Ya que no tiene sentido que Su Padre estuviera en silencio y distante, Él continúa:
Pero tú eres santo,
Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
En ti esperaron nuestros padres;
Esperaron, y tú los libraste.
Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados (v. 3–5).
Su clamor al Padre va en muchas direcciones. Él alaba al Padre y habla de tiempos de desesperación en el pasado de Israel, cuando Dios los rescató y los liberó. Jesús lucha las batallas espirituales siempre dirigiendo la conversación hacia las fiables y comprobadas palabras y a los actos de Su Padre. No hay caos aquí—la voz del Padre tiene autoridad clara sobre todas las otras.
Pero tú eres el que me sacó del vientre;
El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. (v. 9–10)
Así, en medio de Sus terribles circunstancias, clama a Aquel quien escucha y actúa:
Mas tú, Jehová, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme…
Sálvame de la boca del león (v. 19–21).
Y la conversación continúa, progresa de peticiones de ayuda a declaraciones de liberación. Estas declaraciones alcanzan su cenit cuando Jesús une el pasado, presente y futuro, incluso desde la cruz, y termina su petición con estas palabras: “Sálvame de la boca del león” (v. 21).
Por tanto, Jesús hace pública Su alabanza y considera las certezas del futuro:
Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación te alabaré.
Los que teméis a Jehová, alabadle.
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó (v. 22–24).
Jesús declara que el Padre no ha escondido Su rostro. El Padre ha escuchado sus clamores. Entonces Jesús nos recuerda mirar hacia el Señor, porque Él nos ha hecho bien:
Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti…
La posteridad le servirá;
Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
Vendrán, y anunciarán su justicia; A pueblo no nacido aún,
anunciarán que él hizo esto (v. 27–31).
Este es uno de los muchos salmos que nos ayudarán a aprender cómo dirigir nuestras conversaciones internas con Dios cuando lleguen los problemas. Existen interminables formas de conducir este diálogo. El Salmo 22, sin embargo, merece especial atención porque fue el clamor de mayor angustia de Jesús. Como tal, puede ser un modelo para nuestra propia miseria, sin importar cuan extrema sea.
Sigue hablando; crece durante los problemas
Así que, seguimos hablando con Dios, sin quejarnos de Él. La mayoría de nosotros cae entre los dos extremos del Salmo 22 y el anti-salmo del hombre enfrentando la opresión Nazi. La mayoría de nosotros tenemos momentos en que el sufrimiento tiene el poder de endurecer nuestros corazones. Para algunos, ese lugar es incluso tan simple como una llanta ponchada o un contratiempo mecánico, especialmente si es uno de muchos. Para otros, esa línea no se cruza hasta que la vida de un ser amado está en peligro. Sin embargo, para personas como el apóstol Pablo y el hombre que dijo, “Nada ha cambiado”, no hay tal línea. Ninguna cantidad de sufrimiento puede sacudir su confianza en Dios. Temo que mi propia línea está más cerca a la llanta ponchada.
Con la ayuda de Dios, crecemos. Aspiramos a apropiarnos los salmos cada vez más. Cuando lleguen los problemas y superemos el conflicto interno, seremos capaces de restablecer el orden. Si no sucede esto, buscamos más ayuda. Apuntamos a crear nuestros propios salmos en donde (1) derramamos nuestra queja al Señor, (2) repasamos las promesas de Dios y Su fidelidad, (3) encontramos nuestro descanso y comodidad en Jesús, y (4) les permitimos a otros saber que ellos, también, pueden encontrar descanso y consuelo. Entonces, cuando flaqueamos, pedimos ayuda y lo hacemos todo de nuevo.
Una de las habilidades espirituales críticas para cada seguidor de Jesús es traer orden al conflicto interno y crecimiento en medio de los problemas, en lugar de furia o desgaste (2 Cor. 4:16). La tribulación no va a ganar al final. En medio de la miseria física podemos tener esperanza, y la esperanza es una de nuestras respuestas más valiosas a las dificultades de la vida.
Discusión y Respuesta
1) Toma un evento difícil reciente e identifica qué tipo de salmo estas escribiendo.
2) Parafrasea el Salmo 22 y permite que el salmista te guíe en oración.
Estamos necesitados
La vida es difícil
Nuestros corazones están ocupados
El encuentro de circunstancias difíciles con corazones ocupados
El pecado pesa mucho
Pide ayuda al Señor
Pide ayuda a los demás
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