Hay que tener en cuenta la solidez de la empresa en un proceso de sucesión.
Tomar medidas organizativas resulta imprescindible, pues de ellas dependerá el éxito de la transición.
La comunicación del proceso de exiting a los proveedores, clientes y personal, en el momento oportuno y de una manera correcta, es una de las bases para asegurar el éxito.
CAPÍTULO 2
LAS RESISTENCIAS AL EXITING, Y CÓMO SUPERARLAS
“Vencerás, como vence el agua a la piedra. Primero la circunda, y cuando ha juntado la fuerza suficiente, la desborda”
Anónimo chino
¿Qué es una resistencia?
Todo proceso de cambio significa revisar y modificar conductas.
En el caso de un empresario exitoso, las conductas a modificar pueden incluir algunas que dieron buen resultado en el pasado, y que podrían seguir dando buenos resultados en el futuro, salvo por un detalle: impiden encarar el exiting.
¿Estamos preparados para cambiar hábitos, costumbres, creencias?
Aquí es donde tenemos que hablar de “resistencia”.
La resistencia es la oposición (consciente o inconsciente) a ese cambio propuesto, lo que genera, en muchos casos, sentimientos encontrados: por un lado se anhela el cambio, pero, por otro lado, no se está en condiciones internas de posibilitarlo.
Muchas son las emociones que se ponen en juego. Entre ellas, el temor a perder el control suele ser la más importante. Esto lleva a una especie de inercia, fundada en costumbres y hábitos profundamente arraigados que hacen que nos sintamos cómodos, aún en situaciones que requieren cambios urgentes, lo que le da sentido al adagio “mejor malo conocido que bueno por conocer”.
Entonces, se configura un cuadro de situación en el que queda perfectamente justificado no seguir intentando el exiting.
Otra de las maneras como se expresa esa resistencia, es actuando de manera tal que cualquier proceso de cambio resulte imposible. Por ejemplo, transmitiendo las instrucciones clave de manera tan confusa, que impida su ejecución, o reservando información que sería necesaria para un correcto posicionamiento del sucesor.
Veamos algunas frases que desnudan esas resistencias:
“No es que yo no quiera, es que nadie en mi entorno está preparado”.
“En otra época habría sido posible, pero, tal como está el mercado ahora, no puedo dejar la empresa en manos de nadie”.
“¿Quién va a comprar la empresa ahora, con la incertidumbre que hay?”.
“Este es un mercado muy difícil, no se puede explicar, ni transmitir a nadie, cómo hay que moverse aquí”
“Si yo tuviera hijos varones podría retirarme, pero este mundo es demasiado machista como para que yo me anime a dejar la empresa en manos de mujeres”
“Es tanto lo que habría que invertir para que la empresa pueda ser manejada por otros, que mejor ni siquiera lo intento”
Estas, y muchas más, son frases que, aunque puedan sonar razonables y adaptadas a la realidad, en muchos casos esconden una fuerte resistencia al cambio y a posibilitar el exiting, al convertirse en argumentaciones que paralizan en la búsqueda de una salida efectiva.
Diferentes actitudes frente al cambio
1) Hay personas que no se asustan frente al cambio, y que normalmente tienen una actitud positiva hacia él y hacia el futuro.
Tienen la esperanza de encontrar nuevos desafíos, nuevas oportunidades, en un escenario diferente, y la confianza en sí mismos como para imaginarse triunfadores en cada nuevo ciclo.
2) Otros, por el contrario, ven en cada cambio una amenaza.
El paso del tiempo es, para ellos, señal de deterioro, y de que las cosas van a empeorar cada vez más.
La verdadera felicidad, para algunos, está en un pasado irrepetible. Empeñarse en que ese pasado vuelva, se traduce en frustración constante.
“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice una conocida expresión popular.
El problema es la consecuencia que genera en el humor, y en la posibilidad de cambio, el hecho de creer que eso es así.
Porque, quien siente que cada vez está peor, no tiene la fuerza y la esperanza necesarias para encarar el viaje sin retorno, que implica planificar un futuro diferente del pasado y del presente.
El cambio de uno afecta a muchos
Enfrentar efectivamente las resistencias es, también, un proceso.
Para que ese proceso sea exitoso, debemos recordar algunos puntos que, aunque parezcan evidentes, en muchos casos no lo son:
No estamos solos: nuestra familia tiene una imagen de nosotros, y no siempre tiene la amplitud necesaria para permitirnos cambiar.
Tampoco estamos solos en la empresa: los trabajadores, los socios, los clientes, los proveedores, nos rodean con sus palabras, sus intereses, sus juicios y prejuicios… y también, sus propias resistencias.
Pensar en el exiting supone, para nuestro entorno, la posibilidad de un cambio en nuestro comportamiento, que también va a traer un cambio en nuestra forma de relacionarnos con cada uno de ellos: desde la posibilidad de tener más tiempo libre, hasta la alternativa de finalizar el vínculo empresarial.
Muchos experimentan el fenómeno “barbas en remojo”: porque el proceso que nosotros nos disponemos a encarar les pone de manifiesto su propia realidad, sus propias resistencias. Entonces, la posibilidad de que nos escuchen y contengan está limitada por sus propios fantasmas.
Si tenemos en cuenta estos condicionantes, podemos diseñar nuestra estrategia para superar las resistencias.
CUADRO 4: DISPARADORES PARA SUPERAR LAS
RESISTENCIAS
Exprese las resistencias sin temor a la incomprensión de los otros. Después de todo, es algo que nos ocurre a nosotros, y tenemos derecho a que los demás nos respeten en nuestras sensaciones y temores.
Encuentre al interlocutor adecuado para analizar las resistencias pormenorizadamente y desbrozar cada uno de sus aspectos. Puede ser un profesional de confianza, un amigo, un pariente. Pero, en cualquier caso, asegúrese de que no tiene un interés propio en la cuestión.
Imagine un escenario futuro en el cual las resistencias hayan sido superadas. ¿Qué sensaciones le genera ese escenario? ¿Interés? ¿Entusiasmo? ¿Temor?
Piense distintas alternativas para ejecutar el exiting, y escríbalas
¿Perder poder?
“Mire, doctor, yo no voy a participar en este proceso. Yo, simplemente, voy a dar las instrucciones necesarias para que mis hijos aprendan a manejarse de acuerdo a mis criterios, y a mis objetivos. Y si no pueden adaptarse, en algún momento deberé vender la empresa”.
Palabras más, palabras menos, estos fueron los conceptos vertidos por un exitoso empresario de 72 años, con hijos profesionales, cercanos a los 40 años.
Ni una palabra ligada a compartir un proyecto con los hijos, tener una visión en común, enseñarles con calma y firmeza, con el objetivo de que el proceso llegue a buen puerto.
“Un padre que desprecia a los hijos”, podría concluir algún lector.
No, por el contrario. Un padre que quiere mucho a sus hijos, y los valora, siempre y cuando no los sienta como una amenaza, frente a su ejercicio del poder en la empresa.
El tema es trascendente: de hecho, nada de lo que digamos en este capítulo va