Un pirata contra el capital. Steven Johnson. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Steven Johnson
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417866495
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Cuerno de África. Para los indios que vivían a las orillas del río, la presencia de un navío mercante europeo en la boca del Tapti no era nada nuevo, pues a apenas catorce millas curso arriba se encontraba la ciudad portuaria de Surat, epicentro del comercio proveniente del mar Rojo. Sin embargo, un observador atento habría notado algo inusual en el Héctor. En una época en la que los portugueses ostentaban el monopolio del comercio occidental con la India –tradición iniciada con el famoso viaje de Vasco da Gama de 1499–, la llegada del Héctor marcó un punto de inflexión importante en las relaciones entre la India y Europa. Era el primer barco británico en arribar a las costas del subcontinente indio.

      En un primer momento pareció que este acercamiento de Hawkins sería recibido favorablemente. La mañana posterior a su encuentro con el capitán del puerto, el inglés supo que el gobernador ya se encontraba recuperado y podría recibirlo. Vestido con un historiado atuendo de tafetán escarlata bordado de plata, diseñado especialmente en Londres para dar enjundia diplomática a la visita, Hawkins entregó al gobernador diversos presentes y recalcó el deseo de entablar relaciones comerciales con el sultanato de Jahangir. “Me atendió con gran gravedad y mostrando abierta gentileza –escribe Hawkins–, dándome una cordial bienvenida y asegurándome que aquel país estaba a su disposición”. La bienvenida, no obstante, fue efímera. Un oficial de la aduana llamado Muqarrab Jan confiscó parte de las “mercancías vendibles” que Hawkins había esperado vender a los mercaderes de Surat; el resto cayó en manos de los portugueses, que también aprehendieron a la mayor parte de la tripulación del Héctor, declarando que “los mares indios pertenecían en exclusiva a Portugal”. Esquivando varios complots para asesinarlo, Hawkins pudo escapar con dos hombres y emprendió una larga marcha a pie hasta la capital de Agra, con la esperanza de que el Gran Mogol en persona se mostrase más receptivo ante la propuesta de “amistad” del rey Jaime y los comerciantes de la Compañía de las Indias Orientales británica.

      La pertinacia de Hawkins terminó dando sus frutos. En Agra encontró una opulenta ciudad de espectacular grandiosidad arquitectónica, con fuertes y palacios construidos con la característica piedra caliza roja de la región. (Las cúpulas de mármol marfileño de la estructura más famosa de la ciudad, el Taj Mahal, no se levantarían hasta tres décadas más tarde). Flanqueaban el río Yamuna lujuriantes jardines tropicales, repletos de estanques octogonales, pabellones y mausoleos. Al final de un viaje que trajo consigo “no pocas penalidades, tráfagos y peligros”, Agra les debió de parecer un lugar salido de un sueño.

      La recepción de Hawkins ante la corte de Jahangir se probó mucho más provechosa que sus primeros encuentros con el gobernador de Surat. Habiendo perdido casi todos sus “productos vendibles” a manos del capitán marítimo de Surat y los portugueses, Hawkins solo pudo ofrecer “un humilde presente”, consistente en unos tejidos, como tributo al Gran Mogol. Sin embargo, la carta del rey Jaime cautivó la atención de Jahangir. “Se dirigió a mí con toda cortesía –escribiría Hawkins más tarde–, prometiéndome por Dios que me concedería de grado todo lo que mi rey solicitaba en su carta, y más aún, si Su Majestad lo requería”. Los dos hombres descubrieron que tenían un idioma en común, el turco, y en una larga conversación sobre las distintas naciones de Europa comenzó a pergeñarse una compleja amistad que se prolongaría durante casi cuatro años.

      La travesía desde Surat había despojado a Hawkins de casi todas sus pertenencias y en ella a punto estuvo de perder la vida varias veces. De la noche a la mañana, merced al Gran Mogol, se vio llevado en volandas a una vida llena de lujos. Jahangir declaró que Hawkins debía ejercer como “embajador residente” en Agra. Según el historiador William Foster, “fue nombrado capitán de una compañía de cuatrocientos caballos, se le asignó una prestación cuantiosa, desposó a una doncella armenia y ocupó un lugar entre los grandes de la corte”. Hawkins se deshizo de su raído atuendo de tafetán y empezó a vestir “de la guisa de un noble mahometano”.

      Durante su estancia en Agra, Hawkins hizo importantes aportaciones al venerable género de la literatura “orientalista” y contribuyó a que los europeos se maravillaran ante la opulencia de las élites indias. Toda la segunda mitad del diario que Hawkins escribió en la India es un minucioso inventario del extravagante estilo de vida del Gran Mogol: “Su tesoro es como sigue”, anuncia Hawkins para proceder luego a enumerar sus “monedas de oro”, las “gemas de toda clase”, las “piedras preciosas engarzadas en oro”, las “bestias de toda condición”, hasta el mobiliario incrustado de joyas de palacio:

      La fascinación de Hawkins por las riquezas sin parangón del tesoro mogol nos recuerda la importancia del marco conceptual que modeló los encuentros entre Europa y la India en este periodo: muchos europeos dan por hecho que la India era la más rica de esas dos culturas. Midiendo puramente la producción de bienes de lujo, no había punto de comparación. Los economistas, no obstante, creen hoy que el PIB per cápita de la India del siglo xvii era cercano al de la Europa coetánea, pero en aquella la riqueza estaba mucho más concentrada en manos de las élites. Puesto que principalmente se conocían los palacios, jardines y el resto de los espacios de la clase alta, pensados para hacer ostentación, la India parecía a los europeos más avanzada, rica y civilizada que su continente de origen.

      En su descripción del atuendo del Gran Mogol Jahangir, Hawkins apunta un posible origen de sus vastas riquezas: