque no está planteada como una tesis sociológica o antropológica, porque no busca ser una disección pedante y cientifista, sino que es el documento de un contacto, de una capacidad de observar.

      Por eso resulta incomprensible e injusto todo intento de reducir la cinta a un esquema, todo esfuerzo por ponerle etiquetas, por asociarla con hechos y situaciones con los que no tiene directamente que ver. Quienes, tal vez sin verla, dicen que la morbosidad, la violencia y la actualidad de cosas como el sicariato son los ingredientes fundamentales de la cinta deberían compararla con cualquiera de las series brutales que pasa la televisión colombiana todos los días, con las películas que, como peste, ocupan continuamente nuestras salas de cine. No futuro es una película cuya violencia es más de implicación que expresa. Si nos sacude es porque la realidad que describe está ante nuestras puertas, porque los personajes que vemos y nos conmueven, con sus destinos trágicos, con su extrema juventud, son los de nuestra cercanía, porque el que ellos tengan el horizonte de la existencia tan desesperadamente cerrado es algo que nos duele en carne casi propia y es infinitamente más nuestro que lo que pueda sucederles a los personajes acartonados y seudohumanos de las cintas de consumo, sin sustrato ético de ninguna clase.

      Pero No futuro no es importante solo por su tema. La sola actualidad nunca le ha dado rango cinematográfico a una cinta. Si yo considero a No futuro la única película argumental importante que se haya producido en este país, es porque Víctor Gaviria, a través de años de depuración y en muy difíciles condiciones creativas, ha sido el único director colombiano capaz de crear su propio lenguaje, un lenguaje original, llamativo, personal. El estilo de Gaviria no está calcado en formas tomadas del cine molido de cada día, sino que surge de sus propias necesidades expresivas. La manera como quedan plasmadas en imágenes estas calles, estas casas, estas personas es el primer testimonio fílmico importante de nuestra realidad urbana. Antes esa identidad estaba plasmada, tal vez, en algunos cuadros de Fernando Botero, en otra época,